El comentario racista que faltaba
El sábado por la tarde, La 1 emitió un especial sobre Eurovisión como preliminar del festival. Necesitaban calentar motores y no encontraron personal más adecuado para ello que el equipo de La familia de la tele. Hicieron un programa con los colaboradores disfrazados con los vestidos más emblemáticos de los participantes históricos españoles. Belén Esteban iba caracterizada de Salomé y, de vez en cuando, la hacían bailar a ritmo del Vivo cantando para que se moviesen los flecos de la ropa. El espectáculo estaba en la línea del patetismo que se ha visto hasta ahora, cada tarde, en la televisión pública.
Desde que la princesa del pueblo interviene en esta cadena, se palpa una tensión a su alrededor cada vez que abre la boca. Su verborrea y la falta de filtros lo provocan. Hay un estado de alerta latente para frenarla o rescatarla de alguno de sus comentarios característicos. La mujer no acaba de entender que la televisión pública exige unos estándares de corrección porque ella, televisivamente, ha crecido en estado salvaje, en los canales privados sin ley ni orden. Pero, en La 1, cuantas más horas pasa en directo más cerca está de meter la pata. Más se acerca al precipicio de la barbaridad. Y el sábado ese momento llegó.
María Patiño le preguntó a Belén Esteban si tenía algún otro representante favorito. Y ella, tras apoyar incondicionalmente a Melody y verle todas las virtudes artísticas, respondió afirmativamente y alabó también al representante de los Países Bajos. Pero la explicación no pudo ser más lamentable: "Es el negrito que canta en francés".
Por poner solo un ejemplo hipotético, si esta palabra la hubiera utilizado un comentarista de fútbol para referirse a un jugador lo habrían despedido de manera fulminante. La época del viejo anuncio del Cola Cao ya ha pasado, y es inconcebible que la televisión pública tolere este tipo de aportaciones. En RTVE todo el mundo parece ofuscado investigando el televoto de Eurovisión y el sorpasso de Israel, pero quizá deberían mirar antes qué pasa dentro de su casa. Basta con recordar cómo los comentaristas del festival invitaban a la audiencia española de fuera del país a votar hasta veinte veces a Melody. En la misma dinámica del juego existe la posibilidad de fraude más descarada, promoviendo que el voto de cada espectador valga por veinte. Y más si el mensaje de móvil tiene un coste. A más votos, más beneficios.
En vez de pedir debates y cumbres para indagar en el sistema de televoto, quizá deberían exigir al defensor del espectador que preste atención al comentario racista de Belén Esteban. Porque el Festival de Eurovisión lo hacen una vez al año, pero esta señora está en directo cada tarde.