Entrevista

Pedro J. Ramírez: "Puedo jurar sobre la Biblia que nunca he publicado una cosa falsa sabiendo que lo era"

BarcelonaHace 42 años ininterrumpidos que ejerce de director y es uno de los periodistas más relevantes de la España del último medio siglo. Temido, admirado, odiado... publica el primer volumen de sus memorias periodísticas con Planeta, un libro apasionante titulado Palabra de director. Durante la entrevista, hablamos sobre el valor de esta palabra, de cloacas periodísticas, del vídeo sexual con el que intentaron desactivarlo y de las coberturas más polémicas que ha protagonizado.

Usted subido a una mesa de Diario 16. Tiene 28 años y es su primer discurso en la redacción como director. Entona la frase del general Ridgway en la Guerra de Corea: "¡Estamos rodeados! ¡El enemigo no escapará!" ¿Concibe desde entonces el periodismo como una guerra?

— No, pero para Diario 16, en aquel momento, sí era una batalla por la supervivencia. El diario había nacido mal: era un vespertino cuando este mercado estaba en las últimas. Y, encima, no había conseguido representar una alternativa a El País. Teníamos pocos medios y una rotativa que la llamábamos de la Señorita Pepis, porque no era mucho más que una fotocopiadora grande. Y, para rematarlo, teníamos de vecino al diario ultra El Alcázar, en la tercera planta. ¡Un poco rodeados sí estábamos...!

En el libro pasa cuentas con el primer director de El País, Juan Luis Cebrián, que en sus memorias y comentando el papel de la prensa el 23-F se jacta de haber sido el único en sacar una edición especial el mismo día. "No es que no tengas medios, es que no tienes huevos", escribe que le dijo.

— Todo quedó desmontado cuando reproduje la fotografía de nuestra edición extra, con las unidades que estaban disponibles. Hace tiempo que Juan Luis dejó de insistir en esta puerilidad. Hay dos diarios que salimos. Ellos un poco antes, de acuerdo, pero solo porque tenían más medios.

"Nunca podría ser ni rojo ni azul". "Estoy con la izquierda de la derecha, con la derecha de la izquierda". Son frases del libro. Sin embargo en la primera redacción de El Mundo había mayoría de periodistas de izquierdas. ¿Cómo lo gestionó?

— He conocido a muchos más periodistas de izquierdas que de derechas. En cierto modo, toda actividad intelectual implica una inquietud y una ansia de cambio y de contribuir a mejorar la sociedad que se corresponde habitualmente con posiciones progresistas. Ahora bien, entre estos progresistas también estamos un grupo de liberales y muchos, muchos socialistas... y más allá. Un liberal siempre tiene que considerar que el pluralismo de opiniones enriquece al lector. El debate interno mejora el diario.

Pero tiene fama de director absolutista.

— Oh, sí, claro. Es que, una vez hecho el debate, el director tiene la última palabra. Y yo lo ejerzo.

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Cuando funda El Mundo, Banesto entra con un 4% del capital. Más de 30 años después, ¿no ve la semilla de una relación cargada de conflictos de intereses entre la prensa y el poder económico que ha llevado al sector a dependencias poco decorosas?

— Otros bancos han tenido, y siguen teniendo, participaciones mucho más grandes en otros diarios. A mí no me parece mal que una institución financiera, una empresa inmobiliaria o una fábrica de cerveza pueda participar en el capital de un diario, si lo hacen de manera minoritaria y sin pretender condicionar la línea editorial. El Mundo publicó cosas que le iban a la contra a Mario Conde cuando era presidente de Banesto y el banco seguía siendo accionista.

Supongo que leyó el libro de uno de sus sucesores, David Jiménez, titulado El director. ¿Reconoce la existencia de lo que él denomina Los Acuerdos, que no dejan de ser pactos empresariales que comprometen la línea editorial?

— A David le falta un poco de perspectiva, porque solo fue director un año. ¡O quizás a mí me sobra, por haberlo sido 42! Pero pasa más de una década entre 2006, que es cuando acaba mi libro, y lo que él vivió. Entremedias, llegó la crisis de las subprime y la convulsión económica lo fue a nivel mundial y en todos los sectores. En el de prensa, cayó la publicidad y cayó el quiosco, porque bajó el consumo. A esto súmale una revolución tecnológica que ofrece una alternativa gratuita a los contenidos por los que los lectores más interesados habían estado pagando.

El sector se hunde, sí.

— Pues es aquí cuando el poder pasa de los directores a los gerentes. Ya no se venden noticias a los lectores, sino que se venden lectores al poder. Y algunos lo han hecho con más virtuosismo que otros. Pero los problemas que crea la tecnología también los resuelve la tecnología, porque los costes industriales se han reducido y hay medios nativos que somos viables y estamos ganando dinero, ni que sea en términos mucho más modestos que antes. Pero es verdad que hay un exceso de dependencia publicitaria, sea en forma de campaña, sea en forma de acuerdos.

