Así hace de madre

Mireia Serra i Vilà: "Al principio odiaba el biberón porque era mi sustituto"

Asesora en lactancia, publicista y madre de Claudi y Ovidio, de 5 y 2 años. Coordina el centro de maternidad Blank2 en Vic y publica 'Todas las lactancias molen. Amamantar desde la diversidad y la libertad' (Ara Llibres), coescrito con Saioa Baleztena. Instagram @muxi.

BarcelonaDe la primera lactancia y maternidad ha nacido una nueva Mireia y un activismo claro por las mujeres y madres. Ha sido uno de los aprendizajes más bestias de mi vida. Ha transformado la relación conmigo misma, con mi cuerpo y con mi entorno.

Lo expresas con mucha contundencia.

— Ese sentimiento que describo es lo que siento ahora. Cuando estaba en pleno posparto, luchando por nuestra lactancia, fue un mar de lágrimas, sangre, sudor y leche, mía y también artificial. Fueron días de angustia, de tristeza, de impotencia y de mucha, mucha soledad. Días de dudar de mí misma y de mi cuerpo, días de recibir comentarios a punta pala de mi entorno, la mayoría en malas direcciones. Fueron días muy negros de culpa y frustración.

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¿Por qué fue tan duro?

— De pequeña y adolescente odiaba mis tetas, eran demasiado pequeñas y no molaban. Así me lo recordaba el entorno constantemente. Con la lactancia descubrí que son muy grandes y tan capaces como cualquier otras. Aprendí a cuidarlas, curarlas, mimarlas y amarlas como nunca. Hoy, a pesar de haber pasado dos lactancias y no ser precisamente los senos más espléndidos del mundo, los admiro y los venero todos los días. Los vivo libres, sin complejos, sin atarlos con sostenes y los destapo siempre que me apetece.

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¿Cómo imaginabas que iba a ser la primera lactancia?

— Tenía la idea y el deseo de que fuera una lactancia materna exclusiva, pero al cabo de quince días ya era mixta porque daba suplementos a mi hijo siguiendo malas indicaciones. Después de muchos meses conviviendo con una lactancia mixta, mientras intentaba retirar los suplementos y aumentar mi producción, mi hijo empezó a rechazar mis pechos y cada vez que le ofrecía el pecho era una lucha muy desagradable, hasta que a los cinco meses, con mi incorporación a un trabajo remunerado, terminó nuestra lactancia mixta y se transformó técnicamente en una lactancia artificial o con biberón. Con el biberón empezó mi activismo con #todaslaslactanciasmolen.

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¿Cómo te hacía sentir el uso del biberón?

— Al principio le odiaba. Era mi sustituto. Yo ya no era imprescindible. Esto era lo que pensaba en las primeras semanas. Luego la percepción cambió. Puse límites a mi entorno y decidí que sólo yo alimentaba a mi hijo, aunque fuera con biberón y leche de fórmula, y así los ratos de alimentarlo y nutrirlo volvieron a ser ratos sólo nuestros. Aprendí a disfrutar de la lactancia con biberón, y fue hermoso.

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¿Qué tres frases sobre lactancia hay que tener colgadas en el frigorífico?

— 1) Pregúntate qué relación has tenido con tu cuerpo y tus pechos antes de ser madre. 2) La lactancia es a demanda por ti y por tu criatura, pero no por el padre. 3) El vínculo es presencia, no es teta o biberón.

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Cuéntame la segunda.

— Es importante estar a disposición de la demanda de los niños, pero también es importante escuchar nuestras necesidades y sentimientos. Cuando una criatura llora no es siempre porque quiere teta, que cada uno se haga responsable de sostenerlo a su manera.

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¿Cuáles son ahora tus batallas domésticas?

— Hay muchas todos los días. Es agotador. Pero el reto para mí es ser equitativa con ambos, en cuanto a presencia y tiempo de calidad que dedico a cada uno. Si ellos sienten que estás, las batallas son asumibles. Cuando no puede ser así y pasas demasiadas horas ausente, las batallas se convierten en guerras. Las criaturas en realidad necesitan muy poco, el problema es a menudo que el ritmo que llevamos no nos permite ni dedicarle un mínimo de tiempo al día de plena presencia a ellos.

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Resume lo que has aprendido de esencial siendo madre.

— No crearme expectativas. Intentar fluir con lo que la maternidad te va trayendo. Criar sin escuchar a opinólogos o personas del entorno que te regalan consejos sin haberlos pedido. Repetirte que todo ocurre y todo vuelve, para poder centrarte en lo que estás viviendo, sin pensar en lo que puedes estar perdiendo.

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Descríbeme un momento precioso.

— Muchas mañanas, al despertarme, observo a mis hijos durmiendo juntos en mi cama. Me quedo parada y flipo de lo bestia que es lo de crear personas con la persona que quieres.