La 1 convierte un gamberro en héroe justiciero

Esta semana se han hecho virales las imágenes de un hombre cazando a una carterista en el aeropuerto de Barcelona. La ató a una barandilla utilizando la manga de la camisa que llevaba y reclamó la atención de la gente con un mariachi que cantaba “Rata de dos patas, maldita sanguijuela, maldita cucaracha...” a su lado para que todo el mundo se fijara en la ladrona que mangaba de las bolsas de la gente. No fue algo espontáneo. El individuo que ha orquestado esta grabación es un youtuber que se dedica a cazar ladrones, promocionando la eficacia del patrullaje urbano. El lunes por la mañana, en Mañaneros de La 1, abrían el programa con estas imágenes y presentaban el caso como una polémica cotidiana: “Uno de nuestros debates es si alguien se puede coger la justicia por su mano aún para intentar que no roben a los pasajeros”, decía Adela González, la presentadora, fascinada con la iniciativa. El vídeo lo vendía como una idea que se había hecho en Barcelona”para sacar los colores a los amigos de lo ajeno”, como si fuera un proyecto municipal. “¿Es un método apropiado o se toma la justicia por su mano?” Una vez más nos encontramos con que la tele pública, injertada de las inercias más mezquinas de la privada, convertía en dilema lo indiscutible: aquel hombre ejercía de policía sin legitimidad, con violencia y voluntad de vejación. Cometía un delito de detención ilegal, aunque los tertulianos del programa llegaron a relativizarlo considerando que “todo tiene un contexto” y que son métodos que “generan controversia”. A continuación entrevistaron al gran protagonista de las imágenes, el youtuber cazador de mangas. La presentadora lo hacía entre fascinada y entusiasmada: “¿Y esto quién le paga?”, le consultaba admirada por su capacidad de contratación de mariachis y un equipo de grabación. Él le explicó que lo financiaba él mismo gracias a su trabajo de youtuber. Es decir, era una inversión para poder realizar sus próximos espectáculos cazando ladrones. “Son ideas algo más divertidas para el público”, argumentaba. “Ideas para darle color y que la gente se ría viéndolo”, insistía. Lo entrevistaron como un héroe justiciero, sin considerar la ideología que se esconde detrás de esos personajes que denuncian la inseguridad ciudadana aplicando métodos amenazantes y déspotas. Recurren a estrategias violentas y peligrosas que, de rebote, les otorgan notoriedad y relevancia mediática. Con su agresividad y prepotencia denuncian la ineficacia de los cuerpos policiales, y exigen instituciones más represivas y autoritarias, propias de grupos ultras xenófobos. Se erigen en espejo de la forma de actuar. Pero hay que analizar a qué tipo de sociedad nos llevan estos planteamientos de patrullas urbanas y paladines de aceite. Es incomprensible que la televisión pública entrevistara a este youtuber desde la curiosidad más ingenua, convirtiéndolo en un razonable debate social. Ninguna reflexión sobre los valores que había detrás. La viralidad de las imágenes anula el espíritu crítico, haciendo de estos personajes los nuevos sheriffs de la impunidad con licencia para actuar al margen de la ley.