El consumo de agua en los hogares cae hasta un 10% cuando se emite una alerta por sequía
En el área metropolitana de Barcelona descendió un 8,2% entre febrero y abril, cuando estaba en fase de emergencia
BarcelonaEl comportamiento de un catalán frente a la escasez de agua cambia sustancialmente cuando se declara oficialmente la entrada de su municipio en una situación de sequía. Algunos modifican el hábito de consumo de forma inmediata y otros que tardan un poco más, pero, en general, los hogares catalanes reducen el gasto de agua entre un 5% y un 10% cuando se les anuncia que han entrado en fase de alerta o emergencia por estrés hídrico. Esto es lo que se desprende de un informe de CaixaBank al que ha tenido acceso el ARA, realizado a partir de los datos de los recibos de agua domiciliados de cientos de miles de clientes entre 2021 y 2024.
El análisis, firmado por los economistas Josep Mestres y Zoel Martín, quería confirmar si la entrada de los municipios en diferentes niveles de sequía –prealerta, alerta, excepcionalidad y emergencia– había modificado el gasto de agua y, por tanto, el uso que hace la población de ese bien escaso. Y según los resultados de este informe, cuando una localidad que depende de las cuencas internas de Catalunya –se excluyen los abastecidos por la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE) por no sufrir una situación comparable– ha entrado en alguna fase de sequía, la población ha bajado su gasto de agua.
En concreto, el mes siguiente a la declaración el consumo en los domicilios de ciudades y pueblos afectados por la escasez de agua baja ya hasta un 5% respecto al de cuando no había ninguna restricción. El bajón continúa y seis meses después el consumo se sitúa hasta un 10% más bajo respecto a los datos habituales. Sólo una vez se alcanza este pico, y hasta los 12 meses posteriores al anuncio, el patrón se va normalizando paulatinamente. "Este es el comportamiento típico que tiene un hogar catalán con el agua durante la sequía", afirma Martín.
El dato publicado por CaixaBank coincide con uno que ha facilitado el Área Metropolitana de Barcelona (AMB) en el ARA: sólo entre los meses de febrero, marzo y abril de este año, cuando se declaró la fase de emergencia I – la más grave alcanzada hasta ahora en Catalunya, con la excepción del Alt Empordà, que alcanzó la fase II–, la disminución en el consumo fue de un 8,2% en los municipios que se abastecen del sistema Ter-Llobregat. Es decir, Barcelona, la corona metropolitana y parte de las comarcas de Gerona, donde en total viven unos 6 millones de habitantes.
"Efecto conjunto"
La muestra de CaixaBank parte de la información anonimizada de sus clientes –la edad y el género, si vive solo o con más personas, el número de habitaciones que tiene en el domicilio, si tiene o no una piscina, etc. ; el mes en el que se emitió la factura y su valor; el municipio donde reside el titular de la cuenta y las condiciones climáticas de la zona –si llueve o no–, y el precio que ha ido poniendo cada compañía para el período estudiado. "Inicialmente ver si había un cambio de consumo no era ni evidente ni fácil de amar", admite Mestres.
Sin embargo, los economistas dicen que el resultado se mantiene si se tienen en cuenta otros factores, como la renta media del municipio, los precios del agua o el mes del año y los factores climáticos. En este último caso, cabe decir que no se detecta ningún cambio significativo en el consumo de los hogares durante tres años por la evolución de las lluvias. Sin embargo, con la declaración de la fase de sequía el comportamiento cambia a la baja. En el momento en que se hizo el anuncio gubernamental, explican los economistas, las restricciones asociadas a la alerta y la emergencia tenían más peso en el sector del agua y el industrial y, sin embargo, se observa un efecto directo en el consumo doméstico.
Sobre los motivos que han llevado a los catalanes a reducir el consumo casi de inmediato por las declaraciones de sequía, los autores del estudio admiten la imposibilidad de distinguir una única causa. Por un lado, existe la opción de que sea un efecto producto de las restricciones –como prohibir llenar piscinas y limitar el consumo en hogares, comercios y servicios a 200 litros por día y habitante– o por un mayor grado de sensibilización frente a la falta de agua.
En este sentido, Martín plantea un "efecto conjunto": el de una campaña institucional muy fuerte y medidas vigentes. El hecho es que el gran grosor de la población ya restringía su uso de agua antes. En 2023 la media de consumo doméstico (todo lo que gestiona un Ayuntamiento) en Catalunya era de 117 litros al día por habitante (en el AMB, de 105 litros), muy por debajo de lo que se pide en situación de emergencia.
Embalses al 34%
A estas alturas las cuencas internas están a un tercio (34%) de su capacidad. De hecho, los principales embalses tienen más agua que hace un año –Sau está al 19% y Susqueda al 35%, y estaban al 11% y al 19%, respectivamente–, pero todavía sería necesaria mucha lluvia porque el grueso del país pudiera salir de la fase de alerta por sequía sólo con el agua que cae del cielo.