Mensaje de concordia del Papa en Irak

El papa Francisco ha acabado este domingo una visita oficial de tres días en Irak, un país que ningún pontífice había pisado nunca y que los últimos años ha estado especialmente castigado por las guerras, la violencia sectaria y el yihadismo terrorista. La zona norte del país, el Kurdistán iraquí, sufrió la ocupación de los milicianos del Estado Islámico, que situaron en Mosul la capital de su califato. Los yihadistas impusieron el terror entre la población civil y masacraron a las comunidades cristiana y yazidita que viven en el país junto con los musulmanes desde hace siglos. Por eso ha sido especialmente significativa la visita del Papa en esta ciudad, donde aprovechó para hacer un alegato contundente en contra de las guerras y de la violencia. El pontífice también ha querido trasladar su calor a las comunidades cristianas de todo el Oriente Próximo, que han sido y son perseguidas todavía hasta el punto de que en muchos lugares ya solo queda de ellas una presencia testimonial.

La desaparición de estos espacios de convivencia interreligiosa, como lo fue Bosnia y Herzegovina en su momento, es una mala noticia para la humanidad y una victoria del fundamentalismo y la intolerancia. Por eso seguramente la visita será recordada por el encuentro entre Francisco y el gran ayatolá Ali al-Sistani, líder de la comunidad chiita del país y una de las figuras más relevantes del mundo islámico. La imagen de los dos sentados y hablando pretendía trasladar a todo el mundo un mensaje de concordia entre religiones en un momento en el que la xenofobia, por un lado, y el fanatismo religioso, por el otro, están provocando grietas a nivel global e incluso adentro mismo de las sociedades liberales occidentales.

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En Catalunya mismo vivimos una muestra de cómo es de fácil inocular el virus del extremismo en jóvenes de religión musulmana pero educados aquí como los que protagonizaron los atentados del 17-A del 2017. Por eso es importante que las jerarquías eclesiásticas por un lado y la otra sean capaces de lanzar este mensaje de unidad y de respeto mutuo. Ahora solo hace falta que las intenciones del Papa calen más allá de las fronteras del Vaticano y lleguen de verdad a toda la Iglesia, donde lamentablemente todavía son mayoritarias algunas posiciones retrógradas.

Desde este punto de vista la visita es coherente con el mensaje ecuménico del Papa, que ha hecho esfuerzos en los últimos años para rehacer puentes no solo con la comunidad islámica sino también con la judía o la ortodoxa. El pontífice ha querido marcar perfil desde un primer momento con estos viajes y estos gestos, viendo también que en otros campos como el de la igualdad de género se ha avanzado muy poco. Sería conveniente, sin embargo, una actitud más decidida por parte de Francisco, puesto que la Iglesia es todavía hoy un reducto de dominación masculina en el que las mujeres no pueden ejercer determinadas responsabilidades por razón de género. Esta batalla, sin embargo, se prevé por ahora mucho más ardua que la de visitar un país devastado por la guerra y la violencia sectaria.