Sergi Mas: “Yo he venido a Andorra a vivir y, aunque suene mal, a morir”
Periodista
BarcelonaA Sergi Mas (Barcelona, 1964) se le encadenan las celebraciones. Hace dos semanas festejaba con su hijo el ascenso del Espanyol a Primera desde el césped de Cornellà-El Prat, y el último día de este mes de julio cumplirá 60 años. Varias generaciones de espectadores hemos reído con Sergi Mas: con Arús en el Força Barça, con Buenafuente en La Cosa Nostra, o con su imitación del presidente Montilla en el Polònia. En 2021 dejó Cataluña y se fue a vivir y trabajar a Andorra. En esta conversación, Sergi Mas explica cómo el cambio de vida le ha mejorado la salud.
Esta será la última entrevista que te haga antes de que el 31 de julio cumplas 60 años. ¿Cómo te suena: Sergi Mas, 60?
— No me lo esperaba. Hace cuatro días yo hacía un podcast y un programa que se llamaba Cinquenters. Pero hace cuatro días, ¡eh! Todo el mundo lo dice, que la vida pasa muy rápido. ¡Pero si con 21 años hice la final de la Copa de Europa Barça-Steaua, en Sevilla!
Cuando todavía eras del Barça...
— Pero a ver, Albert, la gente que dice esto: qué pruebas tiene que yo personalmente era perico o que ponía mi voz a un producto que se llamaba Força Barça? Estuvimos a punto de hacer Musho Betis y yo no soy del Betis. Yo, con mi padre siempre iba al campo del Espanyol y no siempre iba al campo del Barça. ¿Que he salido del armario? Si quieres decirlo así, sí.
¿Pero tú antes eras del Barça o del Espanyol?
— Yo era de los dos, porque mi padre me llevaba un domingo al campo del Barça y otro al campo del Espanyol.
Y el día que jugaban Barça-Espanyol, ¿quién querías que ganara?
— Te doy mi palabra de que me daba igual. Si un día vienes a mi casa, en Andorra, nada más entrar, hay una foto de mi padre y yo en la grada de Sarrià. Debo tener siete u ocho años. Podía haber cogido una del campo del Barça, pero ésta es muy chula. Cuando vi que era normal mostrar la bufanda, decidí decir que era del Espanyol. José María García podías suponer que era del Madrid, pero no lo sabías. Llega De la Morena, dice ser del Atlético de Madrid y acaba siendo líder de la radio deportiva.
¡Fíjate si debe ser espinoso, eso de los 60 años, que nos hemos ido al tema Barça-Espanyol! ¿Cuáles dirías que han sido los mejores años de tu vida?
— Profesionalmente, he tenido dos momentos clave: Arús y Jorge Salvador, y Buenafuente y su troupe. Son etapas muy buenas, yo he reído mucho trabajando. En los años 80, pencábamos muchas horas al día. Hacíamos elArús con leche, un programa despertador que lo escuchas ahora y es políticamente más que incorrecto. Madrugábamos, gravábamos un programa que se llamaba Al ataque, después hacíamos todos los partidos del Barça... Pero si me pides los mejores años profesionales y personales quizás son los de La Cosa Nostra, porque me coincidió con que tenía una nueva pareja. Fue tocar el cielo personal y profesionalmente. Tenía 35 años, me operé de la vista y me dijeron “quizás a los 50 volverás a necesitar gafas”. Y yo pensé “uy, cuando tenga 50...”.
Tienes tres hijos y te has divorciado dos veces. ¿Últimamente piensas más en ser abuelo o en volver a casarte?
— Uy, abuelo, no. Y volverme a casar lo veo antiguo. Vamos a vivir juntos y a ver qué ocurre. Es una opción que deseo, pero sin obsesión.
O sea, ¿prefieres volver a tener pareja que ser abuelo?
— Hombre, hombre, hombre. En este caso, creo que no voy equivocado si digo que mis hijos –ni Genís, ni Claudia ni Abril–, a sus edades, tienen muchas ganas de ser padres o madres. Alguna vez he dicho a mis hijos: “Si os falta un riñón, coged uno mío. O si os falta un corazón. Pero no tengáis hijos”. Porque es una ilusión pero, a su vez, una preocupación.
¿Tú ahora no habrías tenido hijos?
