COP16

Si queremos seguir comiendo en el futuro, necesitamos insectos (y no para comérnoslos)

La amenaza de los pesticidas y los monocultivos: "Teníamos campos de sandías magníficos, pero estábamos haciendo un llamamiento a las plagas"

En Cambrils, hace 10 años, los campesinos de Verdcamp Fruits no sabían porvenir. Sus campos de sandía sufrían sistemáticamente plagas de pulgones. Para combatirlas, los trataban con fitosanitarios intensivamente y de forma repetitiva, a menudo cada semana, y nada. No sólo no lograban controlarlas, sino que la situación parecía empeorar. Y por si no tenían suficientes quebraderos de cabeza, la aparición de la plaga coincidía con un momento crucial para esta fruta, el de la polinización.

Y es que como ocurre con 87 de los 115 cultivos más consumidos por los humanos, cuando la sindriera (Citrullus lanatus) florece, necesita que algún polinizador –en 9 de cada 10 casos son insectos– transporte sus granos de polen a otra planta y le lleve también otras flores para hacer posible la fertilización y la producción de frutos y semillas. Éste es el proceso del que dependen el 75% de las especies vegetales desde hace 120 millones de años para sobrevivir.

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Sin embargo, en el caso de los campos de esta empresa de agricultores tarraconenses no se producía o no de forma óptima, por lo que cada temporada debían alquilar 600 colmenas de abejas que les ayudaran a polinizar los cultivos. “En 2014, después de terminar la campaña, me llamó el apicultor y me dijo que ya no me llevaría más abejas”, explica Ernest Mas Barrabeig, socio directivo y responsable de investigación, desarrollo e innovación de Verdcamp Fruits. “Tengo muchos problemas con las cajas que te traigo, las abejas se mueren y me producen cada vez menos y menos miel”, me explicó. Aquello fue la gota que colma el vaso: nosotros no estábamos teniendo una buena producción y además estábamos matando a las abejas. No podíamos seguir así”, añade.

La soberanía alimentaria, en peligro

El caso de Verdcamp Fruits es un ejemplo de lo que se repite en campos de producción agrícola de todo el planeta. Un estudio publicado en Nature este verano alertaba de que entre el 28% y el 61% de los sistemas de cultivo mundiales estaban amenazados por la carencia de insectos polinizadores; lo que, a su vez, ponía en peligro el sistema de producción alimentaria mundial. Porque, aunque no somos conscientes de ello, tres de cada cuatro pedazos de alimentos que nos ponemos en la boca dependen directamente de los insectos, que son una pieza clave en la seguridad alimentaria. El futuro de nuestra alimentación pasa por ellos, algo que, curiosamente, ya sabían los antiguos egipcios y los griegos, que hace 2.000 años los utilizaban para incrementar el rendimiento y la calidad de los cultivos. Y de entre los insectos polinizadores, la abeja de la miel (Apis mellifera) es la reina: no en vano se encarga de propiciar la fertilización del 70% de los cultivos.

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Que la biomasa de insectos está en declive se conoce desde hace años. Aunque no existen registros históricos para comparar cuántos había hace 30 o 40 años, se calcula que sólo en el último medio siglo han desaparecido un 35% de estos animales. El famoso biólogo Edward O. Wilson aseguraba que "son las pequeñas cosas que hacen funcionar el mundo" y que sin los insectos "el medio ambiente desaparecería".

En este sentido, el primer gran toque de alerta llegó en 2016, cuando Plataforma Intergubernamental en Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas (PIBSE), el equivalente del IPCC de cambio climático, publicó un informe contundente sobre la dependencia de la agricultura de los polinizadores y alertaba de la desaparición masiva que estaban experimentando estos insectos y las repercusiones gravísimas que esto tendría para los sistemas de producción alimentaria. Dos años más tarde, Europa instaba a los países europeos a ponerse las pilas y poner en marcha yiniciativas y planes estratégicos para revertir este declive.

