Víctimas dobles, el documental del martes por la noche en TV3, tenía un arranque potentísimo. Sobre unas películas familiares antiguas donde se veían a un niño y una niña jugando, la voz de una mujer recordaba con emoción cómo eran aquellas criaturas. “Jordi tenía nueve años. Era un chaval muy alegre y muy guapo y le encantaba el fútbol. [...] Mi hija Silvia tenía catorce años. Era encantadora, hacía ballet y era muy amiga de sus amigas”. Jordi y Silvia murieron en el atentado de Hipercor. También murió la hermana de la mujer que nos habla, la tía de los niños, que les acompañaba. Y poco a poco vamos descubriendo la vida del matrimonio después de la tragedia y el esfuerzo por salir adelante a pesar de un dolor que, después de treinta y seis años, todavía es palpable y profundo.
Víctimas dobles nos muestra la otra cara del terrorismo. Esa de la que ya no se habla cuando el atentado desaparece de los telediarios. “Para los familiares, el atentado de Hipercor está presente todos los días del resto de su vida”, explica la psicóloga especialista. El documental da una mirada transversal a múltiples atentados, buscando esa terrible cotidianidad a la que quedan sometidas las personas que los han sufrido. Varias autorías, distintos momentos históricos, múltiples circunstancias personales y familiares. Pero observas que el dolor de las víctimas es exactamente el mismo, sus necesidades son similares y el peso que cargan es compartido. En pantalla, todos ellos tienen detrás una cortina negra que hace presente ese luto que cubre sus vidas. Uno de los hechos más impactantes del documental es descubrir la historia personal de Robert Manrique, un hombre que hemos visto cientos de veces en televisión. Un incansable defensor de los derechos de las víctimas del terrorismo desde que él mismo quedó herido en el atentado de Hipercor. Las inercias mediáticas le han convertido en un hombre que siempre está ahí después de cada tragedia, reivindicando la atención a víctimas y familiares. Pero nunca habíamos conocido cómo llegó a desarrollar este rol y en qué ha consistido su trabajo durante todos estos años. Lo hemos visto ejercer de portavoz, en telediarios, en magazines de actualidad, en especiales en directo, en espacios de debate... Tenemos claro su discurso pero no cómo funciona su batalla diaria. Víctimas dobles nos descubre cómo la política ha intentado manipular a las asociaciones de víctimas, cómo sus representantes han resistido a ataques y amenazas. Nos explican los vínculos de solidaridad establecidos entre asociaciones, al margen del escaso apoyo de las administraciones. El testigo de Pilar Manjón y de todo lo que tuvo que aguantar tras el 11-M estremece. El documental hace emerger la parte más mezquina de la política: la que ignora, la que atemoriza, la que aplasta, la que silencia. Es un retrato muy crudo sobre la revictimización pero también sobre las graves carencias de unas administraciones insensibles.