De 'chonis' y 'déjà-vus': 'Operación Triunfo' y el síndrome de Estocolmo

BarcelonaNietzsche hablaba del eterno retorno y quizás sin saberlo estaba avanzando la existencia deOperación Triunfo, que en la gala final celebrada este lunes dio buenas muestras de circularidad. Algunos ejemplos: Chenoa despidiendo su primera edición como presentadora cantando Last dance, un tema que interpretó hace 22 años. Lola Índigo, primera expulsada de la edición 2017, actuando como si hubiera sido una de las ganadoras, porque de hecho ella forma parte del selecto grupo de extriunfitos que ha logrado hacer carrera. Y Naiara, autodenominada la choni de la edición de este año, llevándose el premio cantando Sobreviviré de Mónica Naranajo, un tema que ya dio la victoria a Ainhoa Cantalapiedra en la segunda temporada y que es un básico para cualquier concursante que, como dicen los jóvenes, quiera "servir coño". La gala final deOperación Triunfo demostró que es un programa que, en buena parte, se alimenta de autorreferencias, la gasolina que pone en marcha los motores de los fans del formato, especialmente de los que ya tienen canas y siguen el concurso desde sus inicios (quien aquí escribe forma parte de este grupo). Hay otro grueso de seguidores, el más joven, que lo vive con la pasión desatada que provoca la novedad, si hacemos caso a los debates incendiados en redes sociales. Porque un auténtico fan de Operación Triunfo siempre critica el programa, a veces hasta el paroxismo, pero siempre vuelve a él. Es un caso grave de síndrome de Estocolmo.

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El programa se mueve entre dos constantes: el mantenimiento de la esencia del formato y la necesidad de innovación, que este año ha pasado por la emisión a través de una plataforma de streaming, Amazon Prime.Más allá de la retransmisión a través de una nueva ventana, la final de esta edición podría haber sido la de cualquier otra. Porque si has visto todas las ediciones deOT, acabas teniendo una pequeña sensación de déjà-vu: más o menos en cada edición hay una clara o claro favorito, mientras los espectadores en voz bajita van diciendo: "Pero ya sabemos que quien después triunfa es quien queda segundo" (David Bisbal, Manuel Carrasco, Pablo López y Aitana son algunos de los ilustres segundones de OT).

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Y pese a la sensación de que ya lo has visto todo antes, el lunes por la noche el público que asistió a la gala estaba entregado a la causa. Tan entregado que a menudo era imposible oír las intervenciones de Chenoa, que se ha confirmado como una más que solvente presentadora. Servidora, que luce con orgullo el estatus de oteísta pero que este año no ha estado tan pendiente de la edición como era necesario, se sentía algo extraterrestre entre los fans de Naiara y Paul Thin. Pero al mismo tiempo todo era extrañamente familiar, porque hace 22 años –los mismos que hace que Chenoa cantó Last dance, uf– que sigo este programa. Y aunque la pasión de entonces ha desaparecido un poco, como buena alumna disciplinada el lunes seguí punto por punto las indicaciones del animador de público, que nos adiestraba con enseñanzas como "la televisión es como el amor, no es lo mismo hacerlo que mirarlo". Así que espalda recta y la mejor sonrisa, que estábamos sentados justo detrás de los concursantes. Los fans del formato tampoco necesitamos que nos aprieten mucho para dar nuestra mejor versión, porque como decían en Gran Hermano, ahí dentro, en ese plató lleno de colores fosforescentes y luces a discreción, todo se magnifica.

Para muchos espectadores, seguramente los más boomers, esta edición no ha existido porque se ha realizado a través de un canal al que no están acostumbrados. Pero no es un público prioritario para los responsables del formato: el grueso de fans deOT se ha renovado y esto le garantiza la supervivencia. Como dijo Chenoa para despedir la final, "Larga vida en OT", y así será: Amazon ya ha anunciado su nueva temporada.