— Claro, es que esto suena a titular y no lo merecen. Lo mejor que he tenido son mis hijos. Mis prioridades son mis hijos, mi salud y mi trabajo, por este orden. Hay una frase que es mía, pero que tampoco es tipo Sócrates, como si dijéramos: la vida es maravillosa, pero este mundo es una mierda. No me gustan los valores de este mundo, los postureos...
¿Te gustaba más el mundo en el que creciste?
— Sí, sí, a mí me encantaría que todo el mundo volviera a los años 80 o a los 70. Yo tengo móvil, pero voy con libreta. Un tipo de mundo más normal, la cultura del esfuerzo...
Después del tiempo que ha pasado, ¿sabes ya cuál es el motivo último que te hizo dejar Catalunya e irte a vivir a Andorra?
— Te diré lo que me contestó un gran amigo mutuo como es Cristian Garcia: "¿Y por qué no?" Yo llevo 39 años de autónomo, colaboraba en TV3, Catalunya Ràdio y Radio Marca, cuando me sugirieron ir a Andorra a dirigir una emisora de seis trabajadores.
Pero era Andorra, significaba un cambio de vida. ¿Te apetecía cambiar de vida?
— Sí, me apetecía. Aquel entorno me atraía, quizá sea la altura, que ahora me ha curado de las cosas que sufro. Yo tengo un organismo muy delicado, tengo el esófago muy irritable. En 2018 estuve una semana en la UCI. Tengo un soplo en el corazón, que nunca se ha manifestado, y en la carótida una cierta obstrucción, de la que debo medicarme y vigilar. Y todas estas mierdas, ahí han desaparecido. Llevo en Andorra dos años y medio y ni un resfriado, y sobre todo ni un desmayo. Me he desmayado en TV3, diez minutos antes de hacer una entrevista a los hermanos Torres en TVE, en la calle, en un Mediamarkt de Girona con mis hijas delante, y me he desmayado en casa... Esto hace dos años y medio que no me ocurre.
¿Cómo te explicas que en Andorra nunca te haya pasado?
— No sé, no se lo he preguntado a ningún médico, pero debe ser la altura, segurísimo, el agua, el aire. Y yo creo que también el ritmo. Este ritmo canario de "ya lo haremos". Cuando llegué a Andorra empecé un programa de radio y quería entrevistar al jefe de gobierno el primer día. “Eh, que llega Sergi Mas”. Me dijeron que sí, pero que lo haríamos al cabo de dos meses. Y le entrevisté, dos meses después. Y no ocurrió nada. Si te adaptas, y yo creo que he hecho profesional y personalmente muchas cosas para adaptarme, acabas teniendo un ritmo de vida muy andorrano. Yo ya no corro nunca para tomar un autobús, aunque esté a diez metros. Al cabo de diez minutos pasa otro.
¿Ya no tienes casa en Barcelona?
— No, me vendí el piso, hice el negocio de Roberto y las cabras... Es que cuando bajaba a Barcelona, pensaba que me habrían entrado okupas. ¿Qué hacía pagando una hipoteca de un piso si venía dos o tres veces al mes? Barcelona es para mí un monstruo admirable, pero de dimensiones incalculables. Ir a Andorra es volver al pueblo.
¿Quiere esto decir que te ves jubilado en Andorra, dentro de unos años?
— Tengo otra frase: yo he venido a Andorra a vivir y, aunque suene mal, a morir. Si no hay ninguna cuestión de salud que me obligue a estar en Barcelona, que espero que no, yo me quedo ahí. Y mira que soy urbanita: autobuses, humo, nunca he tenido espíritu montañero.
Ahora ha terminado el trabajo por el que fuiste a Andorra, en la Cadena Pirenaica, pero has decidido quedarte. ¿Tienes un nuevo trabajo?
— He abierto hace tres meses una agencia de comunicación para asesorar a las empresas y las instituciones de Andorra porque lo que ocurre es maravilloso. Y lo que ocurre en Andorra, el 98% de las veces se queda en Andorra. Esta semana hay un festival de jazz buenísimo en Andorra. Viene Toquinho, yo me enamoré con una canción de Toquinho. Y viene Kyle Eastwood, el hijo de Clint Eastwood, a tocar. Si viniera a Barcelona, sería la bomba.
Nos has hecho reír mucho con tus programas y decías que tú también lo habías pasado muy bien. ¿Puede que últimamente el humor ya no sea tan importante para ti?
