Alrededor de la Denominación de Origen Costers del Segre existe un territorio diverso, repartido en 7 paisajes, que da fruto a vinos unidos en su intensidad, amplitud y equilibrio. Vinos con buena acidez, frescura, fuerza y carácter. Estos viñedos arraigados en tierras leridanas dan vinos de gran calidad. Su producción se extiende a lo largo de la cuenca del río Segre y del Pirineo de Lleida. Montañas, valles y llanuras de Lleida vierten sus aguas en el río Segre en una extensa variedad de gente y paisajes regidos por la continentalidad y la alta variedad térmica.
De los viñedos arraigados a las tierras leridanas nacen vinos de gran calidad. En este territorio, que se extiende a lo largo de la cuenca del río Segre y del Pirineo de Lleida, el clima continental con influencias del clima mediterráneo provoca fuertes oscilaciones térmicas, ideales para el cultivo de la viña.
Las variedades blancas predominantes en la DO Costers del Segre son parellada y macabeo, que proporcionan un perfil clásico, ligero y afrutado a sus vinos blancos. En cuanto a los tintos, destacan uvas autóctonas como el tempranillo, la garnacha y el taladrado. También podemos encontrar, de origen francés, el cabernet sauvignon, el merlot y el chardonnay, ya que Costers del Segre fue el primer territorio en introducir este tipo de uva en nuestro país.
La DO Costers del Segre tiene una extensión de cultivo de viñedo de 4.182 hectáreas y cuenta con un total de 35 bodegas. En Cataluña, en total, se producen 340 millones de botellas de vino – 90 de vino tranquilo y 250 espumoso– un 50% de las cuales se comercializan en Cataluña. El resto se comercializa en España y en el exterior – principalmente en Reino Unido, Suecia, Alemania, y Estados Unidos.
Además de la DO Costers del Segre, Cataluña dispone actualmente de diez denominaciones de origen más de producción de vino: Priorat, Montsant, Terra Alta, Cuenca de Barberá, Penedès, Cataluña, Tarragona, Empordà, Pla de Bages y Alella.
La Ruta del Vino en las Tierras de Poniente
Seguir la ruta que se adentra por las Terres de Ponent permite descubrir una de las caras más expresivas, originales y desconocidas del vino catalán: de los vinos de altura que arraigan con fuerza en el Pirineo, en las bodegas que recuperan una tradición que estaba extinguida, de pequeños proyectos que valoran la viticultura de secano, en bodegas que han apostado por la elaboración de vinos con carácter.
Esta ruta permite conocer pueblos de postal, una cocina rural de gusto popular, paisajes virginales y viticultores francos y abiertos dispuestos a revelarle los secretos de la Cataluña menos conocida.
Y es que hablar de Lleida es hablar de vino. La ruta del vino de Lleida cuenta con la complicidad de 22 bodegas que abren sus puertas a los visitantes de fuera, 7 empresas hoteleras que ofrecen alojamiento y 16 restaurantes. Los primeros indicios del cultivo de uva en estas tierras fechas de la época íbera, pero son los romanos quienes introducen el cultivo de la viña, que alcanza el máximo esplendor durante el siglo XIX, con 120.000 hectáreas de cultivo.
Esta etapa de expansión se vio truncada por una plaga de filoxera que provenía de Norteamérica y que atacó el continente europeo entre 1895 y 1909. Los productores de las Tierras de Lleida, lejos de abandonar el cultivo, apostaron por introducir nuevas variedades de uva y reponerse. Este espíritu innovador se traduce en la actualidad en las bodegas con la tecnología más modera y la tradición. generacional del cultivo de la vid que propician la producción de exquisitos vinos tan diversos como el territorio por el que se extiende la Ruta del Vino de Lleida.
El enoturismo en Cataluña
Detrás de cada botella que se produce en Cataluña existe un universo que se te muestra al destaparla. Y al probarla, te revela su carácter franco, la naturaleza del paisaje en el que ha nacido, la personalidad de quien la ha forjado y el espíritu de quien la ha hecho crecer.
Viajar por todos los rincones del país, evocar paisajes, escuchar a personas, sumergirse en su historia y compartir un legado milenario, entender sus orígenes, empezar una botella, sentir el viaje y saborear la vida: esto es el experiencia del enoturismo en nuestro país.
En total, Cataluña dispone de más de 300 bodegas visitables. Te abren las puertas de su casa para que pruebes sus especialidades y, al mismo tiempo, conozcas su contexto histórico, social y cultural, que convierte nuestra casa en un destino enoturístico único.
En estas más de 300 bodegas, y también en las 22 de la DO Costers del Segre, podrás conocer desde la llegada del cultivo de la viña a nuestra casa hasta el centenar de bodegas cooperativas de estilo modernista, conocidas como catedrales del vino , las barracas y los lagares de piedra recuperados en medio de los bosques, los museos de la vida campesina, las fiestas tradicionales dedicadas al vino que todavía es conservan y las grandes bodegas del país que se levantan como símbolos contemporáneos de la importancia del vino en la gastronomía catalana.
Y es por eso que podemos decir que en Cataluña, el vino es cultura.
Espacio Amparo Molinero: DO Costers del Segre
Me gustan los vinos de la DO Costers del Segre y, por tanto, me gusta la gente que los hace, entre los que tengo amigos (siempre querré hacer amiga de la gente que es buena enlosuyo). Hay una red de viticultores y ganaderos siguiendo el Segre, en las llanuras y en las desconocidas montañas (jóvenes y viejos) que ayudan a cerrar el círculo. La DO Costers del Segre no puede ser más ecológica (en el sentido más moderno). Si un día va a visitar bodegas en Costers del Segre, se emocionará y sorprenderá a partes iguales al ver dónde están los viñedos y ver cómo lo que siempre se ha hecho (simbiosis entre animales y plantas) no sólo hace vinos extraordinarios, sino también gastronomía extraordinaria.
Qué diferencia de paisajes y qué diversidad, pues, de vinos, los de los Costers del Segre. La propuesta que debemos hacernos, este año, es haber probado al menos un vino de cada una de nuestras DO. ¡Probar un Costers! Tendrá un vino sin duda mediterráneo, pero con carácter continental. Quizá por eso, por el carácter continental y por los cambios de temperatura que nos da la Tierra Firme (como me encanta, la expresión) ésta fue la primera DO en plantar variedades francesas, como el chardonnay, por el lado blanco, y el merlot y el cabernet, por la negra. Ah, pero en los Costers tenemos, sobre todo, macabeo y parellada y tempranillo, garnacha y taladrado. Para mí, los vinos de la DO Costers del Segre expresan la idea de un plato que me encanta: la cazuela de pedazo. Es el plato que se hacían los campesinos "al trozo", con el que se llevaban de casa y el que encontraban allí (con suerte, caracoles). Son vinos que tienen la sencillez más hermosa, la belleza más contundente, la contundencia más elegante, la elegancia más sencilla. Círculo cerrado.