Los archivos de Epstein y la saturación como coartada
Los archivos de Jeffrey Epstein que el departamento de Justicia de Estados Unidos ha hecho públicos son terriblemente sórdidos. Cada vez que se habla de ellos se presentan como una promesa de luz y transparencia, pero, cuando vemos nuevos documentos, el resultado es cada vez más oscuro y confuso. La magnífica crónica de Nicolás Valle en Telediario fin de semana del sábado al mediodía lo contó muy bien. Merece la pena que la recupere a través de la plataforma 3Cat. El montaje ágil de imágenes con cajas, papeles con fotografías y textos censurados era una forma de provocar en el espectador esa sensación de alud inabarcable de documentos. "No es la verdad completa. Es el intento de que el caso Epstein se convierta en el Caso Clinton", apunta el periodista para remarcar un sesgo sintomático: buena parte de los documentos publicados contienen muchas escenas vinculadas a Bill Clinton. En cambio, la escasa presencia de Donald Trump se convierte en simbólica y nada inocente: "Donald Trump aparece de forma marginal. Y cuando lo hace insinúa que tiene un pene descomunal", afirma Valle acompañándolo de la imagen que lo justifica. El relato de la noticia es más un análisis que una descripción y da a entender que la selección de documentos no es aséptica sino interesada.
Valle destaca: "No es tanto lo que sale sino lo que falta", refiriéndose a la gran cantidad de papeles manipulados con recuadros negros que ocultan buena parte de la información. El periodista incluye el testimonio de los familiares de las víctimas que critican la censura y que se utilice el caso como un "juguete político".
La crónica, de dos minutos y medio de duración, funciona por acumulación. Subraya el patrón de las escenas que se representan: "amistades, encuentros, viajes y silencios". Pero refuerza la inquietante percepción de todo ello: "Es una letanía incómoda que atraviesa décadas de poder, dinero y fama". Estos tres ejes que vertebran la historia es lo que añade ambigüedad a las fotografías: algunas parecen escenas de simples encuentros sociales y otras, con jacuzzis y chicas desnudas, delatan el contexto perverso de abuso sexual.
La crónica sabe conectar muy bien con la sensación de perplejidad que provoca todo. Da un argumento que ayuda a comprenderlo: la falta de contexto. El periodista aclara que muchas de las fotos no tienen fecha ni detallan las circunstancias. Concluye: "En lugar de contar ayudan a confundir. Donde los posibles delincuentes quedan disueltos en la multitud". La mezcla de celebridades (desde Noam Chomsky hasta Michael Jackson pasando por Woody Allen, Mick Jagger o Ehud Barak) y la combinación de comidas festivas con escenas sórdidas con menores acaban actuando como un dispositivo de ruido más que de revelación. La abundancia de imágenes, desordenadas y descontextualizadas, opera como sistema de opacidad. El exceso diluye el relato y difumina sus responsabilidades. Curiosamente, la desinformación, la fragmentación del relato y la saturación sin jerarquía que despersonaliza la culpa en los ámbitos de poder acaban convirtiéndose en un homenaje cínico a las tesis del propio Chomsky.