— No, porque uno va evolucionando. Pero me cuesta mucho olvidarme de la ironía, siempre procuro contestar con un chiste. Constantemente, necesito el humor. Las pocas veces que coincido con mis tres hijos es mi momento de máxima felicidad y necesito verlos con una sonrisa. Necesito que mi entorno profesional y personal esté de buen humor, porque alguna vez que no ha sido así, he cogido y me he ido.
Es que te veo como más zen.
— Es verdad. No es que me retire, porque todavía tengo cosas que hacer y quiero hacer muchas, pero sí la frase esta de dar un paso al lado. Que viene gente muy joven, con mucha sabiduría, con muchos idiomas. Esta generación que ahora tiene 20 o 24 años sube muy potente, también con algo de tontería, todo debe decirse. El otro día un hombre estaba contento de haber coincidido conmigo, y su hija debió pensar “¿quién es ese hombre calvo?”.
¿Cuál es el último recuerdo que tienes de ti peinándote?
— Ja, ja, muy buena pregunta. Mira, antes de ir en tren a un partido en Santander para Ràdio Sabadell, en mi casa, peinándome, yo me hacía la raya al revés de cómo se la hace todo el mundo. Ese día vi como un claro aquí en el frontiscipio... Mi padre era calvo y yo ya ves cómo estoy.
Has hecho programas de mucho éxito, ¿pero tienes alguna espina clavada en esta profesión?
— Mira, cuando estábamos haciendo La Cosa Nostra, con un equipo espectacular, Andreu tuvo un pequeño problema de salud y teníamos que decidir qué hacíamos. Allí surgió la idea, cuando Andreu se recuperara, de tener dos late show seguidos: uno más convencional y después uno más gamberro, que lo presentara yo. Es una idea que se trabajó y después no se hizo. Esto me hubiera encantado.
¿Cuál es la última inquietud que tienes ahora mismo?
— Que pueda tener algún problema de salud, porque con las edades que tenemos, Albert, cuando tienes una llamada que no esperas, muchas veces es “¿sabes quién se ha muerto?”. Es una inquietud con la que no convivo todos los días, pero ahora que estoy en un momento de paz, de salud, de tranquilidad, sería una mierda que me muriera. Alguna vez pienso que de la forma en que he trabajado y estoy trabajando, déjame diez años más, quince, veinte. Esto es una inquietud, porque por lo demás quiero seguir produciendo y haciendo cosas, dando la cara o sin dar la cara. El mercado ya acabará apartándote.
En la última actualización, ¿cuántos cortes de radio tienes en tu archivo?
— Mira, tengo el móvil conectado a un servidor que me he comprado de cuatro terabytes. Si me pides un corte de García o de quien sea, puedo ponerlo ahora mismo. Más de 18.000 cortes. Tendré que hacer una donación. De hecho, estos cortes los tiene El Periódico, por si algún día tengo algun parraque...
Las dos últimas preguntas son iguales para todos. ¿Conoces alguna canción de El Último de la Fila?
— Como un burro amarrado en la puerta de un baile, porque es superoptimista, y cada vez que la escucho, yo que no sé bailar, sin querer, me pongo.
Las últimas palabras de la entrevista son las tuyas.
— [Hace un silencio muy largo] Sin pregunta, claro. Difícil, eh. La vida es chula. Ya sé que suena mucho a Pau Donés, pero la vida es muy chula. Y, sobre todo, tenemos que reír todos los días. Por malo que sea el chiste, tenemos que reír todos los días, porque son cuatro días.
Sergi Mas ya no toma el coche para bajar de Andorra a Barcelona. Ha venido en autobús –15 euros, 2 horas y 40 minutos, wifi–, ha salido con 7 grados de temperatura y ha llegado a Barcelona con 20. Nos ha citado en un restaurante del barrio de Les Corts. Uno de los socios es su sobrino Quique, que lo ha abierto expresamente, primero para la entrevista y después para darnos almuerzo.
Antes era un restaurante vasco, llamado Lagunak. Los nuevos propietarios, desde hace aún no dos meses, le han dado la vuelta al nombre y ahora es Can Ugal. Fue el primer restaurante de Barcelona donde cenó el nuevo entrenador del Barça, Hansi Flick, con su familia. El sobrino es, "sobre todo era", muy del Barça. Tanto, que en el 2009 saltó al Camp Nou para increpar al árbitro Rubinos Pérez después de que expulsara a Marc Muniesa el día de su debut.