Pausas publicitarias donde no tocan
Después de la emisión de Te harán un hombre, el Sin ficción donde Àlex Gorina explicaba que fue víctima de una violación grupal en el servicio militar, el crítico de cine denunció, con toda razón, que TV3 hubiera insertado una pausa publicitaria en medio de su relato. Cuando empezaba a intuirse que explicaría unos hechos dramáticos, las últimas palabras perdieron el sonido, la imagen se fundió a negro abruptamente y empezaron los anuncios. No fue una pausa cualquiera. Fueron once minutos de anuncios y autopromociones de la cadena. Once. Una falta de respeto al testimonio, a los autores del documental, al programa y, por supuesto, al espectador.
No es la primera vez que pasa y, de hecho, no hace falta ir muy lejos. Otro ejemplo lo vimos este domingo, en el 30 minutos dedicado a la tragedia en Valencia. También quedaba cortado por los anuncios tras el testimonio sobrecogedor de un hombre que lloraba porque había perdido su negocio y toda la sabiduría que su padre había depositado en la empresa, que él no sabía recuperar. Toda la tensión narrativa que se había acumulado hasta entonces se marchaba apresuradamente por unos anuncios insertados allí con toda la perspicacia posible: nos embutieron ocho minutos de anuncios cuando sólo quedaban dos minutos y cuarenta segundos para terminar el reportaje. Volviendo de la publicidad, sólo faltaba la breve conclusión, que quedó desconectada del relato.
Estas estrategias de poner los anuncios cuando sólo faltan un par de minutos para terminar son propias de las cadenas privadas y sirven para enganchar al espectador al programa siguiente. Cortan poco antes de que acabe, conscientes de que la audiencia no querrá perderse el final, y así, después, enlazan directamente con el siguiente programa. Tampoco es casualidad que los anuncios los pongan en los momentos más trágicos. Cuando llega el clímax narrativo, dan paso a la publicidad porque es el momento en que la audiencia tendrá más necesidad de mantenerse frente a la pantalla. La sensibilidad ha desaparecido en beneficio de la caza del dramatismo con fines comerciales. Recordemos que para el documental La fuga, sobre los abusos de los jesuitas, aprovecharon el testigo de una víctima llorando frente a cámara para promocionarlo durante la semana.
La práctica también demuestra cuáles son los programas que TV3 tiene ganas de tratar muy bien y vender sus cifras y cuáles les importan más bien poco. El forastero, con un éxito abrumador, tiene pausas de un minuto brevísimo que se encargan de señalar con una cuenta atrás. Otros espacios, como Zenit o Euforia, cuando hace falta incluso pueden llegar a emitirlos sin pausas. Pero el Sin ficción y el 30 minutos quedan fragmentados por cortes eternos de publicidad.
Se trata del todo por la audiencia a unos niveles impropios de una televisión pública que copia las estrategias de las cadenas privadas sin tener en cuenta ni el respeto por la obra documental ni la sensibilidad. Y esto no son "errores técnicos", son criterios humanos perfectamente planificados.