La entrevista, Juan Carlos, la entrevista
Juan Carlos el Emérito anuncia que le publicarán, en Francia, unas memorias. "Me están robando mi historia", es la magra justificación. Ya es suficientemente elocuente que un monarca saque un libro en primera instancia en un país vecino, a la espera de encontrar editorial española. Y que los beneficios sean para una fundación que, básicamente, se dedicará a hacer proselitismo de su figura y asegurar un dinero a las dos infantas. Pero, por favor, que se ahorre las lágrimas de cocodrilo. El exrey ha tenido muchas oportunidades para explicarse ante los periodistas y rendir cuentas sobre la gestión de su fortuna personal, su participación como conseguidor de negocios o las creativas prácticas fiscales con las que minimizaba su contribución a las arcas de cuyo Estado fue máxima figura institucional. Incluso su vida personal sería fiscalizable, teniendo en cuenta, tal y como se ha visto en algunos valientes documentales, todo el tinglado que tuvieron que mantener no pocos funcionarios para permitirle esa avalancha de expansiones sin que le afectara la imagen.
En vez de enfrentarse al juicio público, se largó de manera poco honorable. Durante su reinado, concedió migradas entrevistas, y siempre bajo condiciones perfectamente controladas. Una anomalía más. Ahora a Juan Carlos le han escrito más de 500 páginas, pero sigue eludiendo el ejercicio democrático de someterse a las preguntas de la prensa. El título del libro, Reconciliación, es una burla, porque se trata de un soliloquio en el que la otra parte –en este caso, el Estado al que falló– no tiene derecho a encararle a sus fallas y contradicciones. Que se lucre ahora con el libro es una nueva ofensa que pocos medios van a señalar. Más que leerlo, mucho mejor remirar a algún Woody Allen. Tales como Delitos y faltas, Otra mujer o Toma los dineros y corre.