Si su legendario enfrentamiento con Felipe González fuera un marcador de fútbol, ¿qué resultado mostraría?

— ¡Aquí me está poniendo una broma macabra en bandeja...!

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Lo veo venir...

— ¡Una X, claro! [Se ríe]. ¿Que no quiere decir un empate, eh?

La famosa X proyectará ya por siempre jamás una sombra incómoda sobre la figura del expresidente, pero González solo declaró ante el Supremo como testigo. ¿La prisión de papel, como dice usted, es un premio de consolación suficiente?

— Es que es el único premio que a mí me importa. Yo no quería que Felipe, Barrionuevo o Vera estuvieran años en la prisión: lo importante para mí y mi equipo era que la verdad histórica quedara acreditada por pruebas fehacientes. Y hay una sentencia firme en cuanto al ministro del Interior y su número 2. Y, claro, ¿cómo puede ser que el presidente del gobierno no sepa que su ministro del Interior tiene secuestrado a un señor en una cabaña de Cantabria durante diez días? ¿O que agentes de la Guardia Civil, a las órdenes del ministerio, han hecho desaparecer a Lasa y Zabala?

Consigna que González le dijo esta frase terrible: "Si ellos dejan de matarnos a nosotros, nosotros dejaremos de matarlos a ellos". Y que ante su sorpresa se lo repitió. ¿Lo había explicado alguna vez antes?

— No con tanto detalle. Fue el 7 de diciembre de 1987. Se celebraba el aniversario de la Constitución en el Congreso y me abordó. Yo había escrito un artículo titulado "Un presidente que no nos merecemos". Enseguida pasó del sarcasmo a la agrura extrema. Quizás lo que falta es poner negro sobre blanco cuál fue la consecuencia. Un año después de que dijera esto empezaron las negociaciones de Alger, con seis o siete sesiones con representación de González al máximo nivel. Visto con perspectiva, nos podríamos haber ahorrado una parte de los 25 años de terrorismo que van desde estas declaraciones de Felipe hasta el fin de ETA, que se consigue en tiempos de Zapatero.

El otro gran enemigo suyo, para seguir con la metáfora militar, fue el grupo Prisa. Se esforzó mucho para demostrar que bajo la pátina de prestigio de El País había una connivencia con el PSOE grosera. Pero nunca los pudo avanzar en ejemplares. ¿A qué lo atribuye?

— Bueno, en papel no, pero en internet los barríamos, ¿eh? Y compensábamos.

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Hasta que les robaron todo el equipo digital. Bueno, robar, digamos pescar.

— No, no, un robo con todas las letras. Presentamos una demanda por competencia desleal. Pero como nuestra ventaja de lectores todavía se hizo más grande, cuando se juzgó no pudimos acreditar el mal causado. En todo caso, ellos hicieron trampa y los acabaron echando del OJD, que es quien medía las audiencias entonces.

Argumenta que El País mintió, con el editorial sobre su vídeo sexual en el que lo acusaban de inventarse una relación delirante del asunto con los GAL. Que también lo hizo Diario 16, cuando ya no lo dirigía, para desacreditarlo. ¿Usted admite alguna mentira de El Mundo durante su mandato?

— El editorial de El País fue infame y falaz, y no lo digo yo sino la sentencia del Supremo que establece que el vídeo, efectivamente, fue un montaje de personas vinculadas a la trama de los GAL con el propósito de cambiar la línea informativa y editorial de El Mundo. Y las críticas de Diario 16 se referían a cuando sacábamos la historia del rey Juan Carlos y Marta Gayá y ellos nos acusaban de estar en una conspiración internacional. Pero yo siempre he buscado la verdad y por eso, abriendo el libro, está la cita de Séneca: "La vida busca la verdad". Pero la verdad se escribe con minúsculas, porque el periodista solo puede conseguir una parte de la verdad. Lo que puedo jurar sobre la Biblia... bueno, o sobre el honor de la profesión, es que nunca he publicado una cosa falsa sabiendo que lo era.

¿Cuándo aparecerán, entonces, las cuentas en el banco Lombar Odier de Suiza que denunciaba El Mundo en 2012? Fiar una portada de este alcance a un papel de la UDEF sin sello ni firma ¿no desprende un tufo de operación de escombro justo como las que usted denunciaba contra su diario?

— Tuvimos un fuerte debate interno. Hubo gente que consideraba que había elementos para publicarlo y otros que no. Para tomar la decisión, tuve en cuenta el contexto: poco antes, había recibido presiones para no publicar las informaciones relacionadas con las cuentas de Liechtenstein del padre de Artur Mas. Y aquello era una continuidad de toda aquella bola que nos intentó hacer creer, diciendo que su DNI estaba en aquella cuenta pero que él no lo sabía y que su padre ni siquiera le habló nunca de aquel dinero.

¿No se sintió instrumentalizado, pues, teniendo en cuenta que el banco en cuestión desmintió la existencia de estas cuentas y que el papel era apócrifo?

— A ver, el principal sindicato policial acreditó la veracidad del documento.