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"En Cataluña, nos planteamos elaborar un plan intersectorial de conservación, pero primero quisimos tener una radiografía de la situación de los polinizadores en el país", apunta Santi Pérez Segú, técnico del servicio de planificación del entorno natural de la dirección general de Políticas Ambientales y Medio Natural de la Generalidad. Esta radiografía les ha permitido identificar las principales amenazas y prioridades de actuación y elaborar el PIPOL, el Plan Intersectorial de Conservación de los Polinizadores Silvestres de Catalunya, la hoja de ruta del Govern para revertir el declive de los polinizadores. Pérez le presentó en Sembrant Futur, unas jornadas sobre la importancia precisamente de estos invertebrados para la agricultura celebradas recientemente en Viladecans.

¿Un mundo sin insectos?

¿Pero por qué desaparecen los insectos? Las razones, apuntaban los expertos que participaron en este encuentro y que coinciden con las identificadas en la radiografía elaborada por el gobierno catalán, son variadas y bien conocidas. Para empezar, por la pérdida de hábitat. Cada vez más, estamos transformando los ecosistemas, ganando terrenos para cultivo, para ciudades, para carreteras, o para poner más bosques, y muchas especies no pueden adaptarse a estos nuevos escenarios. Las prácticas agrícolas intensivas de monocultivos también contribuyen a diezmar a las poblaciones de estos animales.

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En segundo lugar, aunque en los últimos años se está haciendo un uso más restringido de pesticidas, estos productos químicos arrasan a los polinizadores. Sin ir más lejos, esta semana, que se celebra la cumbre mundial de la biodiversidad en Colombia (COP16), la revista Science recogía un nuevo trabajo que revela que el 57% de los productos químicos más habituales en los campos de cultivo, aunque no en dosis letales, afectan a su reproducción y ponen en riesgo la supervivencia a largo plazo. Y ese efecto se multiplica al aumentar la temperatura ambiental. Esto, en el caso de las abejas melíferas, ya se había constatado: los fitosanitarios alteran su capacidad de navegar y comunicarse, las debilita y enferma.

A estos dos factores se suma en tercer lugar la contaminación, que también tiene un impacto sobre la salud de los insectos, incluida la lumínica, que los desorienta; y el cambio climático, con el aumento de las temperaturas y oleadas de calor que les afectan directamente las fases de desarrollo y también la producción floral, lo que produce desajustes entre la floración y, por tanto, el acceso a néctar y polvo y la presencia de insectos, que provoca que sufran de inanición.

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Insectos aliados

Ernest Mas, de Verdcamp Fruits, recuerda que ese año, después de que el apicultor les dijera que no les traería más sus abejas, en lugar de buscar otro o de probar nuevos químicos, decidieron parar y analizar qué pasaba. “Teníamos campos magníficos de sandías, pero era un monocultivo –explica–. Era de sentido común lo que nos estaba pasando: aquel cultivo atraía sólo a los insectos que se alimentan, los pulgones. Nosotros mismos estábamos llamando a las plagas”.

Por eso, empezaron a investigar de la mano de científicos del IRTA, ya diseñar estrategias orientadas precisamente, tal y como estaban reclamando los científicos, a atraer biodiversidad hacia sus cultivos con un doble objetivo: por un lado, fomentar poblaciones de depredadores naturales de las plagas, como las mariquitas, que se hallan comiendo pulgones; y, por otra, de polinizadores silvestres que fertilizaran sus sinderías al florecer.

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El primer paso fue incorporar plantas florales. "Sólo el primer año estudiamos 30 o 35 para aprender cuándo florecían, qué insectos atraían y cómo podíamos sincronizar su floración con la de nuestros cultivos para así tener los polinizadores allí cuando pasara", explica Mas. Ahora, una década más tarde, en Verdcamp Fruits han cambiado los campos de monocultivo por verdaderos mosaicos en los que aplican intercropping, una mezcla de cultivos alimenticios con plantas florales. “Las repartimos por los campos de forma homogénea, por lo que no nos preocupa dónde surgirá un foco de pulgones porque seguramente cerca habrá una planta floral con suficiente fauna auxiliar –insectos que se comen los pulgones– para realizar un control biológico”. , afirma este agricultor.

