Los buenos propósitos de Salvador Illa
Buen gobierno (con guiños y continuidad al de Aragonès), normalidad institucional (una crítica implícita en los años del Proceso) y respeto (una apuesta por colaborar desde las diferencias ideológicas o nacionales). Con este triplete de orden, el presidente de la Generalitat, Salvador Illa, ha cerrado este martes su intervención en el debate de política general. Lo ha hecho con un discurso sin sorpresas. En efecto, no es un político dado a gestos espectaculares. Como él mismo reconoce, lo que le interesa es el trabajo planificado.
Dentro de la previsibilidad, pues, el énfasis lo ha puesto en la solución a la crisis de la vivienda –50.000 pisos hasta el 2030 con una inversión de 4.400 millones– y en la nueva financiación singular. ¿La receta para la vivienda? Colaboración de todas las administraciones, aceleración de los procesos burocráticos y entendimiento público-privado. De hecho, esta fórmula también sirve para la mayoría de políticas que se propone llevar adelante con el apoyo parlamentario de ERC y los comunes. En contraposición con el populismo neoliberal de gobiernos como el de Ayuso, Illa realiza una defensa cerrada de los servicios públicos, eso sí, con un funcionamiento modernizado y abierto a la concertación con la sociedad civil. Sin decirlo, es un programa de corte clásico socialdemócrata: "Prosperidad compartida", ha dicho.
El presidente, consciente de su debilidad parlamentaria, no ha salido del guión de los pactos de investidura. De cara al mundo republicano independentista, se ha hecho fuerte en el cumplimiento del nuevo modelo singular de financiación y poniendo la lengua catalana como un pilar, con un guiño al fortalecimiento del Institut d'Estudis Catalans (IEC ) y en el mismo Prat de la Riba, mito del catalanismo constructivo. También en esto, la vocación institucional ha quedado clara. De cara a los comunes, la promesa de la vivienda. ¿Más mensajes? En el mundo empresarial: Cataluña debe volver a liderar económicamente España. En la ultraderecha, tanto el españolista como la independentista: respecto a la inmigración, que ha ayudado y ayuda a construir un país mejor y de todos.
Si se suman todos estos ejes del discurso –financiación, consenso por la lengua, liderazgo económico, integración de la inmigración, servicios públicos de calidad–, y añadimos el inicio dedicado a la situación internacional y la preocupación por la seguridad –con el objetivo de fortalecer a los Mossos–, Illa ha recordado al Pujol de los años 80. De nuevo ha quedado clara su apuesta de centralidad. Y de nuevo han quedado claras, también, las ganas de dejar definitivamente atrás la Catalunya del Procés, a la que sólo se ha referido para instar a los jueces a aplicar la amnistía. Isla, sin duda, querría poder pasar página.
Sí: Isla tiene la ventaja de una oposición débil y errática. Pero no lo tiene fácil. Los problemas se acumulan y las urgencias son llamativas. Este mismo martes ha habido un incendio en un tren de Cercanías. La sequía persiste, la sanidad sigue tensionada, la educación desorientada, las energías renovables atrasadas, los desahucios en el orden del día, la administración anquilosada, las entidades sociales ahogadas, el mundo productivo necesidad de estímulos y la lengua en claro retroceso. Hay que pasar muy rápido de los buenos propósitos a la acción.