Dejad a los niños fuera de la guerra… y del relato

No se me ocurre nada que me subleve tanto y me llene tanto de rabia como las muertes de los niños en la guerra. Su asesinato debería importar al margen de las ideologías, porque los niños encarnan la inocencia desvencijada por un mundo altamente deficiente, del que somos responsables, y ya ni siquiera lo heredarán. Un fracaso total. Y, sin embargo, algunos medios parecen considerar solo la muerte de los niños de un bando y no de los otros. Este domingo, tanto El Mundo como el Abc cuentan las historias de algunos de los menores secuestrados por la infame gente de Hamás. Y está bien denunciar la atrocidad. Pero uno sospecha que los niños que sufran la represalia israelí no merecerán honores de portadas. El otro día, el ex primer ministro del país Naftali Bennett echó una bronca inaudita e impropia a un periodista de Sky News. ¿Su crimen? Haber preguntado qué opinaba sobre el hecho de que, de cortarse la luz en Gaza, podían morir bebés que estuvieran hospitalizados.

En las redes abunda la instrumentalización de los niños para fines propagandísticos. Reuters informa, por ejemplo, de cómo está recirculando un vídeo del aparente funeral de un niño. De repente, suenan unas sirenas y el crío se levanta. Claro: esto se está utilizando para impulsar la narrativa de que las muertes de niños palestinos no existen y son escenificadas. Pero se trata de un vídeo de Jordania de hace tres años, al parecer de un falso entierro para desafiar las leyes de confinamiento del covid. Las barbaridades de Hamás tienen que fijarse sobre el papel. Pero las del lado israelí también. Si no, el medio está vendiendo el gato del activismo por la liebre del periodismo. Y lo hace, además, traficando emocionalmente con la muerte de niños. Pocas maneras se me ocurren de embarrarse tanto.