MEDIO AMBIENTE

Del hedor de la papelera Torras al aroma del café

Torras Hostench y Nestlé encarnan la metáfora olfativa del cambio experimentado por Girona

Gerard Bagué
4 min
Del hedor de la papelera Torras Al aroma del café

GeronaLa metáfora olfativa del cambio que ha experimentado la ciudad Girona en los últimos años podría encarnarse en el paso de la pestilencia de la fábrica de papel Torras Hostench, ya desaparecida, al aroma de la torrefacción de café de la fábrica Nestlé. La Torras dejó de fumar a principios de los años 90, pero su hedor ha quedado instalado en la memoria colectiva de los gerundenses y también en la de muchos barceloneses que tomaban la salida de la autopista en Sarrià de Ter, justo en el punto de máxima pestilencia, para enfilar la carretera de Palamós. La identificación era inmediata: Girona igual a mal olor. Hoy la asociación equivalente para muchos visitantes es la del olor a café, sobre todo si llegan a Girona por la salida oeste de la autopista, que está junto a una de las plantas de producción de café soluble más importantes del mundo.

El humo, más gerundense que la catedral

Aunque Torras Hostench estaba emplazada en Sarrià de Ter, Girona siempre sufrió sus efectos indeseados. “El humo de la Torras es tan gerundense como los campanarios de la catedral o Sant Feliu, y se inspira y expira sin complejos”, escribía en los años 80 el periodista y fotógrafo Jordi Soler. Los gerundenses nunca tuvieron con la Torras una actitud tan beligerante como con el hedor de huesos hervidos de la fábrica de gelatinas de Can Pagans, un olor que el escritor y musicólogo Josep Pujol definía como “de escudella recremada” . Inspirar y expirar estoicamente los efluvios de la Torras seguramente estaba relacionado con que la papelera daba trabajo a la mitad de los asalariados de Sarrià de Ter.

Los días de tramontana

Assumpció Vila, vecina de Sarrià de Ter vinculada a una papelera sin relación alguna con la Torras, cree que el hedor que llegaba a Girona era “una anécdota de los días de tramontana”, mientras que donde se sufría en serio estaba en el mismo municipio, en la zona del desfiladero del valle del Ter. En los años 70, además de emitir humo, polvo y hedor, la fábrica vertía al Ter todo tipo de residuos que hoy serían objeto de denuncia del fiscal de medio ambiente. En pleno franquismo, pocos se atrevían a protestar. Los vecinos respiraron algo más cuando en el 80 se instaló una chimenea más alta. Unos años más tarde, la empresa anunciaba una inversión de 1.240 millones que conseguiría el milagro que Torras dejara de oler mal. Pero lo cierto es que el hedor sólo acabó en el 90, cuando la producción de pasta de papel dejó de ser rentable para el grupo Kuwait Investment Office (KIO), que controlaba la empresa desde 1986. En la Torras trinchaban los troncos de eucalipto y pino para elaborar fibra de celulosa en grandes recipientes (digestores), donde se calentaban mezclados con productos químicos. Este proceso es el que desprendía un hedor que difícilmente se podía evitar. Vila explica que, a pesar de todos los problemas, Torras tuvo efectos colaterales beneficiosos: “La contaminación hizo replantear la ubicación de la escuela, prevista en una zona donde se concentraba mucho humo y las sábanas quedaban negras. Se eligió la zona alta del pueblo, cerca de la naturaleza y creo que el tiempo ha demostrado que fue un acierto. La Torras seguramente también evitó, por bien o por mal, la urbanización intensiva del término, hasta el punto de que la gente que ahora tiene 60 años tuvo que ir a vivir fuera del pueblo”.

Epidemiólogos y nieblas

Como corrían historias nada tranquilizadoras sobre los efectos nocivos para la salud de los residuos de la Torras, los epidemiólogos llegaron a estudiar los humos. La Escuela Politécnica también recibió el encargo de estudiar la formación de nieblas en el tramo de la autopista junto a la fábrica. Parece que sólo se encontró una mayor incidencia de casos de asma. El hedor fue, durante muchos años, la antipromoción turística de Girona. Hank McDowell, un ex jugador de la NBA fichado por Valvi Girona en 1988, se confesaba en una entrevista enamorado de Girona, añadiendo un pero: “Me gusta todo, menos el hedor que hace esta fábrica de papel que hay en Sarrià”.

La fábrica tendrá ahora una nueva vida de la mano del grupo valenciano Hinojosa, que adquirió las instalaciones el pasado verano, aunque no la dedicará a hacer pasta de papel.

El aroma de la torrefacción

El olor que desprende la fábrica Nestlé de Girona, situada en la entrada oeste de la ciudad, proviene del proceso de torrefacción del café. Según la dirección del viento, este olor puede llegar fácilmente, aunque matizado, al centro de la ciudad. A la fábrica llegan anualmente 80.000 toneladas de café verde, cifra que supone el 1% de la producción mundial, que se procesan hasta convertirse en café soluble Nescafé y en cápsulas de Dolce Gusto.

Fuentes de la empresa explican que son conscientes de que el olor es algo muy subjetivo, por eso se realizan controles de emisiones que incluyen también las partículas del olor. El objetivo es evitar que estos aromas puedan llegar a resultar molestos. Dado que el café es la materia prima de manera casi exclusiva, resulta casi imposible evitar que estos efluvios se esparzan por los alrededores. La fábrica Nestlé tiene una plantilla de 700 personas, justamente las que llegó a tener a Torras en su punto álgido.

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