Entrevista

Jordi Évole: "En Cataluña hay mucha gente tan tóxica como en la caverna española y es bueno que lo digamos"

Periodista

Jordi Evole, fotografiado en las oficinas de su productora Producciones del Barrio
Entrevista
12 min

BarcelonaEstá siendo un año intenso –un año más– para Jordi Évole. Aprovechando que está a punto de cumplir la cifra redonda de medio siglo, planteamos una conversación reposada con el periodista sobre el género de la entrevista, la política, los medios, el país... y el Baix Llobregat.

El 21 de julio cumples 50 años. ¿Queda algo del Follonero?

— ¡Sí, claro! De todo lo que he hecho quedan cosas, y el Follonero no deja de ser una forma de mirarse al mundo. Con las formas no soy lo mismo, pero con el fondo sí que hay cosas idénticas.

Con programa propio desde 2008, cuando La Sexta estrenó Salvados por la campaña. La polémica te ha acompañado más de lo que supongo que querrías, pero este año ha sido especialmente virulenta por tu entrevista con el etarra Josu Urrutikoetxea, alias Ternera. ¿Cómo lo has vivido?

— No esperaba que fuera tanta y, sobre todo, tan preventiva: cuando aún nadie había podido ver el documental, ya salieron todos en tromba. Pero nos fue muy bien porque después, cuando le mirabas, se te rompían todos los prejuicios que podías tener. Estoy muy, muy satisfecho de haberlo hecho, a pesar de las críticas y el desgaste. Y volvería a hacerlo sin ningún problema.

¿Has hablado con Urrutikoetxea desde que la ha podido ver?

— Fui a Iparralde a enseñarle. No le gustó.

Desde el momento en que te dio una entrevista, tendría unas expectativas concretas.

— Sí, pero cuando haces la entrevista, ya queda claro el tono y orientación a partir de lo que has preguntado. O sea, no creo que tuviera ninguna sorpresa, cuando la vio montada.

¿De qué se quejaba entonces?

— Decía que no se recogía la acción represiva del Estado. Yo se lo negué: “El atentado que está narrado con más detalle es lo que te hicieron a ti, por parte del Batallón Vasco Español”, le dije. Y creo que recapacitó. Hace un año hubo un documental en el País Vasco que se ha colgado ahora en YouTube de forma gratuita y que se llama Carpetas Azules, en la que sólo se habla de las torturas. Si yo hubiera hecho un planteamiento así, sólo hablaríamos de torturas. No es que no hablemos de las torturas para que piense que no existieron: es una evidencia que sí.

¿Y crees que podrías hacer un documental así, en una televisión española?

— ¡Ya lo he hecho! Yo he hablado con Rafael Vera de los GAL, con José Barrionuevo, con Felipe González... He tenido un pistolero de los GAL entrevistado y reconociendo un crimen que cometió él a punta de pistola: un mercenario, un tío que cobraba por hacer esto.

¿Programas así se podrían echar de La Sexta?

— Sí, claro. Yo soy muy optimista con estas cosas. Las televisiones públicas, como mínimo, deberían ser un sitio para que este tipo de contenido pudiera verse.

¿La entrevista con Urrutikoetxea es la que más polémica te ha generado?

— Sí, seguramente, pero hay algo cada año. En este caso hubo el lío por el manifiesto, donde había intelectuales, escritores... También había víctimas de quienes, evidentemente, no tengo nada que decir. Una víctima yo creo que está legitimada, aun sin tener razón, a decir lo que piense. Otra cosa es el uso que hagan los dirigentes políticos de las opiniones de estas víctimas.

Si me prometes la broma, no sé si la segunda polémica sería tu participación como cantante en Los Niños Jesús.

— ¿De verdad? ¡No soy consciente de ello! [Ríe] Hostia, yo no es lo que recibo, ¿eh? ¡Pero en absoluto! O sea, yo, cuando voy a los sitios y voy con el grupo a cantar todo es... cachondeo.

