Reportaje

"Cada día recogen entre 35 y 50 vacas abandonadas vagando por la ciudad"

El ganado vacuno desatendido prolifera por toda la India y, por ley, no puede matarse. Los expertos investigan soluciones, como internar a estos animales en santuarios

Laura Fornell
6 min
Vacas desatendidas en el centro de la ciudad de Siliguri, en el estado indio de Bengala Occidental.

La vaca, sagrada para unos y necesaria para otros, es sin duda el animal más polarizador de la India. Para los hindúes, que representan el 80% de los más de 1.300 millones de habitantes del país, las vacas son sagradas. Son símbolo de riqueza, fuerza, abundancia y prosperidad, y por tanto sacrificarlas se considera un sacrilegio. Pero para los musulmanes, cristianos y castas más bajas de la India, la carne de vaca, más barata que la de pollo y que el pescado, es un alimento básico. Para muchos musulmanes, además, el ganado vacuno ha representado durante mucho tiempo su apoyo de vida, ya que han comerciado con su carne, dado que son propietarios de la mayoría de mataderos y carnicerías del país.

Desde que en el 2014 llegó al poder, Narendra Modi, el actual primer ministro de la India ha impulsado una política de exaltación de los valores tradicionales hindúes, como la veneración por las vacas, que fue una de sus principales apuestas para conseguir el apoyo de la mayoría hindú. Modi ganó las elecciones del 2019 por mayoría absoluta y el pasado mes de junio volvió a ser reelegido para un tercer mandato —con el que no logró la mayoría que esperaba—; pertenece al partido nacionalista hindú Bharatiya Janata Party (BJP). Brazo político del Hindutva, se trata de una red de grupos fundamentalistas hindúes que quieren que la India sea un estado hindú y proclamar la hegemonía del hinduismo sobre el resto de religiones.

Una competencia de los estados

En India la política agrícola es competencia de los estados, que han desarrollado legislaciones distintas, ya que no existen leyes centrales sobre el sacrificio de ganado. En la mayoría de estados indios ya existían leyes prohibiendo su sacrificio, pero desde la llegada del BJP al poder muchos estados han subsanado sus legislaciones criminalizando aún más el sacrificio de vacas, y el transporte y la venta de la carne de vacuno. Así pues, han aumentado las sanciones y se ha trasladado al acusado la carga de la prueba, que debe demostrar su inocencia, ya que en este tipo de delito existe presunción de culpabilidad. Además, algunos estados han dado a grupos privados la autoridad para velar por el cumplimiento de la normativa, lo que ha hecho que en los estados más radicales hayan surgido grupos de vigilantes de vacas que se extralimiten a la hora de hacer cumplir las leyes del estado, con varias acusaciones de ataques y linchamientos.

El auge de las gaushalas

Según el censo de ganadería del 2020 llevado a cabo por el ministerio de Pesca, Ganadería y Letería, la población de vacas en la India –es el segundo productor mundial de leche por detrás de Estados Unidos– es de 192,49 millones, de las cuales 22,2 millones de vacas son improductivas. Antes del endurecimiento de las sanciones y de la aplicación más estricta de las leyes que protegen a las vacas, el destino habitual de muchos de estos animales que se vuelven improductivos era en los mataderos musulmanes o en Bangladesh, donde eran exportadas. Pero con la coyuntura actual, los ganaderos ya no pueden vender las vacas cuando dejan de producir leche y se ven obligados a abandonarlas, ya que no pueden seguir manteniéndolas. Como consecuencia, cada vez hay más vacas deambulando a sus anchas por carreteras, pueblos y ciudades, ocasionando accidentes, arrasando los campos por desesperación de los agricultores o alimentándose de basura y plásticos en las ciudades. Y, paradójicamente, ante la supuesta protección que les están brindando, el animal más sagrado y venerado por la religión hindú termina sus días desorientado y abandonado a su suerte.

Las vacas se consideran sagradas al hinduismo y son adoradas en muchas celebraciones religiosas en la India.

Para intentar paliar el problema que genera el abandono de las vacas, en el país están proliferando las gaushalas, que literalmente significa 'el hogar de las vacas'. Se trata de entidades que se remontan al período védico (el más remoto de la civilización hindú, comprendido entre los años 3000 a. C. y 2000 a. C.) dedicadas a velar por la protección y el bienestar de las vacas. Actualmente, hay más de cinco mil gaushalas en la India; la gran mayoría son gestionadas por instituciones de caridad que reciben subvenciones del estado, aunque no son suficientes y deben complementarse con donaciones privadas.

