Confinados desde Navidad, crónica gráfica en primera persona
Una de tantas historias que se suceden este días, con el alud de contagios por ómicron, explicada en primera persona por uno de nuestros fotoperiodistas
Barcelona y GavàEl 25 de diciembre di positivo en covid-19. Pero eso, la noche anterior, en Nochebuena, no me lo podía ni imaginar. Esa misma mañana mi familia y yo nos hicimos un test de antígenos en casa. El resultado fue negativo. Decidimos cenar juntos, sin mascarilla ni distancia social. Al fin y al cabo, solo éramos tres: mi madre, mi hermana y yo.
El confinamiento empieza el día de Navidad. Dicen que por Navidad si te portas bien tendrás regalos, pero que si has sido malo los Reyes te traerán carbón. Creo que esta Navidad el carbón lo han sustituido por la cuarentena. Quizás por eso me ha tocado a mí, aunque seguramente es cuestión de mala suerte.
Es la segunda vez que cojo el virus durante estos casi dos años de pandemia. La primera fue en octubre de 2020. La yaya Fina todavía vivía en casa con nosotros, y mi padre en el pequeño y tranquilo piso que tenía en la rambla Badal. Recuerdo que el primero positivo fue Fina, que tenía síntomas. El resto fuimos asintomáticos. Después de hacernos una PCR y esperar cinco días el resultado, dimos positivo en covid-19. Ese encierro fue diferente, en familia y con libertad de movimiento por la casa. También me ayudó muchísimo hacer el reportaje Ha llegado un extraño a casa, sobre cómo vivimos el coronavirus la abuela y sus cuidadores, la familia. Esto me distrajo y me llenó el tiempo de trabajo. Me hizo el confinamiento mucho más ameno.
Esta vez es diferente. Estoy solo y en un espacio muy pequeño. Como no acostumbro a pasar mucho tiempo en casa, solo para dormir, mi habitación es un caos. Desorden en estado puro. Y esto disminuye los cinco metros cuadrados del aposento seguramente a dos tercios. Estar aquí encerrado me genera ansiedad. Me siento pequeño y solo. Sé que es una cosa que todas las personas que se encuentran en esta situación sufren en mayor o menor medida. Pero saber esto tampoco calma mi angustia. No estoy así todo el tiempo. Son pequeños momentos en los que la mochila se sobrecarga y pesa demasiado. Entonces acabas saturado y todo te parece demasiado cuando realmente no lo es.