Hablar de los jóvenes en terceríssima persona
BarcelonaLa mayoría de medios tradicionales tienen un problema evidente de conexión con los jóvenes: solo hay que mirar las estadísticas de consumo de prensa, radio y televisión. Es saludable que las nuevas levas desafíen todo lo que, para ellos, desprende olor boomer. La autoafirmación de cada generación se hace negando la precedente. Pero no viene de más girar el espejo y preguntarnos si los periodistas no estamos contribuyendo a la desafección: no vaya a ser que todo sea rebeldía postadolescente.
El Grup Barnils y el Consell Nacional de la Joventut de Catalunya han elaborado un estudio que, con permiso de Carles Porta, aporta luz a la oscuridad. Explica, por ejemplo, que el 34,5% de las noticias analizadas –la muestra se ceñía a piezas donde la juventud era uno de los temas– alimentan algún estigma; y, más preocupantemente, que el 20,7% de las piezas relacionan juventud y violencia. Otras disfunciones detectadas: que las instituciones públicas son la principal fuente a la hora de hablar de jóvenes, que a partir de casos particulares se alimenta un relato uniformizador, que se prioriza al joven hombre, de 18 a 25 años y de nacionalidad española (y, por lo tanto, se tiende a invisibilizar a las mujeres, las personas de origen extranjero o con grados de educación inferiores). La mayoría de estas distorsiones tienen un origen claro: se habla de los jóvenes en tercera persona, con lupa y mirada de entomólogo que acaba de descubrir un nuevo coleóptero particularmente desconcertante. Si no participan de los medios, lo más natural es que los jóvenes acaben yéndose a redes y plataformas que les permiten una conexión menos mediatizada. Cuanto más marquen la agenda del discurso, más se sentirán integrados en un sistema mediático que, hoy en día, está fracturado por cuestiones (también) de edad.