Crims

¿Quién asesinó al exalcalde de Girona durante unas fiestas de Sant Narcís?

Un desconocido disparó en 1899 un disparo mortal contra Narcís Farró, un hombre que había ocupado la alcaldía de la ciudad unos años antes, durante la República

BarcelonaEra un día de las Ferias de Sant Narcís, en Girona. Narcís Farró y Albert salió a la calle poco después de las 10 de la mañana, con sombrero y bastón, quién sabe adónde iba. Quizás sólo quería estirar las piernas, quizá iba a hacer encargos. Nunca pudo explicarlo, ya que aquel 30 de octubre de 1899 le dispararon en el centro de Girona, en el número 9 de la calle de los Ciutadans, donde ahora está la sede del albergue de juventud Cerverí. Los vecinos y tenderos no oyeron el disparo, ya que justo en ese momento pasaba el carruaje que cubría el servicio entre Girona y Olot. El ruido de los caballos y las ruedas sobre el pavimento de piedra permitió al asesino huir sin que nadie le persiguiera, ya que nadie se dio cuenta de los hechos. El criminal huyó por debajo del arco junto al número 9 de la calle de los Ciutadans, sin problemas. Tanto las autoridades como los periodistas que llegaron al lugar de los hechos inicialmente no reconocieron el cadáver y tardaron un rato en entender que era un asesinato, ya que llegó a hablarse de la posibilidad de que hubiera sido un suicidio. El fallecido no llevaba documentación encima, pero tampoco parecía que le hubieran robado. Se tardaría unas horas en saberse que la víctima era Farró, que pocos años antes había sido alcalde de Girona.

Narcís Farró era una persona suficientemente conocida, no tanto por su breve paso por la alcaldía de Girona, como por sus negocios. En el momento del crimen tenía 63 años y se ganaba bien la vida. Tenía muchas propiedades, como una mina de plomo en Sant Pere d'Osor, acciones de diferentes empresas y fábricas y un montón de edificios, tanto en el casco antiguo de Girona como en otras villas cercanas. Era una persona que nunca se había escondido políticamente: era republicano y federalista, pero eso no parecía un crimen político. ¿Quién le había matado? Las autoridades llegaron a la conclusión de que el asesino había actuado solo y debió estar escondido en el portal donde ahora se encuentra la sede de la Cámara de Propiedad de Girona, aprovechando que en el edificio se hacían obras y que había una valla que le permitía estar escondido. Tras disparar el fatídico disparo, lanzó la pistola, que sería localizada por la policía unas horas más tarde en la entrada de una tienda cerca del lugar de los hechos, subió por la calle del arco y se marchó por la calle de las Ferreries Velles, donde algunos testigos sí recordarían que vieron a un hombre corriendo alrededor de las 11 de la mañana. Pero como venía de otra calle y no sabían que a pocos metros había un cadáver, no le dieron importancia.

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Joan Barbarà, que estudió en un artículo en la Revista de Girona como se trató el caso en la prensa local, se sorprendió al ver cómo al día siguiente la noticia apenas fue destacada. Se notaba que los periodistas que habían ido a pie al lugar no sabían quién era Farró. A la muerte de un hombre que había tenido una vida fascinante se le dedicaba menos espacio que a las ferias, donde una de las novedades era una carrera de bicicletas, y casi la misma relevancia que al ataque de un perro que había mordido a varias personas. Dos días después, el Diario de Gerona sí dedicaría un buen espacio al caso, hablando de un crimen que sería "una mancha para nuestra ciudad", una nota negativa de las ferias.