El algoritmo nos trata, pues, diferente. Yo he leído a mucha gente en las redes que te ataca por ahí, pero supongo que sencillamente te tiene tirria y lo aprovecha para hacer palanca y cargar contra ti.

— Es que lo paso tan bien, que esa gente que dices... no sé cómo podrían evitar que lo siga haciendo. Es difícil que una crítica de red social me haga dejar de hacer algo.

Esta resistencia al ruido de las redes sociales debe ser algo que entrena.

— Sí, sí, evidentemente. O sea, yo no tengo la misma piel que tenía hace diez años, que era mucho más fina. Creo también que lo de las redes está muy sobredimensionado. Lo que ocurre en Twitter, a veces no tiene ningún tipo de trascendencia, pero al día siguiente genera un titular igualmente. Y tú das una vuelta para el mercado de Santa Caterina o vas al Camp Nou y nadie está hablando de ello. Nadie.

¿A todo el mundo se le puede ceder un micrófono para que cuente su historia?

— Con sentido común, sí. Y depende de cómo enfoques la entrevista. Pero yo tengo muchas contradicciones con este tema: he entrevistado a Josu Urrutikoetxea, pero creo que no entrevistaría a ningún miembro de la Manada. Y si me preguntaras el porqué... no te lo sabría contar. Aunque si yo soy de la opinión de que todo el mundo tiene una entrevista... pues todo el mundo es todo el mundo, ¿no?

¿Estás de acuerdo en que tus entrevistas tienen una línea editorial?

— Sí, claro. Todo lo que hacemos tiene línea editorial.

¿Te sientes un periodista incómodo?

— Mmm... No existe una pretensión de ser incómodo. Es más, yo creo que con la agresividad cada vez se logran menos cosas. Entrevistas así, hostilmente, con el invitado... Que yo las he hecho, ¿eh? Pero diría que hace siete u ocho años que no lo hacemos así. Tú intentas evidenciar que hay cosas de esa persona con las que no estás de acuerdo, pero no desde la agresividad.

¿Y al revés? Te sientes parte delestablishment?

— En absoluto.

Al final, estás trabajando por una gran cadena estatal, propiedad de Planeta.

— Sí, pero yo, el día que no pueda hacer lo que estoy haciendo, me iré. De momento, lo que propongo me dejan hacerlo. Seguro que hay planteamientos nuestros que a algún directivo del grupo no le gustan, pero que piensa que está bien que ocurra. Puesto que hablabas de Planeta, José Manuel Lara padre siempre decía que no tenías que confundir tu biblioteca particular con tu fondo editorial.

También era propietario al mismo tiempo delHoy y de La Razón.

— Correcto. Y esto es un espíritu que, de algún modo, el grupo Atresmedia ha mantenido. El hecho de que los propietarios sean de aquí, les da a conocer mucho la realidad de aquí.

¿De ahí quieres decir Cataluña?

— No, de España, de todo. Pero de Cataluña, también. En este caso, el grupo Planeta, tiene su sede central aquí, en la Diagonal.

Pero no la sede social.

— No tengo ni idea. Pero, vamos, la mía sí está aquí. Y no se ha movido de ningún sitio.

Me dicen que militas en el Baix Llobregat. Y me he fijado en que aquí en la productora tienes tres relojes magníficos que señalan la hora de Madrid, Esplugues y Cornellà.

— ¡Las capitales! (Ríe) Sí, soy militante del Baix Llobregat.

¿Y qué comporta esto?

— Ser militante de la mezcla, de la mezcla, de no creerte mucho en las cosas sacralizadas, del cachondeo... y de mantener una mirada de abajo hacia arriba. El Baix Llobregat, junto con el Baix Ebre, son las dos únicas comarcas que no tienen Alt. Somos zonas curiosas, como dejadas algo de la mano de Dios.

¿Pero crees que esto todavía pasa?

