Estrategias esenciales para prevenir ahogamientos

Cómo actuar para evitar ahogamientos entre niños y jóvenes

Ramsés Martí Biosca
y Ramsés Martí Biosca

Ya hace unos años que colaboro con este medio compartiendo estrategias para prevenir los ahogamientos en niños pequeños, especialmente en los dos grupos de edad en los que aumentan estas muertes, los niños pequeños y los adolescentes. El ahogamiento es un riesgo importante para las dos edades: es la principal causa de muerte prevenible en niños de 1 a 4 años, y entre los adolescentes, especialmente en chicos, es la segunda causa más común de muertes evitables de 15 a 19 años, después de los accidentes de tráfico. 

Esto hace que el ahogamiento sea un problema de seguridad que es esencial revisar cada verano, cuando llega la temporada de playa, piscina, etc. Ahora, sobre todo después de este extraño año de bloqueo, es un buen momento para revisar la seguridad en el agua, porque las últimas muertes de niños, preadolescentes y adolescentes piden que volvemos a incidir en ello. 

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Actualmente los expertos recomendamos un enfoque por capas de seguridad acuática, incluyendo las vallas alrededor de las piscinas; la supervisión por parte de un adulto, responsable y capaz de ayudar; clases de natación; formación en RCP para familias y cuidadores, y chalecos salvavidas homologados para navegación. Con los más pequeños o aquellos que dependen de materiales flotantes, este adulto tiene que estar como máximo a la distancia de la longitud de su brazo. 

Los mensajes esenciales no han cambiado: los padres tenemos que ser conscientes del peligro y tenemos que entender que un accidente puede pasar en cualquier familia, que los niños pequeños se pueden mover muy rápidamente y que la mayoría de los ahogamientos en el hogar (el 70%) se producen fuera del "tiempo de baño", en aquellos pocos segundos en los que no sabemos dónde está el niño. Por lo tanto, las capas de protección para los pequeños incluyen esta supervisión, pero también vallas alrededor de las piscinas y cerraduras con apertura no accesible a niños en cualquier puerta que conduzca al agua. A medida que los niños crecen, los patrones cambian, pero el ahogamiento sigue siendo un riesgo importante. Y los mensajes más importantes para los niños más grandes son las clases de natación con contenidos de seguridad acuática como habilidad vital imprescindible para todos los niños. Y es que hay notables disparidades en el acceso a las clases de natación, y las tasas de ahogamiento son más elevadas en las poblaciones minoritarias. La supervisión por parte de adultos y no nadar nunca solos son cuestiones esenciales, así como disponer de chalecos salvavidas homologados. Cualquier persona que participe en actividades sobre el agua donde haya corriente (corriente natural, como un río, o provocada, como en una embarcación, por ejemplo) tendría que llevar uno de estos chalecos salvavidas siempre. 

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El riesgo de ahogamiento aumenta mucho entre los adolescentes, especialmente los chicos, y sigue siendo elevado hasta la edad adulta y puede estar relacionado con comportamientos de riesgo. Las leyes que regulan los chalecos salvavidas están relacionadas con la navegación, de forma que tendemos a suponer que no hay necesidad de chalecos salvavidas en otras actividades.

Saber nadar

He hablado también alguna vez sobre el significado de saber nadar. Los niños tienen que aprender a nadar cuanto antes mejor, es cierto. Pero no olvidemos que saber nadar no significa que ya no nos podemos ahogar, sino que tenemos una habilidad sin la cual sí nos ahogaríamos. Aprendemos a nadar, habitualmente, en espacios con agua templada, con bañador, gafas, en un agua cristalina, sin movimiento... un entorno muy diferente de la mayoría de espacios acuáticos donde el niño podrá estar en un futuro. 

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Por eso cuando busquemos una escuela de natación tendremos que buscar algo más que el hecho de que el niño aprenda a flotar y a moverse sin ningún objeto auxiliar... Tenemos que pedir que se trabaje la corresponsabilidad hacia su seguridad en el medio acuático, y esto se puede trabajar, incluso, con los más pequeños. Es importante esperar siempre tan alejados de la lámina de agua como sea posible, no acercarse nunca ni entrar si no es que el adulto nos lo indica, no tirarse de cabeza y mucho menos en fondos desconocidos, afrontar las sensaciones de no llevar gorro de baño, de no llevar gafas, de llevar más ropa, de caer al agua en diferentes posiciones y aprender a alertar si alguno otro niño está en el agua. 

Un niño que aprende a nadar y que además interioriza su responsabilidad para la seguridad adentro y alrededor del agua crecerá y será un preadolescente, adolescente y adulto que disfrutará del agua con seguridad; y, en el futuro, será un padre o una madre que se interesará por que sus hijos sigan este ciclo. 

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Ramsés Martí Biosca es especialista en seguridad acuática - @ramsesmb