Hacer del catalán una lengua de segunda
La 2 Cat ha nacido con la voluntad de reforzar la oferta en catalán en el panorama audiovisual. En demasiadas ocasiones, la precariedad se convierte en un lastre para la calidad de los programas, pero se acepta por una razón superior: la salud y el futuro de la lengua catalana, la transmisión natural del idioma, la garantía de una esfera pública compartida de sus hablantes.
Por eso, resultan difíciles de entender programas como Una tarde con... donde la presentadora, Candela Peña, tiene graves dificultades para hablar catalán. La actriz hace entrevistas informales a amigos y conocidos paseando por Barcelona. Es un programa hecho con mucha prisa y con poquísimos recursos. En las grabaciones erráticas callejeras se enseña constantemente el engranaje técnico. El equipo de cámaras y producción se integra en el plano y se muestran parte de los incidentes del rodaje: los nervios de la actriz, la aparatosidad a la hora de desplazar al equipo, el caos de trabajar en espacios públicos. El codirector del programa, Bob Pop, aparece y desaparece de las conversaciones sin lógica narrativa alguna. El talante simpático y espontáneo de Candela Peña lo hace un poco cómico y da personalidad al desorden.
Ahora bien, lo que resulta desconcertante es su sufrimiento a la hora de hablar catalán. En la última emisión, la actriz, nacida en Gavà, le confesaba al chef Raül Balam que haciendo el programa se había dado cuenta de que le costaba muchísimo hablar catalán y que, más adelante, daría clases. Está muy bien que la gente lo aprenda y lo hable como pueda en un contexto social. En un medio de comunicación, dependiendo del nivel, la cadena debe plantearse qué transmite esta evidente limitación lingüística. Candela Peña no solo demuestra falta de fluidez. Necesita recurrir constantemente al español para tener precisión discursiva y expresarse con espontaneidad y simpatía. Hace evidente su incomodidad para decir lo que quiere decir, como si le molestara. El catalán acaba pareciendo un obstáculo para la comunicación, una lengua difícil, que es un quebradero de cabeza para las personas que quieren hablarlo. Se esfuerza por hablar en catalán con su invitado, pero cuando tiene que dirigirse al equipo lo hace en castellano. El catalán, por lo tanto, se convierte en un trámite formal, una convención obligada o un peaje laboral, mientras que la lengua útil para resolver problemas, la más práctica para trabajar, ser más auténtico y hacer bromas es el castellano. El catalán se convierte en una lengua de segunda y, encima, impuesta institucionalmente. Se puede hablar con mucha precariedad en un medio de comunicación, como si fuera un trance, y después evidenciar que dispones de otra lengua, el castellano, bien hablado y fluido, de gran eficacia comunicativa y realmente útil.
En ninguna cadena española (pública o privada) se aceptaría nunca a un presentador con un castellano tan precario. Es más: en España, muchos profesionales catalanohablantes recurren a tutores de fonética para hacer desaparecer el acento que delata su origen. El castellano tiene que ser perfecto y parecer genuino. Los canales de televisión en catalán no son academias de lengua ni deben ser contemplados como plataformas de segunda categoría con bajo nivel de exigencia.