— Es más una cuestión de actitud que de inversiones. Es lo de ser un espacio que se ha estropeado que, mira, porque lo hacemos un poco más estropeado no pasa nada, sabes. O sea, por cosas bonitas ya tenemos otras comarcas. Si aquí, en el Baix Llobregat, debemos cargarnos el Delta porque tenemos que hacer un aeropuerto, pues tampoco tiene mucha importancia. Yo no soy mucho de patrias ni de identidades, pero si con alguna patria me identifico es con el Baix Llobregat.

¿No te sientes catalán de pleno derecho? Algunas de tus intervenciones enlazan con la idea deLos otros catalanes, de Paco Candel.

— Me encanta enlazar con Los otros catalanes de Paco Candel, pero me siento catalán, al cien por cien. Al mil por mil.

¿Crees que existe un solo país?

— ¿Quieres decir un solo pueblo? ¡No! Pero es que no hay un solo pueblo en ninguna parte. Esto son eslóganes que están muy bien. En este caso, Paco Candel lo utilizaba, pero después se le han apropiado otros políticos cuyo trabajo no ha consistido precisamente en construir un solo pueblo. Pero no ocurre nada porque haya varios pueblos dentro de un mismo pueblo, si quieres decirlo así.

Cuando te preguntaba si te considerabas catalán de pleno derecho, no indagaba tanto sobre cómo te sentías, sino sobre si crees que el establishment –político, mediático– te considera.

— Si no, el problema es de ellos. Y, además, qué es elestablishment periodístico de aquí?

Bien, por ejemplo TV3. Tú has sido muy crítico. Y de unidón, aún: cuando fuiste a ver a Ricard Ustrell en Colapso soltaste una frase que llevó cola. “¿Qué problema hay en españolizar TV3?”, soltaste.

— Bien, ¡este es el problema de los titulares! La palabra “españolizar” la utilizó Ricard en el enunciado y yo también la usé. Pero en lo global de la respuesta estaba clarísimo lo que yo quería decir. Ahora, a algunos sectores interesaba más decir que yo era una especie de fascista español que quería dar que hablar en castellano TV3 y españolizar Catalunya, como si fuera José Ignacio Wert. A un sector muy pequeño del independentismo le va bien pensar que soy un españolazo que quiere conquistar TV3 con el español. Pero nada tiene que ver con eso.

Explícate, pues.

— A mí, la apertura que estoy observando ahora en TV3, según qué contenidos, me parece positiva, porque yo no quiero tener televisiones públicas de nichos, sino de masas. Que gente que normalmente no ve TV3 tenga ganas de verla porque le han traído no sé qué personaje, o porque están haciendo no sé qué serie, eso es bueno para el país. Muy bueno. Hemos tenido momentos en los que TV3 ha representado mejor la diversidad de Cataluña y después hemos pasado por una etapa en la que esto se olvidó por completo. Ahora tengo la sensación de que se está recuperando: basta con ver el programa que hacía Ricard Ustrell hace seis años, el FAQs, y lo que hace ahora.

Siguiendo un movimiento simétrico, ¿las televisiones españolas que copan el dial con una treintena de canales deberían tener una mayor sensibilidad con Catalunya?

— Por supuesto, verdad. Y creo que es un esfuerzo que se está realizando desde la televisión pública en este sentido. Y hubo un intento de La Sexta, sobre todo en el 2017, de acercarse, pero no todo el mundo quiso entenderlo como algo positivo, al contrario. Creo que a estos sectores minoritarios del independentismo les va muy bien pintar a una España que es un ogro.

Jordi Evole, fotografiado en el exterior de la sede de su productora Producciones del Barrio, en Esplugues del Llobregat

Te entrevisté en el 2018 y me decías que, en cuanto al Proceso, te sentías en tierra de nadie. ¿Todavía es así?

— Yo sigo sin ser independentista, pero eso no quiere decir que no pueda ir a un acto diciendo que tachar de terrorismo los actos del Tsunami Democrático es una locura. Y sé que esto, para algunos, es difícil de entender. “Hostia, ¿qué jode éste aquí? Hostia, ¿por qué ha ido este acto? ¡Si éste no es de los nuestros!”

