La lista de lo mejor del año en las redes sociales

En los peores momentos de la pandemia, cuando estábamos deprimidos y ya no sabíamos qué hacer con los niños, los días que costaba hacerles una sonrisa, poníamos a Juan Luis Guerra al máximo y bailábamos con ellos hasta que empezaban a saltar al sofá y terminaban muertes de risa entre disfraces y pasos de bachata.

A Juan Luis Guerra le debo muchas cosas, más de las que puedo confesar en esta columna.

Sin embargo, nunca lo incluiría en ninguna lista de mis músicos favoritos, ni incluiría La bilirrubina en la lista de las canciones de mi vida. Porque las listas se hacen para molar, para que la gente se haga una imagen de ti a través de lo que amas o muestras. Por eso, quizá, nadie hace listas de los mejores del año en las redes sociales.

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Poca gente reconoce que lo más gracioso que vio fue un vídeo de dos falleras bailando techno en una calle de Valencia, ni que la historia más emocionante que ha leído no pertenece a ninguna editorial independiente con tapas ingeniosamente ilustradas sino a una historia en Twitter de un alumno que encuentra a su profesora 20 años después.

Despreciamos las redes sociales como si no fueran un reflejo de nosotros mismos, como si los pecados que encontramos no fueran nuestros y, aun así, de lo que hablamos en la cena de Nochebuena es del último vídeo en las redes. Porque lo que creamos en las redes sociales también somos nosotros. Al igual que los bailes bajo los compases de Juan Luis Guerra dicen mucho de mí, tu Instagram dice mucho de ti.

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El siglo XX destruyó los límites entre la alta y la baja cultura. Estoy seguro de que cuando la generación que ha crecido entre emojis y arrovas llegue al poder cultural reventará el secesionismo entre cultura analógica y cultura digital. La verdad es que ya está pasando, ya hablan de Proust a través de mems o de arquitectura modernista a golpe de gifs.

Porque la cultura no sólo sirve para hacer postureo en las listas de fin de año, también sirve para mostrar cómo somos. Y en estos momentos no creo que haya un sitio mejor para comprender, o mejor dicho, para no comprender al ser humano que todo lo que ocurre en las redes sociales. Quizás las redes sociales son falsas, polémicas, banales, pero son nuestras falsedades, nuestras polémicas y nuestras banalidades. Por eso deberíamos empezar a tratarlas como un hecho cultural de primer orden, un ritual único que caracteriza a nuestra generación. Esto es lo que hemos intentado hacer desde estas columnas y ojalá pronto encontramos listas de lo mejor en las redes sociales en todos los periódicos de prensa.