Letícia Hsing i Pablo Lee: "La integración requiere tolerancia y un esfuerzo de adaptación a la nueva sociedad"
Fundadores del Shang-Hai de Figueres, primer restaurante chino de las comarcas gerundenses
HiguerasLlegaron a Figueres un día de gélida y fuerte tramontana. Era el invierno de hace 51 años y en la estación, nada más bajar del tren, Pablo Lee y Letícia Hsing sintieron en su cuerpo la violencia de ese viento que casi hacía temblar el convoy cuando se acercaba a la capital ampurdanesa, una ciudad de la que lo desconocían todo. "Veníamos cargados de ilusión y optimismo, pero con una venda en los ojos: no sabíamos nada de Figueres, ni que a menudo soplaba ese viento que limpia el ambiente y se lleva todos los microbios, ni que era la ciudad donde había nacido Salvador Dalí y donde tenía su teatro-museo... nada de nada", admite Letícia. Tampoco sabían que aquel restaurante que venían a abrir a Figueres sólo por un par de años, el Shang-Hai, el primer restaurante chino que se instalaba en las comarcas gerundenses, acabaría siendo un referente de la restauración ampurdanesa. Y no se podían ni imaginar que la ciudad que al principio les recibió con frialdad (no sólo desde el punto de vista climatológico) acabaría siendo su ciudad "ya para siempre", la que les concedería años más tarde la Medalla de Plata por agradecerles su plena integración a la sociedad figuerense y por reconocer su caso como un ejemplo de los "valores culturales y cívicos que puede aportar la inmigración".
Aventureros del siglo XX
La historia de estos dos chinos que se conocieron en Madrid a principios de los años 70, donde se habían trasladado con una beca para completar sus estudios, y que ya no regresaron a Taiwán, sino que decidieron echar raíces en 'Empordà, es narrada por el escritor Joan Manuel Soldevilla en el libro La aventura del Lee (Ediciones Toro). "Dos aventureros del siglo XX", les describe el escritor. "Sí, sí, éramos unos aventureros, muy atrevidos, muy valientes, y nada calculadores", admiten Pablo y Leticia. Cuando supieron que en Figueres se traspasaba un pequeño restaurante vietnamita que no funcionó en el sendero de las Brujas, no dudaron en viajar hasta la capital ampurdanesa para reflotar el negocio reconvirtiéndolo en un restaurante chino, aunque desconocían del todo oficio. "Libros sabíamos mucho, pero cocina no teníamos ni idea", confiesa Letícia. Pablo, periodista, había trabajado para dos diarios taiwaneses y es autor de un libro de literatura juvenil que tuvo mucho éxito en Taiwán de los años sesenta y setenta. Leticia había estudiado lenguas modernas en Taiwán y cuando llegó a España, primero en Salamanca y después en Madrid, combinó trabajos en Radio Juventud de España con estudios sobre Diego de Pantoja, el introductor del cristianismo en China.
Cambiar los libros por los fogones
En Figueres tuvieron que cambiar los libros por los fogones, pero eso no supuso ningún problema. Les movía la ilusión y el coraje. Con la ayuda de cocineros y camareros enseguida consiguieron crear un tipo de cocina exótica e innovadora que acabaría encontrando su encaje en una capital de la gastronomía donde reinaban restaurantes de prestigio como el Motel Empordà o el Duran. Pero el éxito tardó en llegar. "En los años 70 Figueres era una ciudad cerrada, la gente no venía a nuestro restaurante, sólo vendían turistas de Roses y otras poblaciones de la costa que ya estaban acostumbrados a ir a restaurantes chinos. Recuerdo que más de un día no hicimos nada de cajón. ¡Cero!", dice Leticia. Pudo acabar bajando la persiana y regresando a Taiwán, pero habían aprendido a no rendirse ya afrontar los obstáculos con coraje y perserveranza. "Mira si éramos valientes y poco calculadores que cuando paseábamos por la Rambla de Figueres, en lugar de fijarnos en chicas y chicos guapos, como hacían el resto de jóvenes, nosotros sólo nos fijábamos en los bebés, porque queríamos tener un hijo. Vivíamos en un piso modesto donde no teníamos ni nevera... ¡y queríamos un hijo!", exclama Leticia. Al poco nació Dídac Lee, y dos años después vendría el segundo hijo, Simon. Hoy ambos son referentes en el mundo de la empresa y el emprendimiento.
Puertas abiertas y estrellas mundiales
"Las cosas empezaron a ir mejor casi de un día para otro", recuerdan los Lee. Cada vez más figuerenses entraban en el Shang-Hai a degustar su cocina, y volvían, siempre recibidos con la extrema cordialidad de Leticia, que recordaba el nombre de cada cliente y sus platos preferidos. "En el Shang-Hai siempre hemos tenido las puertas abiertas de par en par, en todos los sentidos, y aquí creo que está la clave del éxito del restaurante", sostienen Pablo y Letícia. Por su restaurante, que hoy es capitaneado por el hermano de Pablo, Fermín, han pasado personalidades de todo el mundo, como el pianista chino Lang Lang.
El poder integrador de las asociaciones
"Somos figuerenses, en esta ciudad estamos felices porque lo tenemos todo: el cariño de la gente, una familia extensa, muchos amigos... y ese jardín, ¡que es una maravilla!", dice Letícia. A sus 84 años, Pablo no sabe permanecer quieto, como cuando trabajaba horas y horas sin descanso en el restaurante, y ahora dedica buena parte del día a cuidar la gran variedad de flores y árboles frutales que el matrimonio tiene en el jardín de casa suya, donde hay un espacio reservado para un pequeño huerto, con verduras de aquí y también chinas. Letícia, de 79 años, disfruta saliendo con el grupo de amigas a merendar oa pasear, ejerciendo de abuela y participando en actividades de las diversas asociaciones, como los Amigos del Museo Dalí o la Cofradía de la Bota de San Ferriol, donde se apuntaron poco después de llegar a Figueres como una forma de integrarse y sentirse como unos ciudadanos más.
La lección de Confucio
Cuando llegaron a Figueres, el número de inmigrantes de países extranjeros era casi anecdótico. Hoy representan a más del 28% de la población. Si tuviera que darles un consejo para ayudarles en su integración, Leticia les remitiría al filósofo Confucio, que decía que cuando llegas a un pueblo, primero debes preguntar por sus costumbres. Hablar con la gente, participar en sus tradiciones, aprender su idioma, como ellos han hecho con el catalán. "La integración requiere tolerancia y un esfuerzo de adaptación a la nueva sociedad", dice Letícia.