Félix Masjuan: “Caixa d'Enginyers es totalmente apolítica”

Es ingeniero. Ni se siente banquero, advierte, ni político, recalca. “Disculpe, ¿por qué su Félix es con acento cerrado?” [en catalán sería Fèlix], le pregunta el periodista antes de la entrevista. “Ostras, no lo sé. Porque no estudié en catalán”. Félix Masjuan (Granollers, 1951) da muchos avisos de que es una persona sin pelos en la lengua. Desde noviembre de 2020 es president de la Caixa d'Enginyeres, la culminación de su segunda vida profesional: la primera fue en el sector de la automoción (en Robert Bosch Chassis o Allied Signal) y en 2011 entró en el consejo de la cooperativa de crédito. Es cercano y poco amigo de eufemismos; la charla no decepcionará.

¿Cómo vive su condición de banquero?

— Perdona, yo no me considero banquero. Soy el presidente de una entidad de crédito y servicios financieros, de una cooperativa, además, que tiene el objetivo de la pervivencia de la entidad, condición sine qua non, y que quiere que los socios estén satisfechos.

¿Y tienen éxito?

— Salimos adelante bastante bien. Estamos en un sector que es difícil, pero afortunadamente se han hecho las cosas bien durante muchos años. No hemos sufrido las crisis de las entidades bancarias, y huelga decir de las cajas. Las guerras de capital aquí no han tenido lugar y no hemos tenido ninguna influencia en política. Y hemos sido muy prudentes con los riesgos: esta entidad no daba créditos a promotores, esto nos salvó.

¿Qué percibe en sus clientes, salen adelante?

— Ha habido dos fenómenos claros: un ahorro privado importante -la gente ha dejado de gastar- y ahora parece que hay un incremento del consumo significativo. Por otro lado, las empresas dieron un frenazo terrible en el tema de inversiones y esto va más lento, porque hay un caramelo que son los fondos maravillosos de Bruselas.

¿El tema del desabastecimiento global y la inflación lo preocupa?

— La inflación... Tú eres más joven, pero yo viví con inflaciones al 27% en el 77. Estuvimos hasta el 82 con niveles de inflación de dos dígitos. Y se vivía, ¿eh?

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No lo veo preocupado.

— Esta entidad va bien. Si no se rompe nada, tendremos un año espectacular, y tenemos planes para seguir creciendo, para seguir mejorando el servicio a los clientes. Nuestro gran hecho diferencial es el trato a los socios, porque nuestros productos y servicios no son muy diferentes.

No hace mucho empezaron a poner comisiones.

— Nos hemos visto obligados a hacerlo por la supervivencia de la entidad. Si la gente tiene una pequeña vinculación, ya no se las cobramos, y cuando las imponemos somos de los que menos cobramos. El dinero en una cuenta corriente paga entre un 0,4% y un 0,5%. Esto no lo puede asumir la entidad: si un ayuntamiento o una diputación o un gobierno autonómico te ponen depósitos de 50 millones de euros, te hunden.

¿Cree que la salud de la banca española es buena?

— No mucho, pero lo que pasa es que ha empezado un tratamiento de caballo. La banca aquí en España lo está pasando mal, con matices. No hace falta que digamos nombres, pero los que están más focalizados aquí... Tenemos las morosidades más altas que en Europa, tanto las empresariales como las privadas, y es evidente que los tipos de interés nos afectan a todos por igual. Asumieron políticas de riesgo con más ladrillo y ahora están aplicando unos tratamientos de caballo, con las reestructuraciones terribles que están haciendo.

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Pero no parece que en el sector tenga que haber un disgusto.

— No; tampoco lo parecía con el Popular [intervenido en 2017 por el riesgo de quiebra].

Ustedes se escapan del clima de depresión del resto de entidades.

— ¡Estamos contentos! En 10 años hemos pasado de 300 a 500 empleados, de 15 a 32 oficinas, de 100.000 a 210.000 socios. Nuestra cifra de negocio se ha doblado y hoy pretendemos seguir este ritmo. Tenemos trabas, y trabas adicionales del regulador, al que no le gustan mucho las entidades pequeñas, pero somos optimistas porque lo estamos haciendo bien.

