Celebrar Navidad en noviembre
Las nuevas tipologías de familias hacen que cada vez sea más difícil celebrar las comidas clave sin que nadie falte
BarcelonaEn casa Maria son tres hijas y las tres viven en Barcelona, pero las parejas de dos son del extranjero, y de lejos: Puerto Rico y Australia. No es de extrañar, pues, que estas dos unidades familiares aprovechen, algún año, estas fechas para viajar a su país de origen y pasar las fiestas con sus respectivas familias. Por eso, desde hace unos años, cuando saben que se da esta situación, Maria avanza los canelones, la escudella y la carne de olla, el cava y los turrones a finales de noviembre. "Es difícil estar todos en la mesa el día de Navidad", explica, "pero eso no impide encontrar una fecha para hacer la celebración con todos".
En total se juntan los dos abuelos, las tres parejas y los siete nietos que chocan, también, con los Reyes. Con viajes a la otra punta de mundo, lo normal es que las familias de las hijas los aprovechen y alarguen al máximo y, por tanto, comer todos juntos el 6 de enero también es una misión complicada y han llegado a posponerlo hasta mediados de febrero, con una merienda cena más informal. "Casi nunca hacemos el intercambio el día de Reyes", dice Maria, "pero los regalos están bajo el árbol desde el día señalado, eso sí". El reto –y el mérito–, aquí, es para los nietos que sí viven en la ciudad: aguantan ver los regalos bajo el árbol de sus padres hasta que vuelven todos los primos de sus viajes navideños.
No llegarán a celebrarlo tan tarde, pero este año, en casa Montse tampoco se celebrará el día de Reyes el 6 de enero. Será la primera vez desde que tiene hijas, ya que cuando la abuela todavía vivía era el día de fiesta grande que reunía a su familia. Desde que depende sólo de ella, lo ha mantenido con sus tres hijas, que, en diferentes formatos y en diferentes lugares, se lo han ido manejando para poder encontrarse ese día tan mágico. Sin embargo, este año las cosas han cambiado. Una de las hijas se ha separado y por primera vez sus hijos no estarán, porque esa semana estarán con el padre. Y a la menor, que también tiene dos niñas, le han cambiado las condiciones. El hermano de su pareja, es decir, los cuñados, que vivían en el extranjero, se han trasladado a vivir a Catalunya este año y, al tener también niños pequeños, les hace ilusión celebrar el día con las sobrinas. Así que entre todos han acordado posponer cuatro días a los Reyes y confían en recuperarlos cada dos años. "Será extraño, porque lo hemos hecho siempre, pero prefiero hacer ese cambio o ese extra que no encontrarnos", dice Carme, que de momento, no descarta hacer igualmente una buena comida el 6 de enero para quien quiera.
Nuevas realidades
Familias que deben viajar, familias que vuelven, familias separadas, familias reconstituidas y enlazadas… la imagen de la Navidad más tradicional hace años que ha empezado a difuminarse y en algunas casas cuesta encontrarse a todos los que querrían compartir algún día de celebración, pero tal y como recomienda Leticia Asenjo, psicóloga y escritora, hay que intentar "no caer en esta". "La diversidad familiar no tiene por qué hacerlo más difícil, porque la realidad es la que es", señala Asenjo, directora de los centros de psicología EDAI, que propone "romper la nostalgia, que nunca ayuda a la vida". "Seguramente en las fiestas de nuestra infancia también había enterradas otras cosas; la diversidad familiar trae nuevas realidades".
Estas nuevas realidades también se han dado en casa Marta. Son cuatro hermanos y tradicionalmente celebraban la Nochebuena en casa de sus padres y Navidad en casa de las parejas; San Esteban era más flexible. Pero en su caso, la familia de su pareja celebra más el 25 y, por tanto, combinarlo todo es más complicado. "Ellos sólo se reúnen el 25 y primero nos planteamos hacerlo separados", explica. Pero finalmente han decidido mantener la Nochebuena y San Esteban con la familia de ella y Navidad con la de él. "Nosotros somos prácticos y no hacemos comidas alternativas, quién está, está ahí, y quien no, ya vendrá", dice Marta. Además, también están otros días a lo largo del año, por los cumpleaños, y siempre falla alguien. "Nunca hemos hecho ningún drama, es lo que hay", añade Marta.
