"Convertirme en una máquina en el Dakar me ha comportado problemas familiares"
Gerard Farrés tiene el sueño de ganar el rally más emblemático del mundo, en el que ha vivido situaciones extremas
Manlleu"¿Cómo actuarás para salvar una vida?", suelta Gerard Farrés pocos días antes de participar en su decimoséptimo Dakar. La pregunta resuena en el Manlleuet. "El psicólogo me dice: «Te harás daño, te perderás, se romperá el vehículo». La primera vez le contesté: «¿Todo esto me va a pasar?» Y no es que estas cosas te pasen una vez, es que en el Dakar te pasarán varias veces. Tienes que prepararte para todas estas situaciones límite. Incluso, para la de encontrarte un compañero malherido", explica el piloto de 44 años mientras toma un cortado durante una conversación con el ARA en el restaurante de la plaza Fra Bernardí de Manlleu, donde todo el mundo le saluda.
Esta situación extrema ya la ha sufrido. El momento más impactante que ha vivido en un Dakar fue en el 2014, en pleno desierto de Tucumán (Argentina) a 50 grados de temperatura. "Se me quemó la moto y estaba bajo unos rastrojos muriéndome. Ya no tenía agua después de siete u ocho horas allí", recuerda Farrés. "Y, de repente, oí unos gritos. Caminé un kilómetro entre dunas y sí, encontré a una persona gritando, Enric Martí, que es de Lleida. Él estaba en calzoncillos, delirando, y más tarde quedó inconsciente. Si no hubiera llegado yo en ese momento, quizá Enric ahora no estaría vivo", sigue relatando.
Cómo transformarse en una máquina
Después de esto, ¿cómo un ser humano es capaz de volver a afrontar un Dakar? "Transformándote en una máquina", dice el de Manlleu nacido en Manresa. "Cuando tú arrancas la moto haces 3,2,1 y apartas a la familia. Sales a matar, te juegas la piel y de golpe te encuentras una moto parada. Pulsas un botón del GPS, paras y, al cabo de 15 minutos, llega un helicóptero", expone Farrés. "Pasas de estar al máximo con la moto a rescatar a una persona. Tú tienes que prepararte para estas situaciones tan duras porque cuando llega el helicóptero y recupera a esa persona, independientemente de los gritos, de la sangre y de lo más feo que te puedas imaginar, tú tienes que volver a subir a la moto y hacer la secuencia: en qué kilómetro estoy, aparto a la familia y 3,2,1... a fondo otra vez. Entonces te transformas en una máquina y puedes sobrevivir en el Dakar", asegura con un hablar hiperactivo, pero sereno.
Su principal maestro en este sentido ha sido Miguel Puertas, que ha participado nueve veces en el Dakar, es coronel de las fuerzas aéreas de la Patrulla Águila y ha ido destinado a guerras. "Este hombre, a partir de sus entrenamientos militares, me enseñó cómo engañar al subconsciente a partir de mensajes conscientes que le das a tu cerebro". Pero Farrés no romantiza este proceso. De hecho, admite que esta forma de hacer causa secuelas psicológicas que le han complicado la vida. "En el Dakar las he pasado flacas y he engañado tanto a la mente que esto me ha traído problemas con mi familia. A veces, llegaba mi mujer a casa cansada de todo el día y le decía que aquel cansancio no era nada, que engañara la mente. Yo no empatizaba. Hasta el punto de que mi hija un día cayó yendo en moto y le dije: «Jana, esto no es nada.» Entonces, empezó a ir a la escuela coja y, al cabo de un mes, un médico dijo que había que ponerle un clavo porque tenía un hueso roto”.
Farrés se dio cuenta de que aquella máquina en la que se convertía en el Dakar no podía pretender llevarla a la vida cotidiana y mucho menos incluir a la familia. "Si ahora tengo un poco de frío y estoy con mis amigos, me pongo una manta y me abrigo. Antes no lo hacía. No quiero entrar en el juego de ser una máquina fuera de la carrera. La máquina, por desgracia, la tengo que ser en el Dakar. En la vida real me he equivocado mucho conmigo mismo y con la familia", lamenta.
Las bolas de dragón
Hasta el 29 de noviembre, solamente un mes antes de empezar el Dakar, Farrés no reunió el dinero suficiente para participar. "Cada año avanzo con la incertidumbre de si podré correrlo, pero este año ha sido la vez que he ido más al límite en cuanto al margen de tiempo", explica. "Tengo muchos patrocinadores pequeños que lo han hecho posible y me caen las lágrimas de agradecimiento. Pero falta un patrocinador grande. ¿Gerard quiere un Ferrari? No. Gerard lo que quiere es poder hacer un campeonato durante el año para llegar en posiciones de ganar el Dakar. Iré del pasado Dakar a éste sin haber competido en ninguna otra prueba", se queja.
Para exponer esta lucha constante para conseguir financiación, Farrés utiliza de metáfora Dragon Ball. En la serie, reunir las siete bolas de dragón comporta poder invocar a un dragón que hace realidad deseos. La foto de perfil de WhatsApp del piloto es una bola de dragón y el buggie y el cascocon los que competirá en este Dakar también tienen varias referencias a la serie. "Soy un fanático de Dragon Ball y también lo es la persona que me ha comprado el coche, Jose Almodóvar. Me identifico con los valores de Son Goku, con esa parte guerrera que va acompañada de empatía, buen corazón y trabajo. Las bolas son deseos y el último que tengo es ganar este Dakar. Lo visualizo, lo trabajo desde hace muchos años. Me visualizo volviendo a Manlleu como ganador del Dakar", proclama.
No es ninguna locura. El 2017 fue tercero en motos y, desde que compite en la categoría T4 de vehículos ligeros, ha sido segundo en 2019 y 2022 (después de detenerse a 300 metros de la meta final para obedecer las órdenes de equipo y dejar ganar a su compañero Austin Jones) y en la edición del año pasado, cuando luchaba por el triunfo, sufrió la avería de un electroventilador que cuesta cinco euros y que lo estropeó todo. “Todo esto no lo haces por dinero. He perdido amigos, otros están en silla de ruedas y a mí me han operado veinte veces. Lo haces por la pasión". El avión que tomará hacia Arabia Saudita saldrá de Barcelona cuando solo se lleven cinco minutos del 2024. Le acompañarán una cartera que ha ido con él desde su primer Dakar (que contiene pastillas para contrarrestar el mareo que le provocan las dunas) y una virgen que le dio su hermana. Antes de terminar la conversación, Farrés se pone la chaqueta porque hace frío.