Ha citado el acierto de no entrar en el crédito a promotores y el trato a los clientes. ¿Alguna otra cosa?

— A pesar de la imagen que nos dan, Caixa d'Enginyers es totalmente apolítica.

¿Y esto en qué los ayuda?

— Si en los consejos de las cajas no hubiera entrado gente vinculada a los partidos, no habrían desaparecido.

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¿Qué retos tiene?

— Yo no soy político y no quiero dejar ninguna estatua en ninguna parte.

Bueno, es el presidente de Caixa d'Enginyers.

— No tengo ninguna ambición personal de dejar ningún legado histórico.

¿Qué pueden hacer mejor?

— Ser más ágiles a la hora de dar respuestas a demandas de los socios sobre créditos o mejorar un poco la calidad de información que damos en la web. La otra cosa importante no es mejorar, sino mantener: mantener la solvencia, mantener el ROE [la rentabilidad]. Mi objetivo es no empeorar nada.

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Permítame: ¿en 2030 Caixa d'Enginyers tendrá 400.000 socios?

— Ya no estaré. Pero si no pasa nada extraño, en 2026, si no estamos en los 300.000, me gustaría que nos acercáramos.

¿Usted percibe que son gente orgullosa de ser de Caixa d'Enginyers?

— Sí, y es porque a la gente se la ha tratado en general bien. En 2017, por el impacto del Procés y de no cambiar la sede, tuvimos un alud que deterioró un poco nuestra calidad de servicio a esta gente. No lo hacíamos todo lo bien que lo hacemos.

¿Usted tiene conciencia de tener clientes soberanistas?

— No, bueno, sí. Es normal: si tenemos 200.000 socios y en Catalunya tenemos 140.000... Estadísticamente tenemos la mitad.

¿Lo incomoda?

— Ni me incomoda ni me deja de incomodar, paso del tema. Entiendo que nuestra función es completamente alejada de la política. Además, el acto que hicimos nosotros de quedarnos no fue un acto político, fue un acto de sentido común. El 75% de nuestros socios, el 75% de nuestra actividad, está en Catalunya, nosotros estamos bajo el paraguas del Banco Central Europeo... ¿Por qué carajo tenemos que irnos? Y fuera de aquí [en el resto de España] nos hizo daño.

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¿Lo percibieron?

— ¡Hombre! Tuvimos retiradas importantes.

¿Cuánta gente, cuántos fondos se sacaron?

— No te lo puedo decir, esto.

¿Qué le pareció el movimiento de las retiradas de sedes de las empresas?

— Lo entiendo, no me parece ni bien ni mal. Imagino que debía de haber empresas que lo debían de hacer por un tema político y debía de haber empresas que lo debían de hacer por un tema de reputación.

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En el ARA explicamos que hubo presiones provenientes de la Moncloa.

— Esto me consta.

¿Y qué le parece?

— Es el juego político.

La Casa del Rey lo hizo. ¿También es juego político?

— Sí. Hombre, el famoso discurso del 3 de octubre no fue un discurso institucional, fue un discurso político.

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¿Ustedes no se plantearon avalar a los encausados por el Tribunal de Cuentas?

— Nosotros no nos planteamos nada.

Algunas voces nos dicen que les llamaron a la puerta...

— ¿Nosotros llamamos a la puerta?

No: los vinieron a buscar.

— Mira, yo no te lo contestaré, esto. [Largo silencio] Lo que sí te puedo decir es que es un tema tan complicado que todavía no se sabe si son legales o no son legales, la jueza del Tribunal de Cuentas todavía tiene que decidir si las acepta o no las acepta [mientras la entrevista tenía lugar, el Tribunal de Cuentas anunciaba que no aceptaba las fianzas del ICF]. El tema está flotando y no... Huimos de las cuestiones políticas.

¿Se lo pidieron y no lo vieron claro desde un punto de vista legal?

— No te lo puedo ni confirmar ni desmentir.

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Ustedes son gente profesional, se tendrían que poder explicar.

— Nosotros tenemos que salvaguardar con exquisitez absoluta nuestra reputación de independencia y no te puedo contestar a esta pregunta.