La polarización funciona aparentemente.

— No hay ningún interés en intentar deshacer la complejidad. A estos sectores les viene muy bien la simplicidad. Lo bueno y lo malo, el blanco y el negro. Creo que en Catalunya hay mucha gente tan tóxica como en la caverna española, y es bueno que digamos. Porque aquí, al final, acaba siendo facha incluso Esther Vera del ARA. Y esto no es normal.

¿Pero crees que esta dinámica se mantiene en el 2024?

— Se ha relajado muchísimo. Pero yo creo que nos quedan varios años de generosidad, por un lado y por otro, para superar una vez importante en la historia de este país. No sé si en mi tiempo viviré algo tan bestia como en octubre del 2017. Yo tengo amigos independentistas que miran atrás y dicen: “Uau, la que vamos liar!”. Y siempre les digo, hostia, yo, sobre todo, quiero que mantenga viva esta idea entre vosotros de “Joder-la-que-limos”.

En 'Lo de Évole' este año ha examinado también el 11-M. 20 años después, Aznar sigue diciendo que él no engañó. Cuando tú, después de hacer dos episodios para iluminar cómo se urdió esta mentira de estado, ¿ves que igualmente se persiste en ese relato indefensable, te afecta y te causa pesimismo?

— No, pero me avergüenza, porque pienso que esa persona no ha sido lo suficientemente valiente como para enfrentarse al capítulo más oscuro de su historia.

¿Y en cuanto a sus altavoces mediáticos? Que todos estos periodistas, como Pedrojota Ramírez, a los que entrevistaste, sigan perfectamente integrados en el sector, ¿no te desespera?

— Desgraciadamente, creo que la mentira pasa poca factura. Pero no aquí: es algo muy global. Y aquí, de algún modo, fuimos un poco precursores de este tipo de mentiras, porque el 11-M fue como un adelanto de lo que iba a venir. Es decir, la fabricación de una mentira oficial. Porque en el 2004 no estaban Trumps, ni Bolsonaros, ni Orbans, ni Abascals.

Pero veníamos de las armas de destrucción masiva que, precisamente, sirvieron para justificar una guerra.

— Tienes razón. Y fíjate que también es algo de lo que tanto Bush como Tony Blair han pedido disculpas, mientras que Aznar no lo ha hecho y eso dice mucho del tipo de personaje que es.

Has leído el libro El periodista y el asesino?

— No.

Cuenta un caso en el que un acusado de asesinato confía su vida a un reportero, creyendo que el otro le ayudará a difundir su relato. Pero el periodista escribe un libro que aún le condena más. La autora del libro viene a decir que, en el corazón de cualquier entrevista periodística, existe siempre una traición latente.

— Hay una frase que me gusta, que le oí decir a Juan Cruz, subdirector de El País: “O me entrevistas, o me quieres”. Me pareció buenísimo. En una entrevista hay momentos en los que tú no quieres mucho lo que tienes al lado porque, si no, seguramente no le preguntarías según qué. A mí a veces me cuesta entrar en este terreno, porque piensas: “Hostia, he creado aquí un clima de puta madre, y ahora voy a dar un hacha que a ver cómo remontamos”. A mí me gusta mucho como C Tangana, esta temporada, me dijo: “Sé que en algún momento me vas a hacer el lío”. Y tenía razón, claro.

¿Se te ha levantado alguna vez alguien en una entrevista, diciendo "hasta aquí hemos llegado"?

— Sí. Y tuvo un punto cómico. Era Esperanza Aguirre. Cuando la entrevista empezó a ir sobre la corrupción, llamó a su secretaria, o jefe de prensa, y empezó a decir: “María! Que son las 7, ¿cómo no me has dicho nada?" Y se levantó, y se marchó. Esto lo emitimos, sin embargo.

¿Y alguna que se haya ido tan temprano que no tengas suficiente material y se frustre la entrevista?