En su caso, buena parte del trabajo recae en la madre, pero siempre cuenta con la ayuda de todos. Cuenta que hacen una cena sencilla en Nochebuena, pan con tomate, embutidos y quesos; los canelones –ya hechos unos días antes con la ayuda de alguna hija– en Navidad, y la sopa de galets por Sant Esteve. La compra sí la enreda un poco más porque reconoce que debe mirar que no se le dispare la cuenta, pero que, en cambio, haya comida para todos. "Con los años me he vuelto más práctica, porque al final ya no sé si ese día somos diez o quince", dice la madre de Marta.
Familias extensas y tradicionales
Encajar días y familias siempre ha requerido un esfuerzo, pero en casa Mar parece coser y cantar. A diferencia de la mayoría, pese a que ya no tiene a los abuelos de ninguna parte vivos, sigue haciendo Nadal y Sant Esteve con la familia extensa "como cuando era pequeña". O casi, porque ni en su caso, que es ejemplar, escapan del rompecabezas que es Navidad.
En casa su padre, los Rocabert, son siete hermanos. Tres lo celebran por un lado y cuatro por otro por una cuestión de espacio y evolución. Mar y su familia nuclear comen en casa su tía, en Barcelona, y acude siempre porque a su pareja ya no le quedan padres. Su hermana tampoco falla, pero al estar separada, un año va sola y el siguiente con sus hijos. En total, pueden llegar a juntarse entre veinte y veinticinco personas, que parece mucho, pero es poco si se compara con la familia de su madre, los Maltas, que pueden llegar a ser cuarenta. Las cinco hermanas siguen reuniendo para celebrar San Esteban –y una hace los canelones para todos–. Se suman los diez primos, sus parejas y los hijos de todos. A su hermana le ocurre lo mismo, es incondicional, pero unos años va con hijos y otro no, y otros primos pueden fallar los años que vayan con la familia de la pareja. "Yo soy muy familiar y me encanta hacerlo así", dice Mar, que añade que "no es la situación perfecta, pero tengo mucha suerte que nos llevamos bien y nos gusta encontrarnos".
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Rebajar las expectativas y dejar atrás la nostalgia. Para Asenjo hay que dejar la idea de Navidad "idealizada" que se celebra en una familia nuclear heteronormativa porque la familia nuclear ha cambiado. Intentar celebrar estas fiestas como si todos fuéramos "familias nucleares estables y sin fracturas", dice Asenjo, genera frustración porque es un ideal de familia "que no existe".
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No forzar la presencia de nadie ni castigar ninguna ausencia. En caso de conflicto puede cronificarlo y si no hay, puede abrirlo. En este sentido, pueden aprovecharse las bondades de las nuevas tecnologías. Conectarse por videollamada y almorzar un rato juntos en una pantalla es una opción a tener en cuenta cuando las familias no están en la misma ciudad.
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Distribuir la carga emocional y logística de Navidad a distintos miembros de la familia. Para Asenjo tanto la organización de las comidas - y las compras, la cocina, etc.- como la gestión emocional - quien viene, quien no viene, qué se regala- todavía recaen mayoritariamente en las mujeres de la familia y supone una carga de trabajo muy grande que debe repartirse.
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Asumir la flexibilidad. Las familias son dinámicas y hay que ver que "este año somos estos y el próximo año seremos otros". Para Asenjo es importante no pensar en "nunca" y "siempre" pero sí en "mirar el futuro con la ilusión de ver cómo evolucionamos".
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En las familias separadas y enlazadas , Asenjo recomienda intentar pasar Navidad todos juntos y avanzar hacia una nueva familia "construida por varias familias enlazadas". "Es muy bonito poder reunir en una misma mesa a exsuegros y suegros actuales en beneficio de los niños", dice Asenjo. En caso de no hacerlo así, recomienda repartir los turnos con tiempo para evitar peleas de última hora y hacerlo siempre pensando en lo mejor para los más pequeños.