"Conocemos todas las carreteras del país": así es una orquesta detrás del escenario
Nos acercamos el día a día de la Orquesta Sinfónica del Vallès, que tiene un modelo cooperativo único en el Estado, para conocer qué está detrás de la música que suena en los escenarios
BarcelonaCada orquesta es un universo, un microcosmos, un peculiar engranaje que responde a una genética concreta. La Orquesta Sinfónica del Vallès combina la vocación popular con la voluntad de formar nuevas sensibilidades musicales, abiertas y exigentes, en todo el territorio catalán.
Fue creada para acompañar la temporada de los Amigos de la Ópera de Sabadell y al mismo tiempo para programar ciclos de conciertos sinfónicos. Pero esta aventura, iniciada en la temporada 1987-88, se agotó un año después por falta de financiación. Desde entonces sigue un modelo cooperativo, en el que los músicos son a la vez los trabajadores y gestores de la empresa. Es un funcionamiento único en España que en Europa sigue, por ejemplo, la Orquesta Filarmónica de Berlín.
Todo se hace entre todos y esto crea un entramado de relaciones humanas particular. “La archivera, que busca y reparte las partituras, es miembro de la orquesta y el actual gerente había sido trombonista. Que los de arriba sean músicos y no gestores puros marcan una diferencia”, destaca Xavier Puig, director titular de la OSV desde hace siete años.
Él mismo fue elegido por los músicos. "Era director invitado desde hacía tiempo y un buen día me propusieron la titularidad", explica. En ese momento ya era director del corazón de cámara del Palau de la Música: “A veces el mundo coral y el sinfónico parecen incompatibles pero no lo son: estuve muy contento de que no me etiquetaran”. Ahora combina ambos trabajos con la faceta de profesor de dirección en Esmuc.
“No es que los músicos sientan que la orquesta es suya; es que es suya”, recalca Puig. Este matiz no sólo genera ambiente de familiaridad y confianza sino que también ayuda a limar egos: "Es un proyecto colectivo de gente humilde y sensata". Pero, al mismo tiempo, a menudo las decisiones provocan luchas enconadas, “porque realmente a todo el mundo le importa mucho el resultado”.
Es la única orquesta privada de Catalunya que tiene una plantilla estable en nómina y que, por tanto, contribuye a combatir la precariedad del sector. Asimismo, permite que cada músico elija, a partir de unos mínimos, el tanto por ciento de su tiempo que quiere dedicar. Esto facilita que puedan tener carreras en solitario, que se nutran de otras experiencias fuera de la orquesta que después podrán retroalimentar al colectivo. “No somos nada celosos ni posesivos”, bromea Puig. Esta práctica, por su parte, genera una rotación que posibilita dar oportunidades a talentos emergentes, tanto instrumentistas como cantantes, en el caso del ciclo Òpera en Catalunya. La OSV acoge una media de entre un 20% y un 30% de colaboradores por temporada.
Los ensayos son habitualmente las mañanas, de 10 ha 13 h, en la sede de la orquesta, un interesante edificio histórico en el centro de Sabadell con un magnífico auditorio. Los fines de semana están reservados para conciertos o actividades extraordinarias. “Tenemos tanto trabajo que a veces coinciden una ópera y un concierto sinfónico y entonces hay ensayo por la mañana y función por la noche. Es una orquesta muy trabajadora”, afirma el director.
Contra la arrogancia
La OSV obtiene un porcentaje muy elevado de los ingresos de su actividad y no hace aspavientos a la hora de reconocer que está al servicio de la audiencia, que vive del éxito que pueda tener. “Definitivamente sí, y lo asumimos. Hay un punto incluso sano en que necesites el feedback del público. A veces los músicos debemos quitarnos de encima la arrogancia y los prejuicios”, considera Puig. La OSV tiene la vocación popular en su ADN: “Es nuestra marca, nuestra idiosincrasia. Esto no es incompatible con la calidad, no confundamos las cosas”.
La programación es variada y ecléctica: ópera, repertorio sinfónico de toda la vida y otros que incorporan música susceptible de ser tratada sinfónicamente, desde la banda sonora (que también pueden trabajar por géneros) hasta el pop-rock, pasando por una incursión en la música de videojuegos, que ha tenido muy buena acogida.
Asimismo, Xavier Puig tiene el proyecto de hacer programas más exigentes que pongan la orquesta a su máximo de capacidad y al mismo tiempo permitan a la gente descubrir “cosas que todavía no saben que les gustan”. En su horizonte, dos retos, tanto personales como colectivos: la Quinta sinfonía de Mahler y La consagración de la primavera de Stravinski. “La primera es la culminación del melodismo, de hacer cantar a los instrumentos, y la segunda es la máxima expresión del ritmo”, especifica.