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Las autoridades fueron a hablar con los familiares y los conocidos de Farró para intentar encontrar alguna pista sobre quién podía ser el criminal. Narcís Farró era una de esas personas que había vivido diferentes vidas y había conocido a un montón de gente. Tenía muchos amigos, más conocidos y, por tanto, algunos enemigos. Nacido en Sarrià de Ter el 13 de marzo de 1826, era hijo de Ramon Farró Farró, un tendero de Sarrià, y de Coloma Albert Massot, de Verges. Los Farró tenían algunas propiedades en Sarrià de Ter y tendencias políticas liberales. Su abuelo había participado en el gobierno municipal de Sarriá de Ter cuando las tropas de Napoleón habían invadido España, durante la Guerra de la Independencia. Narciso, que se casaría con una prima, por lo que tuvo que pedir permiso a la Iglesia, se interesó siempre por la política, como su abuelo. Y no tenía en buena consideración la monarquía española, así que se acercó a grupos republicanos. Aunque no militaba en ninguna asociación o partido, en 1868 Narcís se emocionó cuando estalló la llamada revolución de la Gloriosa, la sublevación militar con el apoyo de parte de la población que supuso el destronamiento y el exilio de la reina Isabel II y el inicio del Sexenio Democrático. Narcís salió a la calle, escribió artículos y formó parte del comité local de los republicanos federales.

Tanto lo sentía, que en 1869 fue una de las cabezas visibles de una nueva insurrección vivida en tierras de Girona contra el gobierno de Madrid reclamando más federalismo en una época en la que los republicanos se dividían entre el centralismo unitario y una visión más plural del estado. Acompañado por su primo Josep Antoni Albert (el abuelo de la escritora de L'Escala Caterina Albert, que escribiría bajo el seudónimo de Víctor Català), formó un grupo de 40 hombres de Sarrià de Ter y cercanías, que durante unos días rondaron por la provincia intentando hacerse fuertes con otros grupos sublevados en el Alt Empordà a las órdenes del diputado provincial Suñer i Capdevila. Al final, las autoridades pillaron a los sublevados, aunque en la huida sin suerte hacia La Jonquera, Farró dejaría un buen recuerdo cuando se jugó la piel evitando que algunos de los soldados del grupo de Suñer i Capdevila pudieran saquear hogares de la Jonquera, como explicaría el historiador Josep Clara en su libro sobre los alcaldes de Girona. “A quien intente robar le meteré cuatro disparos”, habría dicho Farró, que poco después se entregó a las autoridades. Este acto valiente le sirvió para que muchas personas influyentes escribieran cartas a su favor cuando fue castigado por las autoridades. No pasó ni por la cárcel.

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Durante los siguientes años se centró en los negocios e hizo fortuna con una práctica muy común entonces. En una época en la que el servicio militar podía significar acabar en Marruecos o persiguiendo carlistas, muchas familias ricas pagaban dinero para evitar que sus hijos tuvieran que marcharse. Farró cobraba dinero de manos de quien lo tenía y buscaba jóvenes sin suerte, a los que ofrecía una cifra a cambio de que se marcharan ellos al ejército. Tenía tratos con los militares y gestionaba así el destino de muchos jóvenes. Tan bien le iba ese negocio, que tenía dos oficinas, una en Girona y una segunda en la calle del Hospital de Barcelona, y se anunciaba en los periódicos de la época. Curiosamente, los republicanos afirmaban estar en contra de las quintas. Farró apoyaba a los políticos que hacían discursos en contra de una práctica de la que él sacaba beneficios.

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Un breve paso por el ayuntamiento

Durante ese siglo XIX, la política estatal era un polvorín, lleno de giros de guion, revueltas, guerras y violencia. En 1873 el rey Amadeo I abdicaría, lo que provocó la llegada de la Primera República. En aquellos días de cambios, los gobernadores civiles llenaron el vacío de poder decretando consistorios municipales escogidos a dedo. Farró entraría en el Ayuntamiento de Girona como primer teniente de alcalde bajo la alcaldía de Joaquim Riera i Bertran. Riera, que tenía apenas 25 años y aún hoy es el alcalde más joven de la historia de la ciudad, dimitió el 21 de abril de 1873 argumentando motivos de salud. No parecía cómodo en el cargo, puesto que era un hombre de letras, como demostraría años más tarde destacando como poeta y dramaturgo. Ganó los Juegos Florales e hizo amistad con Narcís Oller y Àngel Guimerà.

