La entrevista a Trump de los 16 millones de dólares
El domingo por la noche, justo después de que Donald Trump volviera de su viaje por Asia, concedió una entrevista al 60 minutes de la CBS grabada en su resort de Mar-a-Lago. El programa la emitió al día siguiente en versión reducida. Solo 28 minutos de una grabación que, en realidad, duró 90. La cadena colgó una versión digital más extensa de 73 minutos, especificando que es una "versión ampliada que ha sido condensada para una mayor claridad". Habría que aclarar qué se entiende por claridad, dónde están los 13 minutos que han desaparecido y los criterios de "condensación". El tijeretazo es escandaloso, sobre todo porque, hace exactamente un año, Donald Trump denunció a Paramount, la empresa matriz de la CBS, por haber recortado la entrevista a Kamala Harris en este mismo programa. A las puertas de las elecciones, Trump consideró que la edición había favorecido a la demócrata al hacerla parecer más elocuente, y que eso había afectado negativamente a su campaña. Meses más tarde, la Paramount resolvería el litigio pagando 16 millones de dólares a Trump para desatascar intereses empresariales que necesitaban el visto bueno de la administración.
Que ahora sea Trump el que se avenga al recorte provoca perplejidad, y es una incoherencia periodística flagrante que ha incomodado a la cadena. Al final de la entrevista, el presidente le recordó a Norah O'Donnell, la periodista, que él había cobrado los 16 millones de dólares y que ahora estaba muy contento con la nueva propiedad del grupo mediático. Para rematarlo, le dijo que ese momento podía recortarlo de la conversación, exhibiendo la falta de escrúpulos, la indiferencia ante la manipulación del contenido y el nivel de control que tiene sobre la emisión. El comentario, que desacredita periodísticamente al programa y a la CBS, lo omitieron en la versión televisiva de los 28 minutos, pero la presentadora se vio obligada a recordarlo en la introducción del programa para salvaguardar el poco honor que queda en la cadena.
La doble versión de la entrevista a Trump nos permite analizar las implicaciones de la edición. En la versión larga, las respuestas son eternas y O'Donnell no consigue interrumpirlo y, por tanto, en la versión televisada condensan tanto el discurso que la periodista queda reducida a un papel accesorio. Se eliminan los silencios y las divagaciones y absurdidades de Trump, lo que determina la percepción que el espectador tiene de su imagen. Trump tiene el control absoluto de la conversación. La emisión genera desconfianza sobre el contenido. Hace dudar de los criterios aplicados en la selección: qué se considera esencial y qué accesorio. Si se aplica un criterio estrictamente informativo se eliminan cuestiones no verbales, de carácter y simbólicas que afectan al criterio del espectador. Por ejemplo, se elimina el momento en el que él presiona a la periodista para que reconozca la mejora de la ciudad de Washington DC gracias a sus políticas de seguridad. El resultado cambia la finalidad de una entrevista presidencial. No es el periodismo quien fiscaliza al poder. Es el poder fiscalizando al periodismo.