Hagan pisos, por favor!
Hay un famoso cartel del Servicio de Propaganda de la Generalidad republicana durante la Guerra Civil con el lema en catalán "Feu tancs!" ("Haced tanques!"). Lo dibujó Martí Bas. Debajo, remachaba: "Son los vehículos de la victoria". La industria de guerra, por cierto pilotada por el entonces consejero Josep Tarradellas, hombre fuerte del gobierno Companys, movilizó a muchas fábricas requisadas. A la emergencia de la guerra se respondió con una acción pública contundente, con implicación privada forzada (y polémica, claro está). En cualquier caso, se actuó con decisión. Ya entonces Tarradellas demostró ser un político de raza con espíritu de servicio y pragmático. ¡Cómo se echa de menos esta tipología de político!
Hoy sufrimos una gravísima crisis habitacional. Es una de las grandes preocupaciones sociales y la principal fuente de precariedad. Los desahucios, las ocupaciones y el sinhogarismo están a la orden del día. Sin una vivienda estable, es imposible promover ningún mínimo arraigo o integración en nuestra sociedad, tanto de los inmigrantes como de muchos autóctonos. ¿Cómo se puede reclamar a alguien que adopte nuestra lengua y costumbres si no tiene ni dónde vivir? ¿Cómo criticar que la gente caiga en la deriva de la extrema derecha cuando se le expulsa en los márgenes de la infravivienda?
Hoy, por nuestros móviles deberían circular carteles y memes con el lema "Haga pisos!" Pisos sociales, a precios razonables. Muchos. Faltan a miles. Sólo con una política cuantitativamente ambiciosa y persistente de construcción de pisos sociales podrá revertirse la situación. Sólo con mucho parque público permanente, bien mantenido, habrá capacidad de incidir en la moderación de los precios del mercado. Una política así debe ser de alcance al menos metropolitano barcelonés, por no decir catalán. Es decir, debe tener detrás a todas las grandes administraciones: Generalitat, Estado, Ayuntamiento de Barcelona, los demás grandes ayuntamientos del país, las diputaciones y el Área Metropolitana de Barcelona (AMB). Y debe ser fruto de un acuerdo suprapartidista al margen de las dinámicas electorales y de un acuerdo con el sector privado, tanto constructoras como bancos.
El acuerdo firmado entre el Incasòl (Gobierno catalán) y el Ayuntamiento de Barcelona para sacar adelante 637 pisos en cinco años (y 1.700 si se cuenta una segunda fase prevista) es un primer paso importante. No puede ser que, debido al adelanto electoral, se haya detenido. ¿Por qué? Ahora mismo, las dificultades para formar gobierno aún pueden retrasarlo más. Esto es un desastre. Es exactamente lo que no debería ocurrir. La política debe servir sobre todo para resolver los problemas de las personas. Y el de la vivienda es muy grave porque reverbera en todas las dificultades de la cohesión social. Los hijos de familias sin una vivienda digna y estable no pueden seguir bien los estudios; los abuelos abocados a desahucios son la estampa más cruel de la vejez; los jóvenes obligados a compartir piso no se plantean ser padres hasta edades muy avanzadas (de ahí que Cataluña tenga una de las tasas de natalidad más bajas del mundo). Podríamos seguir con más ejemplos.
Hacer pisos sociales es perentorio, como también lo es regular los alquileres y frenar los pisos turísticos (sobre todo los ilegales) y los de temporada.