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La dimisión de Riera provocó que Narcís Farró fuera elegido alcalde por el resto de regidores. Es decir, fue alcalde, pero no fue votado por la población. Narcís Farró, que entonces tenía 47 años, no estaba por el trabajo. Cuando no llevaba ni tres semanas en el cargo, dimitió también argumentando un traslado de domicilio a Banyoles. Al parecer, prefería los negocios a tener un cargo con tanta responsabilidad. Dicho y hecho, ya que vivió poco en Banyoles, y regresó rápidamente a Girona, donde siguió haciendo negocios, comprando acciones de fábricas y dedicándose a dar préstamos cobrando intereses al 6%. En 1874 regresaría a la política activa cuando se produjo el golpe de estado del general Pavía. Narcís Farró fue nombrado diputado provincial de la Diputación de Girona. De nuevo fue una aventura corta. La política le interesaba, pero él no parecía estar dispuesto a tener un cargo público.

En 1875, Narcís Farró vivió un susto cuando fue denunciado y encarcelado en Francia, donde también hacía negocios, acusado de posesión de dinero falso. Tanto Narcís como su socio, el diputado por Barcelona Josep Bosch, pudieron demostrar ante el juez que un tal Pascual Borreda les había engañado pagándoles dinero falso y huido a Londres. Al final, Farró y Bosch estuvieron poco, en la cárcel francesa. Por si fuera poco, en el momento de su muerte Narcís Farró tenía varios casos judiciales abiertos, en los que él exigía dinero a personas que no le habían pagado lo que tocaba en conceptos de alquiler o de retorno de préstamos. Uno de esos hombres que tenía un conflicto con Narcís era Miquel Vidal Llumbart, cura de la parroquia de Orriols. Las autoridades le descartaron como sospechoso, pero investigaron a las demás personas que tenían casos abiertos con el exalcalde de Girona. Eran unas cuantas.

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La lista de posible enemigos de Narcís Farró era muy larga. Pero entre las conversaciones con vecinos y conocidos, y el estudio de los casos judiciales abiertos, los policías rápidamente se fijaron en un hombre que encajaba con la descripción del pistolero. Se llamaba Joaquim Duran Turrós, un hombre de la misma edad que Narcís, también hijo de Sarrià de Ter. Se conocían de toda la vida, aunque habían seguido caminos muy distintos. Narcís, con ambición, y Joaquín, sin llamar la atención. La enemistad de Duran con Farró derivaba de un pleito judicial que Farró había ganado.

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Una cuestión de dinero

La Audiencia de Barcelona, el 18 de octubre de 1889, había dictado sentencia en un caso en el que Farró había denunciado a Duran y a sus familiares, a los que reclamaba unas propiedades por las que no habían pagado todo lo que tocaba, así como una indemnización. El juez dio la razón al antiguo alcalde de Girona y condenó a Duran, su esposa, Magdalena Traiter Albertí, y a su hija, Elvira Duran Traiter, a pagar una cifra de dinero que afirmaban no tener. Una pareja, por cierto, que serían los bisabuelos del historiador Santiago Sobrequés Vidal. Duran tenía que pagar una cifra de 9.488 pesetas que carecía. Y, desesperado, decidió vengarse de Farró, a quien acusaba de no tener piedad. Consciente de que le tocaría entrar en prisión si no pagaba, actuó a la desesperada. Así, 12 días después del juicio fue a la calle de los Ciutadans y se puso a esperar a Farró, con quien había coincidido tantas veces a lo largo de su vida cuando eran niños de la misma edad en Sarrià de Ter.

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El 15 de julio de 1890, el juez Enrique Roig Barrero acusó formalmente a Duran, que ya llevaba meses en prisión, del crimen. Roig pidió a la gente que conociera más detalles del caso que colaboraran, porque Duran, tras admitir ser el asesino, se negaba a dar detalles de lo ocurrido. Se encerró en sí mismo, aceptando su trágico destino y negándose a responder a algunas de las dudas que tenían las autoridades. Como, por ejemplo, si el día del crimen había seguido a Farró, que vivía en el barrio del Pont Major, lejos del sitio de los hechos. ¿Habían quedado? ¿Cómo sabía Duran que pasaría por esa calle?. El juicio nunca se celebró. El 22 de octubre de ese año, Duran murió en prisión, dos meses antes de la fecha del juicio, prevista para diciembre. Su muerte por causas naturales permitió a su mujer cobrar una pensión de viuda. Y el caso se cerró, dejando algunas dudas que nunca pudieron ser resueltas.