El mayor refugio de vacas del mundo

En Jaipur, la capital de Rajastán, se encuentra el mayor refugio de vacas de la India y del mundo. La gaushala de Hingonia, creada en 2004 por el gobierno de Rajasthan y actualmente gestionada por la asociación sin ánimo de lucro Sri Krishna Balram Seva Trust, es un centro de rehabilitación de vacas en un terreno de más de 260 hectáreas que alberga 13.000 vacas, de las que sólo 150 son productivas. La gran mayoría son vacas viejas que han sido abandonadas cuando han dejado de dar leche y que llegan a la gaushala escuálidas, enfermas y algunas medio moribundas después de haber sido atropelladas. "En Jaipur está prohibido soltar las vacas dentro de la ciudad", explica Radha Gopal Dasa mientras espera que llegue el camión con las primeras vacas del día. Radha, de 26 años y miembro del movimiento Krishna, llegó a la gaushala en marzo de 2019 después de haber terminado los estudios de ingeniería agrónoma. "Tenemos seis camiones, que salen a recorrer las calles de Jaipur, que cada día recogen entre 35 y 50 vacas abandonadas vagando por la ciudad".

Urna para donaciones en la 'gaushala' Shree Pinjrapol de Jaipur, en Rajastán.
Una vaca víctima de un accidente de tráfico en las calles de Jaipur se recupera de sus heridas en el hospital veterinario de Hingonia.

La gaushala cuenta actualmente con 400 trabajadores, de los que unos 150 viven en las mismas instalaciones, algunos incluso con sus familias. Una de las partes más importantes es el hospital veterinario, que puede llegar a atender a aproximadamente 400 vacas, con diferentes áreas en función de la gravedad o de la etapa de rehabilitación del animal, y donde muchas son operadas para poder extraer' ls los kilos de residuos que los taponan los estómagos, como plásticos, madera, trozos de vidrio e incluso algún zapato. "Con la mejora del hospital veterinario hemos podido frenar las muertes excesivas de ganado, a pesar de haber duplicado el número de vacas acogidas en tan sólo cuatro años –aclara Radha–. Aunque recibimos una ayuda del estado de 1.470 rupias (aproximadamente 16 euros) al mes por cada vaca y donaciones generosas, estamos intentando ser más autosuficientes generando ingresos con la venta de productos lácteos, aprovechando la leche de nuestras vacas productivas”.

Llega un camión con las seis primeras vacas del día que se han encontrado vagando por el centro de Jaipur. Después de cortarles las cuerdas y amuletos que les cuelgan de los cuellos y ponerles la identificación correspondiente, pasan a una zona extensa de campo donde pasarán dos días antes de ser segregadas por edad, sexo y raza. "Este es un momento muy estresante para las vacas que hace tiempo que vagan a sus anchas por las calles", comenta Radha, mientras de fondo, por el hilo musical de toda la finca, se siente el mantra Hare Krixna, "por lo que intentamos transmitirles paz para que el proceso sea lo menos incómodo posible".

Un trabajador del hospital veterinario de la gaushala de Hingonia utiliza una grúa manual para ayudar a una vaca enferma a mantenerse de pie.

Otros gaushalas más pequeñas, con menos recursos e instalaciones más precarias, terminan desvirtuando la razón de ser de estos refugios y acaban convirtiéndose en pequeñas lecherías. A tan sólo 16 kilómetros de Hingonia, y en una de las arterias principales de entrada a Jaipur, se encuentra la gaushala Shree Pinjrapol, que acoge a 2.500 vacas, 400 de las cuales son productivas. Shree Pinjrapol es privada y se fundó hace 120 años para dar cobijo a las vacas sin hogar. "Sobrevivimos mayoritariamente de las donaciones, de la venta de productos lácteos y de las subvenciones que recibimos del gobierno", explica Narayan Lal Aragwal, presidente de la gaushala, sentado frente a un escritorio improvisado a modo de recepción con una pequeña urna para las donaciones. "Cada día llegan entre 8 y 10 vacas abandonadas que derivamos a Hingonia, ya que no tenemos espacio para acoger a más animales".

En el pequeño espacio reservado para el centro veterinario se encuentra el doctor RG Vashistha, médico jubilado del gobierno de Rajasthan que trabaja desde el año 2009 como voluntario en esta gaushala. "Sé que esto no es la solución al gran problema que suponen las vacas abandonadas –explica con resignación–, pero bueno que debemos hacer algo. En este momento tenemos 20 vacas en tratamiento; la mayoría han llegado en un estado muy deteriorado víctimas accidentes de tráfico y con pocas posibilidades de sobrevivir".

Estos asilos para vacas, como si fueran unos balnearios de sus últimos días, donde son curadas, alimentadas y rehabilitadas, y donde están hasta su muerte, parecen la mejor solución para un problema agravado aún más por un gobierno que hace bandera del hinduismo más radical a la vez que promete fomentar el crecimiento económico. De todas formas, el paso previo a la muerte es un espacio semicubierto, al que llaman UCI, donde un centenar de vacas yacecen en el suelo, inmóviles, algunas ya totalmente ciegas, consumiéndose poco a poco, y donde el silencio casi sólo lo rompe algún bramido cuando alguna de las vacas es atendida por el grupo de trabajadores, que les hacen realizar cambios posturales, o cuando intentan levantar las que aún pueden ponerse de pie.

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