Quizás no todo el mundo lo hace de una manera tan organizada y pensada como Isabel, pero liberar espacio es una práctica que, tarde o temprano, debe hacerse en todas las casas. Hacer donaciones a entidades sociales, llevar juguetes a la escuela o revender los que están en mejor estado son otras opciones que cogen bastante en las semanas previas de Navidad. Sin embargo, hay una que es más curiosa. Repararlos para darles una nueva vida. Lo sabe muy bien la maquetista Noemí Batllori que hace unos ocho años puso en marcha el Hospital de los Juguetes, un pequeño proyecto que hizo nacer para recuperar juguetes y volver a ponerlos en circulación, en entidades sociales o vendiéndolos a precios ajustados, y que ahora, principalmente repara porque las familias tienen mayor conciencia. "Ahora hay gente que viene de más lejos y quieren arreglar algun juguete porque no quieren tirarlo. Si hay vínculo emocional, cuesta más", dice Batllori. Desde 2016 este particular hospital ha atendido a cerca de 500 pacientes, sobre todo peluches y muñecas de todas las épocas pero también otros de madera.
¿Qué hacemos con el exceso de juguetes?
Hacer una rotación o cuando entra un nuevo juego sacar otro son algunos de los consejos para evitar acumulaciones
BarcelonaUna muñeca, un coche de bomberos, una grúa, una cama para la muñeca que los Reyes llevaron el año pasado, dos rompecabezas, cuentos, dinosaurios, una cocinita... La lista de nuevas adquisiciones en Navidad es casi infinita.
Papá Noel pasa por casa y este sábado, el comedor estará otra vez lleno de regalos de los Reyes Magos. ¿Puede un hogar absorber todos estos juguetes? ¿Pueden los niños gestionar todas estas novedades? La respuesta parece obvia: ni los más pequeños son capaces de saber qué hacer con ese exceso de juguetes ni sus habitaciones pueden albergar todos los regalos de las fiestas. Lo que está claro es que la situación seguro que resulta familiar a más de uno y que incluso es casi inevitable. Ahora bien, se pueden hacer cambios para que no se repita año tras año.
Isabel Rodríguez es maestra –ha sido jefe de estudios de la Escuela Congrés-Indians de Barcelona– y explica que ha visto "muchas sandeces". Hay familias con muchísimos regalos, y niños que, cuando vuelven a la escuela, están saturados de tantas novedades. "Ves que no les va bien a los niños esta locura", dice. Y por eso, con su hija, Alicia, se lo han planteado distinto. A la hora de colocar los juguetes en la habitación optan por hacer rotación. Es decir, los que en ese momento no utiliza tanto los guardan en armarios poco accesibles, mientras que a su alcance le dejan los que más le gustan o llaman la atención. Y al cabo de un tiempo, se cambian. De esta manera, su hija tiene juguetes nuevos sin haber comprado ninguno. Pero esta táctica también sirve para conseguir tener los juguetes en orden. "Cuando tienen muchas cosas, las maltratan", dice Isabel, "si están escondidas, generan interés".
Esta política se complementa con la filosofía que tienen establecida en Navidad, que es la misma que para los cumpleaños: si entra un juguete, debe salir uno que no se utilice. Isabel dice que se intenta buscar a un nuevo usuario entre los conocidos, que es un gesto que a la niña le hace ilusión porque acaba viendo la nueva vida del juego. Si no es posible, se lleva a alguna entidad que lo aproveche o, en caso de mal estado, se lanza a la basura. Para que esto sea posible, Isabel tiene organizado los regalos "por categorías". En su familia siempre hay un libro, un juego de mesa, algo que le haga mucha ilusión, alguna prenda, una experiencia y algo que apoye algún tema que esté aprendiendo. Por ejemplo, ahora que Alicia está aprendiendo las tablas de multiplicar y por estas fiestas le han traído materiales manipulativos. "Si no se hace así, es una locura", dice Isabel, que recuerda que, de menor habían llegado a guardar regalos sin abrir y los sacaban a lo largo del año. "Era insostenible, de golpe no pueden gestionarlo", añade.
Poder hacer todo este proceso con naturalidad también se ha tenido que trabajar. Isabel explica que de pequeña le costaba más porque "todo le trae recuerdos" pero ha ido asumiendo que no puede acumularlo todo. Ahora, que tiene ocho años, es plenamente consciente de que es necesario hacerlo así. Unas semanas antes de Navidad, hicieron lo que ellos llaman "poda" y según Isabel, Alicia ya "ventiló" mucho. "Es un proceso que debe acompañarse e implica también tener respeto si algún objeto es importante", añade Isabel.
Precisamente en esta línea también se expresa Claudia Díaz, especialista en juego de Jugar y Jugar. Cree que este trabajo de "hacer limpieza" es importante para involucrar a los niños y hacerles entender la necesidad de desprenderse de los juguetes que ya no les hacen disfrutar. "El exceso entorpece el juego", dice Díaz, que como experta en este ámbito, también recomienda hacer esta rotación que evita esta acumulación.
"Ya tiene uno camión, lo cambiaré"
Para terminar las fiestas de Navidad sin colapsos, Díaz también da un par de consejos más. El primero: dar un paso atrás. Es decir, no abrir ningún regalo que no estemos convencidos de que nos gusta. Al igual que cuando un pantalón que no nos gusta, lo cambiaremos, también se debe seguir esta filosofía con los juguetes y pedir el recibo. Díaz cree que no se hace tanto porque "el juego está infravalorado" y las familias prefieren quedárselo, pero por eso anima a pronunciar frases como ésta: ya tiene uno camión, ya lo cambiaré. "Hay que sacudir esta vergüenza", dice la experta que añade que esto sirve para reivindicar el juego "y los juguetes como instrumento".
Y el segundo, poner límites a los abuelos, ya que es un clásico que hagan regalos que la familia no quiere, sobre todo aquéllos con luces y colores. Para ahorrarse estas situaciones incómodas, Díaz anima a hablar con ellos antes de que lo compren y, si no, establecer que el juguete que llega a casa de los abuelos es para jugar en casa de los abuelos. "Cuando saben que eso se quedará en su casa, lo miran más y hay regalos más discretos y pequeños", asegura Díaz.
Recuperar la magia de Reyes
Uno de los problemas que encuentran las familias en las semanas previas a las fiestas son las largas listas que incorporan los niños y niñas a las cartas de los Reyes. A menudo, los niños acaban pidiendo cosas que no saben que quieren porque lo han visto en catálogos o porque se han visto forzados a pensar juguetes a pedir. Para solucionar esta incomodidad, Díaz plantea evitar hacer la carta a los reyes. "Los reyes son mágicos y saben lo que necesitas", dice Díaz que es una buena respuesta para dar a los niños y les hace sacar un peso enorme de encima, al niño ya la familia. Al pequeño, porque no debe pensarlo y a la familia porque no debe cumplir ninguna lista y pueden conseguir un efecto asombroso con las mismas propuestas. Díaz cree que las familias se han centrado, en los últimos años, en responder a todas las peticiones de los niños y que han olvidado la puesta en escena de que a veces "es más importante que el regalo en sí". Por eso propone, por ejemplo, imprimir fotos, mover muebles, poner flores o montar una cabaña en el comedor el día de Reyes para que, cuando se levanten, los niños y niñas lo vean "mágico y diferente". Hay quien hace gincanas para encontrar regalos o chocolate a la taza para desayunar, para enmarcar el gran día. Cree que al final estos detalles son los que se acuerdan. "La infancia se acorta y si somos capaces de alargarla al máximo, vale la pena".