La hora de la araña
La hora de la araña
La mayoría de periodistas de mi generación estudiamos la carrera por dar vía libre a nuestros vicios. La profesión de periodista iba ligada a la nocturnidad, y ésta, a su vez, al alcohol, las drogas, el sexo… Hablamos de la época inmediatamente anterior en internet y, también, en el networking, una palabra inventada por los americanos, que tienen la extraña habilidad de inventar palabras que nosotros, a posteriori, debemos dotar de significado. De hecho, nuestra generación cursaba estos estudios para disfrutar del networking, otro tipo de networking que no conocíamos como networking pero que ya hacía la función de networking. Entonces los periodistas eran habituales de bares y cafeterías de todo tipo, un lugar privilegiado para captar historias, curiosidades, anécdotas, leyendas urbanas e incluso informaciones noticiables que deberían contrastarse horas después en la misma redacción del medio. Hasta la eclosión de internet, que sustituyó a los bares por las redes sociales y el whisky por los cafés laxantes de máquina. Aquí comienza el periodismo ciudadano y, de rebote, el networking en el sector periodístico; es decir, un grupo de personas, entre las que también hay periodistas, persiguiendo una causa común: conocer y difundir la verdad (se supone).
Cuando pienso en networking me viene a la mente una compleja telaraña interconectada a través de hilos que configuran una serie de caminos de ida y vuelta, al menos para la araña. Y nos enganchamos como los mosquitos, incapaces de descifrar los buenos hilos de los malos. Yo también hago networking, tanto dentro como fuera de internet, pero desescogiendo los hilos colocados en espiral, donde las víctimas de las arañas permanecen enganchadas sin salida, de los radiales, que parten de los extremos de la telaraña y se desplazan hacia el centro, la seda de los que no contiene pega. Para sumergirse en el networking virtual es necesario crear una marca personal, una identidad suficientemente representativa de nuestro yo real, ahora bien, previendo la dificultad que entraña borrar cualquier huella digital de la red. Si no tomamos la senda correcta, nos quedaremos atrapados para siempre, como una mosca en una telaraña.
Es la hora de la araña, de mantenerse de pie y firme sobre los hilos correctos y, sobre todo, de no dejarse tragar por una telaraña de contactos estéril a la vez que baladí. De todas formas, si esta araña ejerce de periodista, mi consejo es que deje el alcohol. Y el resto de vicios. Por no equivocarse de hilo...