Pisando territorio
La descentralización es otra de las divisas irrenunciables de la OSV. “Queremos por toda Cataluña, desde Tortosa hasta Figueres. Conocemos todas las carreteras del país”. Muchas horas de autocar que han potenciado el sentimiento de comunidad y unidad entre los miembros de la orquesta. “Sí, sí, en la historia de la orquesta se han formado algunas parejas. Pero yo soy el último en enterarme”, dice Puig sonriendo. Pero también puede llegar a ser fuente de conflictos: “En algunos fosos, la proximidad genera incomodidad física. Estamos literalmente juntos, enganchados como sardinas”.
Nacido en Cervera, Xavier Puig es muy consciente de la potencia cultural de Barcelona, que chupa la mayoría de los escasos presupuestos que se dedican a la música: “Somos un país todavía cojo, desequilibrado musicalmente: más del 90% de la inversión se hace en la capital”. Una de sus iniciativas más exitosas, y pionera desde el punto de vista del territorio, es el concierto de valses que se realiza en las inmediaciones de Navidad y que rueda por toda Cataluña, una actividad que ha generado una gran fidelización del público: “Hi ha músicos que han visto crecer a las familias. Ven cómo los niños se van haciendo mayores año tras año”. Él no puede apreciarlo tanto, porque está de espaldas, pero recibe “una fuerza, una energía tremendas”. En conciertos de carácter festivo, Puig habla con el público. Y no es el único: también lo hacen en otras ocasiones algunos miembros de la orquesta con habilidades comunicativas.
El relevo
La orquesta afronta el inminente reto de la renovación, ahora que sus miembros fundadores se acercan a la edad de la jubilación: “Afinar el perfil del relevo es la clave de vuelta para los próximos años”. La selección debe combinar forzosamente los aspectos técnicos y artísticos con la dimensión humana de los aspirantes. Evidentemente se realiza una audición, pero la entrevista posterior es, como mínimo, igual de relevante. “Si sólo eliges lo que mejor toca corres el riesgo de construir auténticos monstruos sociales ingobernables y finalmente contraproducentes para el colectivo. Gente buenísima incapaz de escucharse o ceder el protagonismo”, considera Puig. El proceso requiere paciencia, inteligencia y cierto grado de intuición. Podemos imaginar una reunión de la comisión artística: “Muchas discusiones y discrepancias. Siempre buscamos el consenso, pero hay un momento en que toca decidir. La inacción es uno de los peligros de los colectivos asamblearios”.
Xavier Puig explica que se hizo una prospección para intentar hacer una orquesta de músicos retirados en Catalunya pero que no encontraron suficientemente efectivos para salir adelante: “La mayoría de gente que lleva muchos años tocando en una orquesta está deseando jubilarse. Aquí es más bien lo contrario”.
Hablamos con algunos de sus miembros:
Marta Cardona: "La orquesta tiene una energía muy bonita"
Hace siete años que Marta Cardona es concertino de la OSV, es decir, la solista de la sección de violines primeros, que comanda la afinación de la orquesta y toma decisiones sobre la técnica de ejecución de los violines, o incluso de toda la sección de cuerda. Una posición de gran responsabilidad que a ella no le genera ninguna tensión adicional: “Me hace sentir muy viva. Me gusta mucho cuando noto que se está cociendo algo que no sé dónde irá. claras, pero el camino te invita a observar lo que está pasando”. concertino puede ser clave.
No hay muchas mujeres concertinopero Marta no tiene la sensación de haber tenido que luchar más por el hecho de ser mujer. Le gusta liderar sin imposiciones, "invitar a todo el mundo a trabajar por una idea y cumplirla juntos". Considera que la OSV conforma un grupo humano y familiar "con una energía muy bonita". Tiene también una intensa carrera en solitario con un repertorio amplísimo que va desde la clásica hasta el bolero, pasando por el flamenco y la música catalana: “Lo intento hacer todo lo más sensatamente posible, contar la historia que me pasa por la cabeza de manera honesta ”.
Habla con pasión y naturalidad. Su larga cabellera rubia la singulariza: “Es muy fácil encontrarme [ríe]. Dejo libres el pelo, me acompañan, me resulta cómodo y me hace feliz. No soy consciente del impacto que generan: a veces la gente me mira en el metro y no sé por qué”. También ayuda a desmontar la imagen encorsetada del músico clásico. Marta ha propuesto a la cúpula de la orquesta dar conciertos para gente joven fuera de las salas habituales. “A veces estamos tocando una sinfonía y es rock'n'roll puro. Quizás nos ven un día en el Apolo y les dan ganas de ir al Palau”, aventura.
Cuida mucho más su violín que su pelo: “Es un tipo difícil, de 1840, y tiene unas maderas muy finitas: a veces me hace sufrir hasta el último momento, pero nunca me ha dejado tirada en un concierto”. El primer violín que tuvo, sobre los 6 años, dormía con ella y todo. “A éste, antes de algún momento delicado le digo «Cuídame un poco, que siempre te cuido yo a ti»”, confiesa.
