El eslabón del Montsant Nord

"Que el Montsant Nord no sea sólo un lugar para venir a escalar, que se reconozca el peso de la viticultura. Hay un paisaje histórico entre la sierra de Montsant y la de Siurana, con un microclima y suelos heterogéneos de pizarra, arcilla, panot y cantos rodados que otorgan a los vinos más acidez, frescura, elegancia y fluidez", dice el enólogo Agustí Torelló Sibill, propietario de Compañía Vitícola Sileo. Es una de las diez bodegas que forman parte de la Asociación de Viticultores y Bodegas Montsant Nord, que se extiende por los municipios de Cornudella de Montsant, Albarca, Siurana y Ulldemolins.

Les une la altura, el hecho de cultivar viñedos entre 450 y 800 metros, pero también y especialmente un entorno natural privilegiado en tiempos de emergencia climática. "La Gritella evita que llegue la humedad marina y la sierra de Montsant obsequia con un aire seco que favorece la maduración lenta y aseada de la uva. Conservemos también un contraste térmico marcado entre día y noche", resalta Xavier Estivill, fundador del Celler Gritelles. "Necesitamos hacer poco trabajo enológico y el resultado son vinos extraordinarios con capacidad para envejecer", confirma Torelló Sibill. "Los abuelos supieron preservar nuestras variedades autóctonas y tras el desastre de la filoxera plantaron de nuevo miles de cepas", añade Estivill.

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"Somos el cooperativismo del siglo XXI. Defendemos y hacemos valer el espíritu de un territorio singular y milenario", insiste Agustí Torelló Sibill. Lo significa en una catedral del vino, Cornudella de Montsant, que también forma parte de la asociación. Construida en 1919, es una demostración arquitectónica de los valores del cooperativismo que resurge hoy. La completan Bodega Noguerals, Cingles Blaus, Bodega Ronadelles, La Bodega de la Era, Bodega Sierra Mayor, Clos Maria y Agrícola de Ulldemolins.

Elaboran vinos versátiles con estilos enológicos complementarios. Cuando se prueban, se oye hablar de mineralidad y tensión, de viñedos inaccesibles y costeros, de maduración extrema y de silencio. Las variedades autóctonas como la garnacha, la cariñena y el macabeo son su baluarte. "Queremos expresar el carácter del territorio. Suelo y clima, pero también levaduras autóctonas; caminamos hacia la mínima intervención", adelanta Estivill. La DO Montsant también trabaja en esta dirección y su presidenta, Pilar Just, aplaude el gesto de los elaboradores de unirse: "No ahorra esfuerzos. Tenemos riqueza y hay que poner de relieve el Montsant Nord, una de las seis zonas que nos definen, pero sobre todo poner el acento en el eslabón humano. Queremos una DO en la que los viticultores se ganen bien la vida y el precio de la uva y del vino pueda ser más alto, porque eso es lo que asegura un territorio vivo".