Cosas que te pasan cuando dejas de beber alcohol

Después de pasarme dos semanas en el hospital a causa del cóvido, con la pulmonía bilateral de rigor, dejé de beber espirituosos. Primero porque la propia naturaleza de la convalecencia no lo propiciaba, no tenía ganas, y, al cabo de unos días, recuperada la salud del todo, porque me di cuenta de que entre beber y no beber la diferencia era mínima: no me hacía falta para nada.

Me di cuenta de que llevaba bebiendo de forma mediterránea, es decir, socialmente y con mucha frecuencia, los últimos, como mínimo, treinta años, eso si no contamos las típicas melopeas que se pillan, a modo de rito paso, por debajo de la mayoría de edad. El bebedor mediterráneo no es considerado un alcohólico con todos los eres y uts, y, efectivamente, nada tiene que ver su experiencia dionisíaca con la de los testimonios dramáticos de los bebedores que necesitan la ayuda de asociaciones como la de Alcohólicos Anónimos, aunque también es verdad, en este asunto y de cara a establecer el tipo de consumidor de alcohol que eres, quizá lo mejor no es compararse con los que beben mucho o muchísimo sino hacerlo con los que beben poco , poquísimo o nada.

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Apuntaba al principio que, al menos para mí, la diferencia entre beber alcohol y no beber es mínima, en el sentido de que sigo teniendo las mismas preocupaciones de siempre pero también encontrando, a dos años de cumplirla cincuenta, felicidad y paz en los mismos lugares, por lo que me considero una persona tremendamente afortunada.

El alcohol se convierte a menudo en una excusa que se interpone entre tú y tus emociones de modo que puedes no acabar sabiendo si la felicidad que sientes es genuina, pero tampoco la causa exacta o aproximada de tristezas o dolores (y me refiero también al dolor físico, porque la borrachera la enmascara).

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No es verdad que el alcohol ayude a la creación.

Cuando haces desaparecer el alcohol de entre tú y la realidad, al principio te sientes un poco desamparado, pero, superado el vértigo inicial, no te queda más remedio que vivir plenamente, y eso, vivir con todo el equipo y tal y como nos temíamos, no siempre es fácil o agradable, pero es mejor.

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Cuando dejas de beber alcohol te desinflas, respiras infinitamente mejor (y cuando escribo infinitamente mejor quiero decir exactamente eso, la diferencia es infinita), recuperas el aliento, las mucosidades se espongan, huele mejor, la piel se tercera y se te seca menos y, cuando consigues descansar, lo haces de verdad, pero no hablar de que no tener resaca es glorioso. Esto con respecto a lo que palpas sin necesidad de analíticas que, como era de prever, también mejoran. Dejar de beber alcohol te libera, porque como puedes conducir siempre que quieras cuando lo necesitas pones en marcha los motores, dices buenas noches, adiós y marchas, y muchas veces se marcha para poder llegar al lugar donde realmente quieres estar.

Cuando dejas de beber alcohol la mayoría de personas te preguntan que cuándo volverás.

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Muchos te miran con suspicacia porque dejar el alcohol es, de alguna manera, abandonar la tribu, liberarse de ella. Para otros muchos también suele ser más cómodo pensar que has dejado el alcohol porque eres un alcohólico de libro, un adicto, a pensar que lo dejas a conciencia, alegremente y sin ningún tipo de dificultad, como es el caso.

Y sí, es posible que muchas ocasiones, encuentros y reuniones que antes soportabas, confundiendo embriaguez con felicidad, ahora te resulten aburridas y que lo que aparentaba ser trepidante y arriesgado ahora resulte pesado y vulgar. Todo ello es necesario aprovecharlo para ganar tiempo, tiempo que, contrariamente a lo que empuja a hacer la cultura del ocio, no debe servir para nada más que para dejarlo escapar, tiempo para no hacer nada.

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Cuando dejas de beber alcohol pierdes amigos que lo eran porque les seguías el ritmo, y ellos a ti, o porque a medias las copas salen más baratas; no te digo ya si lo que pagaba eras tú gracias a la típica generosidad dionisíaca que nunca entendiste por qué siempre caía de tu parte, nunca de la del otro.

Hay una forma generalizada de beber alcohol que tengo la sensación de que es producto de una forma machista de organizar la vida de los demás. Pero sólo es una sensación, un esbozo, tendré que seguir pensando en ello.

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Salud!