Sexualidad

Erika Lust: “Tus hijos también miran porno”

Es directora de cine para adultos y defiende que se tiene que hablar de pornografía con los niños a partir de los 8 años. Para hacerlo, ha impulsado The Porn Conversation, que ofrece a familias y educadores las herramientas necesarias para hacerlo

BarcelonaErika Lust (Estocolmo, 1977) es una directora de cine para adultos establecida en Barcelona. Ha reinventado el género hacia lo que se conoce como porno feminista, con el que huye del machismo y la degradación de la mujer que se impone en la mayoría de películas y en el que el placer de ellas cuenta igual que el de ellos. Ahora Lust ha impulsado la plataforma online sin ánimo de lucro The Porn Conversation para ayudar a la alfabetización pornográfica de niños y adolescentes ofreciendo a familias y educadores las herramientas necesarias para hablar sobre educación sexual.

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¿Por qué se tiene que hablar de pornografía a los niños?

— Vivimos en un mundo en el que la pornografía se ha vuelto mass media, cosa que no pasaba, por ejemplo, cuando yo era pequeña. Debido a la revolución de internet, es muy accesible. Soy consciente de que muchos adultos creen que es inadecuado hacerlo porque les parece, con todo el derecho del mundo, que es un género que tendría que ser para adultos. Pero la realidad es que hay muchos niños que a partir de los 8, 9 o 10 años están accediendo a páginas pornográficas sin tener adultos a su alrededor que se atrevan a hablar de este tema, a contextualizarlo, a explicar cómo se utiliza o a criticarlo. Vivimos en este nuevo mundo al que nos tenemos que adaptar y prepararlos para lo que se encontrarán online. 

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¿A partir de qué edad se tiene que abordar el tema?

— Todo empieza con la educación sexual, que es el primer tabú que tiene la gente debido a la herencia de una sociedad religiosa y patriarcal. La educación sexual tiene que formar parte de la educación de nuestros hijos desde bebés hasta adultos. Es un acompañamiento que tiene que empezar con lo más básico, cómo denominar y saber partes del cuerpo como el pene, la vagina o la vulva, y utilizar estas palabras sin vergüenza ni miedo. Somos seres sexuales, existimos porque otras personas tuvieron sexo y tenemos una curiosidad enorme para entender nuestra identidad sexual desde edades tempranas. La pornografía es una parte más de la educación sexual y se tiene que empezar a hablar a partir de unos 8 años, porque es una palabra que ellos se encontrarán en el patio de la escuela, en casa de un primo o en internet. Si nosotros no nos atrevemos a explicar lo que es, entonces los dejamos sin herramientas para poder entenderlo. 

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¿Ocho años? En estos momentos me imagino a muchos padres asustados...

— El 40% de los niños de 12 años ya han estado en contacto con la pornografía, pero es entre los 12 y los 14 años cuando el porcentaje sube hasta el 90%. Ante estas cifras es esencial que las conversaciones sobre pornografía no solo estén en casa sino también dentro del marco del sistema educativo.

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¿Por dónde tiene que empezar esta conversación?

— Es difícil porque la gran mayoría de los padres no tuvieron esta educación, nadie les habló sobre pornografía, y esto hace que muchos tengan vergüenza y no sepan por dónde empezar. Yo lo que les recomendaría es que primero se informen ellos. Nosotros hemos creado un proyecto llamado The Porn Conversation en el que padres y educadores pueden encontrar información, artículos, conversaciones, vídeos o guías sobre educación sexual: desde el vocabulario hasta las actuales tendencias, pasando por las diferentes identidades sexuales.

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¿Y una vez informados?

— Pues en algún momento se tiene que sacar el tema. Lo que recomiendo a los que tengan miedo de empezar la conversación es que lo hagan de manera natural. No hay que sentarnos todos en el sofá, pero sí que se puede utilizar como pretexto algún artículo que hayan visto diciendo, por ejemplo: “No sabía que un 40% de los niños de 12 años ya han visto porno”, y dejar caer un “¿Tú has mirado porno alguna vez?” También se puede recurrir a una historia que te haya explicado algún amigo, sacar el tema en el coche cuando conduces porque así no os estáis mirando a los ojos, enviarle un artículo o hablar con algún familiar que sea más liberal que tú...

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¿Cuál es la preocupación que más se repite entre los padres?

— Lo primero que me sorprende es que siguen sin ser conscientes de que sus hijos miran porno. Y sí, sus hijos también miran porno. La gran mayoría piensan que lo hacen los de los demás. La otra es la cantidad de padres que me dicen que se sienten muy culpables porque nunca han hablado de sexo con sus hijos. Si nunca has hablado de sexo con ellos entiendo que el shock es importante cuando de golpe, cuando tienen 14 o 15 años, quieres empezar conversaciones sobre sexo. Pero sobre todo se tiene que tener claro que nunca es tarde, y si ves que no quieren hablar, quizás lo tienes que dejar correr. Pero como mínimo le has hecho ver a tu hijo o hija que si lo necesita estás ahí.