Además, han colocado cajas de abejas en medio de los cultivos, favoreciendo la presencia de polinizadores silvestres instalando hoteles de insectos. "Un cultivo mejor polinizado tiene un mejor rendimiento", asegura, a la vez que destaca también el beneficio emocional para los campesinos de trabajar con campos llenos de flores.

Hacia prácticas más sostenibles

En Cataluña, hay muchos más campesinos e iniciativas para avanzar hacia una agricultura más sostenible, como en el Baix Llobregat o en la Baixa Tordera, donde desde hace años colaboran con científicos del Instituto de Investigación y Tecnologías Agroalimentarias (IRTA ) para conseguir el control biológico de las plagas. Lo hacen implementando márgenes florales y cubiertas vegetales en la huerta, como estrategia para intentar mantener la biodiversidad de especies de insectos.

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“Trabajamos con los depredadores, insectos que directamente comen otros insectos que causan problemas, y también con parasitoides, que quizás son menos conocidos y que utilizan insectos herbívoros, causantes de las plagas, para desarrollarse; al hacerlo, matan al herbívoro”, explica la entomóloga Judit Arnó, del IRTA, que destaca que el objetivo final es conservarlos en el entorno agrícola para conseguir “una producción agrícola más sostenible y disminuir uso de pesticidas”.

Para Laura Roquer, investigadora postdoctoral de la UAB-CREAF, la clave es realizar un cambio de paradigma: “Pasar de la intensificación agrícola a la intensificación ecológica, que no es más que intentar potenciar la diversidad de insectos y otros organismos en los campos, de modo que los ecosistemas puedan sustentar sus funciones y servicios sin necesidad de inputs externos”. Esto pasa por dejar de hacer paisajes homogéneos, con monocultivos, y potenciar los paisajes mosaico con márgenes y recursos florales y de nidificación.

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En este sentido, Cataluña participa en el proyecto europeo RestPoll, del que forman parte 16 países y diferentes instituciones. Arrancó en octubre del 2023 y tiene como objetivo restaurar de forma permanente hábitats para polinizadores silvestres y evitar su declive. Participa el CREAF, que está haciendo estudios en 10 campos de manzanos de Lleida y otros 10 de Girona. La restauración consiste en mantener las cubiertas vegetales existentes para evitar la erosión del suelo y atraer biodiversidad y, en su caso, sembrar márgenes florales entre las filas de manzano que provean de néctar y polen a los polinizadores, así como mantener e incorporar sustratos de nidificación como balas de paja, suelo desnudo y hoteles de insectos en los campos. Al final, destaca Roquer, "se trata de hacer sistemas de producción agraria menos vulnerables, más productivos y sostenibles y con menos costes ambientales y económicos asociados".

REDICADO: Al rescate de las abejas

A menudo en las ciudades las abejas suelen considerarse un problema. A veces pican, la gente les teme y nadie quiere tener una colmena cerca de su casa. En este sentido, en 2019 nació en Catalunya REDICAT, un proyecto social, medioambiental y divulgativo a favor de las abejas en nuestro país que se basa en crear sinergias entre municipios emisores y receptores. El proyecto promueve el “rescate” a través de cajas-nido de enjambres de abejas que se pierden y se instalan en lugares urbanos como edificios históricos o casas de viviendas, y que provocan problemas y molestias, o que terminan desapareciendo por la acción humana. Estos enjambres son trasladados por la Asociación de Amigos de las Abejas desde los “municipios emisores” a los “municipios receptores”, situados en zonas rurales, donde vuelven a la naturaleza para continuar polinizando los vegetales –la matorral mediterránea– y por dar miel a los apicultores. La iniciativa tiene también una vertiente de divulgación y sensibilización social sobre la situación de riesgo en la que se encuentran las abejas.

Actualmente, participan la Asociación de Amigos de las Abejas y los municipios de Alcover, Arnes, Gandesa, Palacio de Santa Eulalia, Pujalt, Riner, Valls y Viladecans, aunque está abierta a todos los ayuntamientos que lo deseen.