El instrumento lo encontró en Lleida, pero ella es tarraconense de nacimiento y por elección: “Lo Priorat te atrapa o te escupe”. Es una máxima que la guía por la vida y que extrapola a todas las facetas. “Para mí las cosas son así: no espero que alguien se enamore de mí o que las cosas funcionen. O sí o no”, declara. Sólo necesitó dos minutos para comprar la casa en la que vive ahora con su pareja y dos hijos en la tierra donde nació y que su padre, músico, se dedica ahora a cultivar.
Jordi Cos: "Los músicos sordos se escuchan"
Es un histórico de la OSV, su presidente y el responsable de programación. Toca la viola en los conciertos sinfónicos, no en las óperas, porque le requeriría un tiempo que prefiere invertir en otros proyectos. actualmente es la dirección de una orquesta de chicos con discapacidad auditiva, con la que contactó en 2019 cuando preparaba un programa especial sobre Beethoven.
La Orquesta Graeme Clark es un pequeño grupo de intérpretes sordos de nacimiento que vio la luz en el Hospital Sant Joan de Déu. Debe su nombre al inventor de unos implantes que, mediante una operación, se colocan en el oído interno, estimulan el nervio auditivo y envían señales al cerebro que permiten crear sensación de sonido en personas con sordera profunda. "Al contrario de Beethoven, que se fue volviendo sordo, estos chicos nacieron sordos y han ido oyendo", explica. Tienen entre 13 y 21 años y están muy unidos: "Se escuchan mucho entre ellos, no sólo fuera sino también dentro del ensayo".
Esta orquesta se ha convertido en el proyecto social más destacado de la OSV. A su cabeza, Jordi Cos ha descubierto el gran potencial para crecer con estos chicos. “Su capacidad de resistir es muy superior a la que encuentras en personas que sienten. No perciben lo mismo que sentimos nosotros ni de la misma forma, pero la comunicación es posible y la interpretación, muy digna”, asegura.
El pasado septiembre tocaron en el Vaticano ante el Santo Padre. Interpretaron Guantanamera, Waterloo, Aleluya, de Leonard Cohen, y We are the champions, que es su himno. "Fue un gran estímulo para ellos", dice Cos. El presidente de la OSV trabaja para ofrecerles nuevas oportunidades de tocar y aprender. Ya piensa en seducir a algunos de los grandes solistas internacionales de primer nivel que invitan a que hagan una sesión con ellos. Porque mucho más allá de una anécdota gloriosa, de una excepción paradójica o de un ejemplo de superación al límite, considera que todas las orquestas del futuro deberían integrar los valores que representa la Graeme Clark: apertura, inclusión y valentía.
Isabel Franch: “Trabajo con una gran libertad”
Es delgada y delicada como su instrumento, la flauta travesera. Nació en Sant Cugat y lleva tres años en la OSV, de la que destaca la familiaridad y la atención al factor humano, “clave en esta profesión”.
Valora la versatilidad inherente a la orquesta que le ha permitido disfrutar de experiencias muy poco al alcance de los músicos clásicos, como participar en un concierto del mítico grupo de rock británico The Who: “Esto sólo puede pasar en el Vallès: atrae cosas especiales y permite a los músicos disfrutar de oasis como éste”.
Pero Isabel ha encontrado nuevos estímulos también dentro en el seno del colectivo. Y es que tiene otra gran pasión, la escritura, que finalmente ha podido hacer compatible con la música sin moverse de la OSV. De hecho, estudió dos años comunicación audiovisual antes de que la flauta ganara definitivamente la partida, después de haber vencido al piano y la viola, los dos instrumentos que exploró primero.
Esta temporada se estrena como responsable absoluta del programa de un concierto que tendrá lugar en febrero y que ha titulado La maldición de Tchaikovsky. Ha escogido los fragmentos de los ballets que se oirán y ha escrito el guión a partir de cartas y diarios del mismo compositor. "Lo he disfrutado mucho y en total libertad", asegura después de un trabajo de meses. Ha sido Jordi Cos, “una persona que ayuda mucho a las nuevas generaciones”, quien le ha impulsado a tomar este camino.
Explica que la flauta travesera no emprendió el vuelo hasta el Romanticismo, cuando acabó el dominio de las flautas de madera: “Es entonces cuando gana en literatura y virtuosismo”. Sigue siendo un instrumento difícil de programar, pero ella, “tozuda por naturaleza”, ha ido haciendo propuestas y debutará como solista en mayo con el Concierto para flauta y arpa de Mozart, seguido por una suite de la película Zorba, el griego. Un repertorio arquetípico de la OSV y un ejemplo evidente de cómo la orquesta da alas y aire a sus miembros.