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Pero nadie se lo quiso atribuir.

— Era un documento de trabajo de la policía y, por lo tanto, un elemento que podía servir de fuente informativa. Si repasamos lo que se dice en el documento, hay más cosas acreditadas que no.

Pero toda esta circulación de documentos procedentes de fuentes policiales opacas, ¿no son en el fondo diferentes galerías de las mismas cloacas que en su momento atentaron civilmente contra usted por su célebre vídeo sexual?

— Cuando los diarios explicamos cosas infernales, como lo son las tramas de terrorismo de estado o la corrupción orquestada por el poder, es inevitable que las fuentes también sean infernales. Es en las cloacas judiciales donde se incubó el personaje de José Amedo. O Luis Roldán, aunque viniera de la política. Siempre hay alguien, gente que puede destaparlo todo. Con aquella información, lo esencial era la verosimilitud. ¿Era verosímil? ¿Encajaba? Ya en aquel momento era muy verosímil. Y si añadimos lo que hemos sabido después sobre la corrupción de la familia Pujol... Francamente, me alegro mucho de haberlo publicado.

Que el entorno próximo de González estaba implicado en el asunto del vídeo sexual quedó demostrado judicialmente. Pero en el libro va más allá y sugiere que Polanco se prestó a aportar el dinero necesario para hacerlo correr. Es una acusación muy grave.

— Bueno, esto es atribuido a Mario Conde, y Antonio Asensio me habló de ello, también. Pero lo que aporto, sobre todo, son indicios abrumadores de que el propio González estimuló el montaje de mi vídeo sexual y estuvo implicado en los esfuerzos para impulsar su distribución.

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Se esfuerza mucho en establecer que nunca ha hecho política. Pero al mismo tiempo admite haber hecho de mensajero discreto entre políticos. O deja caer que fue el autor intelectual de la ilegalización de Herri Batasuna y quien primero la puso sobre la mesa.

— Pe-rio-dís-ti-ca-men-te. Pero es verdad que yo sabía que Aznar lo tenía en la cabeza porque me lo había explicado. ¡Ojalá tuviera siempre en la cabeza qué harán los gobernantes, para pronunciarme a favor o en contra! En aquel caso, estuvimos a favor.

"No me interesaba el poder, pero sí la influencia". ¿La influencia no es el poder verdadero, puesto que se hace desde la sombra y sin fiscalización posible?

— ¡Hombre...! El beneficio de no ser fiscalizable... ¡y el inconveniente de no tener consecuencias ejecutivas! El poder es quien envía un proyecto de ley al Parlamento, consigue los votos suficientes y después lo publica en el BOE. El poder es el BOE.

No solo, no solo...

— El poderoso escucha a mucha gente pero algunos intentamos ser persuasivos y argumentar mejor que otros. A veces te hacen caso, pero otras lo que dices les entra por una oreja y les sale por la otra.

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Mientras El País añadía la palabra "ETA" en su portada de la edición especial del 11-M, usted la sacaba del titular de primera página, según dice por un "presentimiento". En cambio, la percepción es que el diario, a partir de entonces, mantuvo la teórica vinculación etarra con los atentados de Atocha hasta mucho más allá de lo que era razonable.

— Es un estereotipo que si se contrasta con la hemeroteca se demuestra falso y que está alimentado por quien quería que se cerrara cuanto antes mejor toda pesquisa sobre el 11-M. No hay duda de que se impidió a la policía que siguiera líneas de investigación que vinculaban a etarras e islamistas.

¿De verdad cree que ETA estuvo implicada de alguna manera?

— Si lo estuvo, debía de ser en un aspecto muy marginal o logístico, o de relación intelectual. El 11-M fue demasiado profesional como para que hayamos podido descubrir todos los detalles todavía. Mucho más profesional, de hecho, de lo que lo ha sido ningún grupo terrorista de los que hemos conocido en España, incluida ETA.

¿La fusión con Recoletos fue un error? Ustedes no tenían deudas, pero las ganas de crecer de golpe los empujaron a comprar un grupo mucho más grande que Unedisa, la editora de El Mundo.

— Yo ya era un pequeñísimo accionista, entonces.

Pero se lo pregunto como director que sufrió las consecuencias. Todo empieza a ir mal a partir de aquel momento.

— El accionista RCS, que tenía un 90% de la editora, hizo una buena operación pero el precio era un disparate. No vieron la que les venía encima. En 2005 habría sido una operación extraordinaria. Pero, dos años después, era ruinosa.

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¿Lee todavía El Mundo cada día?

— Sí.

¿En papel?

— ¡No! Ya cuando dirigía El Mundo no lo leía en papel. No leo ningún medio de comunicación en soportes que no sean los digitales.

Con su director actual, El Mundo me parece mucho más escorado a la derecha que durante su mandato. ¿Comparte el diagnóstico?

— Sí, es preciso. Yo también lo percibo así. Y también lo sienten así los compañeros que todavía están, y con los que hablo a menudo.