— Evo Morales se levantó en su momento de una forma... poco amable. Lo pudimos calmar, pero no incluimos ese momento de conflicto, porque fue el compromiso al que llegamos para poder continuar con la entrevista. Y de nuevo se enojó mucho, mucho, mucho... Joan Laporta.

¿Cómo fue?

— Estaba en su primera etapa de presidente y era cuando Laporta tenía que dar el salto a la política, pero aún no se sabía. Yo le dije que eso que se decía de presentarse por Catalunya le quedaba pequeño y le sugería que se presentara por España. Y él me dijo, “Hostia, ¡pues no me importaría!”. Era una buena respuesta y un buen titular. Pero se dio cuenta de lo que había dicho y se enojó muchísimo. Es la primera vez que hemos tenido que rebobinar una cinta y borrar la pregunta allí, frente a él. Si no, eso habría terminado muy mal.

Hoy que vas con el escudo del Barça e irás a ver el partido con el Nápoles: ¿tienes buena relación ahora?

— Creo que él ni se acordará de eso. Ha vivido muchas. Pero si no se acuerda, mira, le hago memoria, que seguro está leyendo el AHORA. Está bien que te pasen estas cosas porque lo aprendes. O como diría él: "¡Que aprendan!" (Ríe). Yo aprendí que nunca volvería a rebobinar una cinta para borrar una pregunta. Pero me pilló muy joven. Esto era quizás en el 2009. Y ya no he borrado ninguna otra.

Una entrevista que no se hace en directo, y, por tanto, que se monta después y con conciencia, ¿es siempre siempre un retrato del entrevistador?

— Por poco honesto que seas, con el material que tienes, y si no eres un manipulador... Esto es algo que a veces se critica, pero yo no me he encontrado con ningún personaje que se haya cabreado. Si hiciera un programa en directo, lo haría en directo y tan contento. Pero creo que, de alguna manera, todos querríamos poder editar nuestra vida. Yo sacaría muchos momentos, o le daría a veces más ritmo en la vida. Y, sobre todo, sacaría muchos momentos de mierda.

Algo sí ha cambiado, de cuando estuve aquí hace seis años. No era tanta pandilla. Hablemos de Jordi Évole empresario. Ésta no la debías de ver, cuando empezabas. ¿La productora es tuya?

— Tengo un socio, pero yo tengo el paquete mayoritario. Esto me hace pensar en algo que me dijo Juan Roig: queríamos entrevistarle, pero no fue posible, así que hicimos un programa sobre Mercadona, sin él. Mientras charlábamos, me dijo: ¡intenta que nunca haya un número par de socios superior a dos! Y lo he cumplido.

¿Alguna enseñanza más?

— Su despacho lo tiene, sin lujo alguno, justo encima de un supermercado y me llevó a pasear por él. Y explicándome cómo lo había hecho para triunfar, me enseña una de las botellas de vino de alguna de sus marcas propias. A diferencia de las botellas ordinarias, el culo de la botella no es cóncavo, sino plano. "Es que a mí no me gusta transportar aire", me dijo. Hostia, me pareció brillante.

¿Te ves escribiendo unas memorias?

— Es que no me apunto nada. Cada vez soy más batallitas, pero no soy nada ordenado. Y reconozco que tengo muchas lagunas, que no sé si también tienen que ver con la narcolepsia o la cataplexia.

¿Tu condición médica te ha hecho plantear dejarlo?

— De momento, con la afectación que tengo puedo ir echando perfectamente. Tengo que tener cuidado: tengo que medicarme y vigilar con la comida y la bebida, pero hay otros casos con la misma enfermedad que tienen unos cuadros mucho más chungos que el mío.

¿Cuántas horas trabajas al día?

— Depende, depende, pero cada vez intento trabajar menos. He aprendido a delegar, muchísimo. Es fundamental para no devolverte un esclavo de este trabajo, del que seguramente en otros momentos sí he sido esclavo.

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