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26/03/2025
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Caminando por el arcén de una carretera, en los márgenes de un campo, me encuentro la envoltura de dos preservativos. Por cómo brilla, parece que están por estrenar. Pongo el pie encima y presiono con la punta del zapato. Se dibujan dos anillas olímpicas en el envoltorio.

No son los preservativos, sino las historias que conservan. Esta tira de dos formaba parte de una caja. ¿Han tenido más suerte el resto? Están al margen de una carretera en Solius. Alguien los ha lanzado por la ventana del coche. ¿Qué desengaño pasaba este hombre que no quisiera guardárselos para otro día? ¿Fue al final de una discusión? Antes? ¿Durante? ¿Fue en señal de desprecio? ¿De compromiso? ¿Fue una liberación? ¿Lo lanzó el copiloto, o el conductor? ¿Los descubrió el acompañante, y los lanzó indignado? ¿O el conductor iba a ver a alguien y de repente cambió de idea y no quería poder repensarse? ¿O los arrojó hacia el cielo, como fuegos artificiales para celebrar la decisión de procrear?

En cada paseo encuentro cosas. Unos pájaros como fruta fuera de temporada en lo alto de unas ramas peladas. Se les lleva un viento, vuelan por el cielo y después vuelven al mismo árbol como hojas imantadas. Un día encontré una bolsa con tres linternas. Puse pilas pero no iban. Quien sabe lo que habrían iluminado. Otro día, una linterna frontal que me sirvió para ver una salamandra y hacer un artículo. Botellas, latas de sardina oxidadas, trocitos de barro de aplecs de hace mil años. Una vez, un gorro rojo que dice Andorra y que todavía me pongo por leer al sol. Un mojón de piedra descabezado, de demasiado peso para cargarlo en la mochila. Paquetes de tabaco o pañuelos decolorados, perdigones gastados. Piedras y cantos rodados haciendo la vertical uno sobre el otro. Somos como animales marcando territorio. Lo último que me he encontrado son unos atrapa-sueños medio podridos en medio del bosque, colgados en unas ramas, como telarañas circulares.

Me encuentro mil cosas. Son como las noticias del diario, fragmentos de realidad para tratar de comprender el mundo. Es imposible. Me encuentro también caminantes que van solos, pensativos, a veces con un perro, prendas de mi propia persona. Un día me encontraré a mí mismo, perdido vete a saber dónde caramba.

Estos días de lluvia, mirándome las gotas que caían tranquilas y quietas en una balsa, pensaba que eran como esas cosas que me encuentro paseando, unos círculos que nacen, que se abren y enlazan entre ellos para acabar fundiéndose con la balsa, infinitas anillas de preservación, gotas que caen del cielo pero gozan del cielo.

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