No, 'La Razón', ser franquista no es el nuevo punk

El día de ir a misa, el diarioLa Razónmantiene una sección llamada Contracultura en la que lanzan homilías ultraconservadoras barnizadas por una capa de discurso encaladero y gusano. Hoy tocaba el turno de legitimar el neofranquismo que muestran algunos jóvenes de la generación Z. El diario se preguntaba retóricamente si esa adoración por el viejo régimen era "el nuevo punk". El artículo sencillamente pudo ocupar dos letras —"no"— pero tener que llenar todo el espacio reservado favorecía escribir cosas como "lejos de una especie de resurgir furibundo del franquismo, como ha querido vender buena parte de nuestra izquierda , parece más bien una reacción frente a años de conflicto forzado". El articulista se sustenta en la parafernalia nazi que algunas bandas de este género lucían a finales de los setenta y principios de los ochenta y lo vincula al malestar social. Es cierto que el punk era reactivo, y que algunos grupos adoptaron simbología nazi como parte de una provocación banal poco meditada: sólo hace falta ver cómo los miembros de Joy Division y New Order, cuarenta años después, todavía deben ir explicando que no eran nazis sino unos jóvenes bobos cuando eligieron su nombre. Era parte del merchandising estético, al final. Y si Lemmy Kilmister, cantante de Motörhead, tenía una colección de parafernalia nazi era para recordar lo quenodebía repetirse.

En los influencers neofranquistas no sólo existe una apropiación estética del franquismo, aunque sea para hacer cabrear a los padres o al sistema: hay una defensa explícita y no irónica de la dictadura. El malestar joven será compartido, y real, pero habría que ver cuántos de estos jóvenes contestatarios del "cono Franco vivíamos mejorvan a escuelas de élite y llevan zapatillas caras compradas aún por los papis. Legitimar la nostalgia del Caudillo obliga a contorsiones francamente extrañas.