El 'show' de los tertulianos que se insultan
Los planteamientos de entretenimiento y infoshow se le están escapando de las manos a La 1. El miércoles se producía un nuevo episodio esperpéntico impropio de una televisión pública. Esta vez fue en el programa Mañaneros 360, un magacín de actualidad que conducen Javier Ruiz y Adela González. El programa explota los sucesos más sórdidos del Estado. En la inmensa mayoría de historias se aprovechan de la miseria de la gente. No hay una mirada con perspectiva social, que sería la esperable. La clave está en el drama. Y en crispar los temas de política.
A la hora de la tertulia, los colaboradores discutían sobre la crisis interna del PSOE y las confrontaciones con el PP. El tono tenía un nivel de crispación inquietante, porque más que fomentarse el análisis y la reflexión, los tertulianos mantenían una discusión tan encendida como exageradamente partidista a favor de unos u otros. Parecía que les fuera algo personal en la polémica. Uno de ellos, el periodista Chapu Apaolaza, dio la razón al alcalde de Madrid exclamando: "¡Yo me siento gilipollas en este país! Señor Almeida. Yo me siento gilipollas. ¡En todo lo que a mí se refiere, tiene usted toda la razón!". Hablaba de las palabras que había pronunciado el alcalde afirmando que el gobierno socialista "nos toma por gilipollas". Poco después, otro tertuliano reprochaba a Apaolaza que no entendía por qué decía que no a que el gobierno triplicase la inversión pública en vivienda y se hiciera cargo de un 60% del importe. Y la periodista Marta Nebot, sin tener la palabra, le aclaró: "Es porque se siente así como dice". Apaolaza se alteró: "¿Qué me dices?". Y la otra: "Lo has dicho tú solo". El tertuliano no daba crédito a lo que había oído: "¿Me estás llamando gilipollas?". "No. Te lo llamas tú", respondió la colaboradora. Por otro lado, el otro tertuliano iba a lo suyo, haciendo el discurso. La discusión se producía simultáneamente. "Pero si me estás llamando gilipollas...". Apaolaza cerró el portátil, recogió los papeles, se quitó el micrófono y se levantó de la mesa. Cruzó el plató para marcharse. "Un plató donde me insultan de esta manera, lo tengo que abandonar". Lo más escandaloso es que la realización seguía al tertuliano indignado a través del decorado, al estilo Sálvame. Cuando el presentador logró la atención de la cámara, sentenció: "Este es el templo de la palabra y este es el templo del respeto". Y atribuyó la responsabilidad de lo que acababa de ocurrir en su programa a las palabras del alcalde de Madrid: "Así se está calentando el debate con expresiones como esa, como la de 'nos están tomando por gilipollas' que decía Almeida y con un Partido Popular que está calentando la temperatura". No. De lo que ocurre en una mesa de debate en televisión, el moderador y el director son los responsables. Y su programa no es el templo de nada. Pero delata que hay presentadores que entienden su rol en televisión como un altar sagrado desde donde predican. Este es problema.