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 ¿No es contradictorio tener que hablarles de porno cuando los sexólogos o tú misma calificáis la mayoría de la industria de machista y denigrante para las mujeres?

— Es muy importante explicarles que hay muchos tipos de porno, pero también es cierto que la mayoría es sexista, racista y a veces incluso violento. Como madre o padre tienes que hacer tus propias reflexiones. Puedes encararlo diciendo: “No sé si alguna vez has visto estas páginas, pero a mí me gustaría decirte que el vocabulario que utilizan no es respetuoso, es un lenguaje duro hacia la mujer, y además no se busca el placer común”. Si les explicas esto te escucharán y sabrán ver lo que les intentas transmitir. Cuando empiezas a explicar que la pornografía comunica mensajes del mismo modo que lo hace cualquier vídeo en YouTube o Instagram, lo que estás ofreciendo a los jóvenes es una herramienta no para consumir las imágenes que está viendo sino para poder entenderlas, analizarlas y darlas en un contexto. Estoy convencida de que si cada vez hay más padres y educadores que se atreven a hablar de estos temas, lo que conseguiremos no es promover la idea de que nuestros hijos miren pornografía, sino prepararlos para que tengan información sobre un contenido al que ya están accediendo y sobre el que podrán tomar sus propias decisiones.

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Lo que propone es una lucha entre David y Goliat, porque la actual industria porno está muy consolidada.

— Es una guerra que costará, sí, pero a la actual generación de jóvenes la veo bastante más informada que a las anteriores. Creo que acabaremos viendo un cambio si hacemos que este tema deje de ser tabú y nos atrevemos a criticar en voz alta este tipo de pornografía en vez de satanizarla. Solo así podremos empezar a hablar de lo que nos atrae, lo que no nos gusta y lo que queremos cambiar de este género para que represente mejor a todo tipo de gente y para conseguir que los principales creadores dejen de ser un grupo homófobo de hombres que tienen ideas muy sexistas. Si se hace presión sobre la industria poco a poco se verá obligada a adaptarse y a hacer historias sobre lo que realmente queremos ver, tal como ya ha pasado en sectores como el de la alimentación. Precisamente lo que yo intento hacer con mi trabajo es incluir al resto de grupos excluidos en la mayoría de películas de porno, como son las mujeres o los diferentes colectivos LGTBIQ+... 

¿Qué impacto puede provocar en los jóvenes el consumo de la actual industria porno?

— Que acaben reproduciendo lo que ven si no se les han proporcionado unas herramientas que los ayuden a tener una mirada crítica. De hecho, está provocando que muchos hombres jóvenes, en vez de entrar en una situación sexual con sensibilidad y con capacidad para comunicarse, se comporten como si fueran unas máquinas de penetrar, sorprendiendo a las mujeres con actos más bien violentos. En cuanto a las mujeres jóvenes, lo que les está pasando es que piensan que fallan en algo, como por ejemplo que no son lo suficientemente atractivas o guapas, que sus cuerpos no son perfectos o que no consiguen llegar a orgasmos con el sexo de penetración vaginal. Todo esto es culpa del porno que predomina, porque no está mostrando una realidad, está dejando fuera todo lo que está relacionado con la comunicación o la estimulación del clítoris, y hace que las jóvenes, en vez de pensar en su propio placer, pasen a ser una herramienta para dar placer a los hombres. 

¿Cómo le explica a las familias que todo esto lo defiende una persona que vive del porno?

— Estoy muy acostumbrada a los haters, que no entienden lo que estoy comunicando y la importancia que tenemos que dar a este tema. Me han dicho de todo de un lado y del otro: desde feminazi hasta falsa feminista. Creo que es un tema serio y que a mucha gente le da miedo. Hay muchas personas que no leen bien la realidad, que es que la pornografía ya es mass media, está aquí, ya tiene un impacto, y si no te gusta la única solución pasa por atreverte a hablar del tema. Muchos padres me preguntan: “¿Tus hijas (tienen 12 y 15 años) saben a qué te dedicas?” Y siempre les digo: “¡Claro! Lo han sabido siempre, yo no tengo que esconderme de lo que hago porque estoy haciendo un trabajo de un impacto social importante”. Siempre les digo, a estos padres: “Lo siento, pero no soy la única que tiene que hablar sobre pornografía con las hijas”. Sé que yo me dedico a esto y es mi responsabilidad como madre preparar a mis hijas y explicarles que trabajar en la pornografía es un estigma enorme que les puede provocar que a la hora del recreo en la escuela algún niño se les acerque y les diga “Sé a que se dedica tu madre” para ridiculizarlas o hacerlas sentir malas o sexualizarlas. Nunca, sin embargo, han tenido ningún problema.