El coste humano de la crisis climática

Todos tenemos la sensación de que ahora hay más desastres naturales que antes. A veces podríamos pensar que se trata de percepciones subjetivas que no responden a la realidad sino simplemente al hecho de que se les da más atención mediática. Pero en este caso la realidad es que sí, hay más episodios climáticos extremos, como por ejemplo huracanes, inundaciones o sequías. Concretamente un 30% más desde 1990. Y esto tiene consecuencias sobre las poblaciones humanas. Según datos del Centro de Monitorización de Desplazamientos Internos (IDCM), cada año una media de 22,7 millones de personas en todo el mundo huyen de casa a consecuencia de desastres vinculados a la crisis climática.

Esta cifra va en aumento y se calcula que se puede multiplicar por 10 y llegar a los 200 millones en 2050, de forma que es un fenómeno que hay que gestionar desde ahora mismo, al menos en dos frentes: las políticas contra la emergencia climática y la acogida de estos refugiados climáticos. La primera pata es clarísima: parar el calentamiento global es necesario no solo para salvar ciertas partes del planeta o por una cuestión medioambiental, sino por pura supervivencia para la especie humana. El planeta se volverá ingobernable e inhabitable si permitimos que centenares de millones de personas se vean obligadas a abandonar sus lugares de residencia debido a estos fenómenos. Por lo tanto, hay que ser consciente de que los sacrificios que toca hacer ahora en este ámbito serán ampliamente recompensados en el futuro.

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Aun así, la cuestión de los refugiados climáticos plantea ahora mismo un interesante debate relacionado con los derechos humanos y los derechos concretos de las personas refugiadas. Hasta ahora este concepto solo se prevé para las personas que huyen de la guerra o la violencia, pero la realidad es que ahora ya son más los que abandonan su casa por motivos climáticos. De hecho, son el triple. La cuestión es: ¿a quién podemos considerar un refugiado climático? La opinión pública se sensibiliza cuando se trata de fenómenos espectaculares y muy destructivos, como por ejemplo terremotos o huracanes, que captan la atención de los medios, al menos durante unos días o unas semanas. Pero, ¿qué pasa cuando los efectos son más a largo plazo? Cuando la sequía convierte en improductivas las tierras de cultivo, se secan los lagos que eran fuente de alimentación o, simplemente, las islas son tragadas por el mar, como ya está pasando en algunas zonas del Pacífico? Las islas Fiji tienen planes para trasladar un centenar de pueblos que serán inundados por la subida del nivel del mar, y las Salomó evacuarán una ciudad entera.

El debate sobre los refugiados climáticos ya ha llegado a los tribunales de Alemania y Nueva Zelanda con el caso de personas que apelaron a esta condición. El caso neozelandés, además, propició una resolución de la ONU de enero del año pasado que admitió por primera vez que las personas que huyen en otro país buscando refugio de los impactos de la crisis climática "no tienen que ser devueltas" en sus países. Nos tendremos que acostumbrar a esta nueva categoría de refugiados, que, desgraciadamente, será cada vez más numerosa.