'Respira': una serie de médicos hiperventilados

Netflix ha estrenado Respira, una serie que se ajusta a los tópicos más flagrantes de las ficciones médicas. Esta pasa en un hospital público de Valencia a las puertas de una huelga de profesionales para protestar por las condiciones de trabajo. Pretende reivindicar la sanidad pública, pero no desde el realismo, sino más bien desde una emocionalidad y un drama que resultan grotescos.

Respira es una mezcla de Grey's Anatomy y ER a la española, aprovechando algunos códigos visuales tomados de House, MD. Hay mucho travelling por los pasillos mientras los médicos caminan apresurados. También se recurre al primer plano con el fondo desenfocado para intensificar la tensión, creando una imagen algo difusa de un hospital. Hay una crispación narrativa constante, en la que todos los personajes están a la defensiva, desconcertados, estresados o malhumorados. Los diálogos son afectados y muy artificiales, puedes oír el ruido del teclado de los guionistas escribiendo frases impactantes: “¡Empieza la huelga! ¡Cerramos a la paciente y nos vamos!”, grita un cirujano a pesar de que no hayan terminado una intervención oncológica. La intervención ya no empezaba muy bien con los responsables discutiendo sobre la mesa de operaciones: “¡Esto no va de tu guerra o la mía!”, se gritan mientras remueven el interior de la paciente.

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El casting es prodigioso, y ha logrado que el personal médico cumpla con los requisitos más exigentes de la belleza hegemónica. El espectador está obsequiado con escenas de vestuario de los residentes donde muestran unos pectorales y unos abdominales en perfecto estado de revista para llevar a cabo una clase magistral de anatomía. La serie prefiere a los personajes masculinos que a los femeninos. Ellos tienen una actitud heroica y es sobre quien recae la mayor parte del drama. Son intensos y viven el conflicto con una trascendencia extasiante. Los roles femeninos, en cambio, son los que sufren las consecuencias de las tramas masculinas. Son mujeres muy trabajadoras y, por tanto, más aguafiestas porque van al grano. La gran antagonista es la presidenta de la comunidad, de derechas y con brazalete de la bandera española, que prefiere ser atendida en la sanidad privada.

Un aspecto clave de las tramas es la tensión sexual y las escenas de consumación del coito en lugares insólitos y con acompañamiento musical. La audiencia es víctima, una vez más, de secuencias de karaoke donde algún protagonista canta en un contexto nocturno mientras el resto del elenco baila. Los médicos también necesitan liberar el estrés.

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Es esencial que personas del ámbito sanitario se mantengan alejadas de la serie, porque las tramas vulneran todos los códigos deontológicos, los protocolos médicos y la dignidad de los pacientes. Eso sí, en las escenas de quirófano nos enseñan algún plano detalle de sangre y vísceras para atribuir pretensiones realistas a la ficción.

El título de Respira quizá tenga que ver con el nivel de hiperventilación de algunos protagonistas. Pero no puede estar mejor escogido. Es exactamente lo que hace el espectador cuando comienza a ver la serie. Respirar muy profundamente levantando las cejas antes de volver al menú de Netflix.