Violencia machista

Los Mossos vigilan a 77 maltratadores (y sus víctimas) con pulseras telemáticas

Solo en el primer trimestre de este año se pidieron 1.391 órdenes de alejamiento en Catalunya y los juzgados autorizaron la mitad

Una pulsera telemática en el tobillo en una imagen de archivo.

BarcelonaEl aumento de asesinatos machistas que marcó el arranque del año y que se ha mantenido de forma sostenida durante casi todos los meses (especialmente en verano) ha impulsado el debate sobre la protección de las mujeres. Solo en el primer trimestre del año se pidieron 1.391 órdenes de alejamiento y los juzgados dictaron 688 (la mitad). Tradicionalmente, Cataluña es una de las comunidades autónomas donde menos órdenes de alejamiento se imponen, aunque en los últimos años el número ha aumentado progresivamente. Lo mismo ocurre con las pulseras telemáticas, un sistema de control que permite garantizar en tiempo real el alejamiento del agresor respecto a la víctima. En todo el Estado funcionan unas 4.000, según los datos del ministerio de Igualdad. En Cataluña, los Mossos d'Esquadra vigilan a 77 maltratadores con este sistema.

El sistema cometa, que es como se llaman estas pulseras telemáticas, funciona a través de los dispositivos que llevan el agresor y la víctima. En el caso de los hombres, son dos: una pulsera, que puede ir a la muñeca o al tobillo, y un terminal de señal, similar de aspecto a un teléfono móvil. Las mujeres sólo llevan este último aparato, que cabe en el bolso o en el bolsillo y que se activa en caso de que el agresor se acerque a la distancia que marque el juez (que es también quien decide si es necesaria la pulsera) a la orden de protección. Esto permite garantizar el cumplimiento de la medida prácticamente en tiempo real, a diferencia del resto de métodos de protección, que lo controlan de forma retroactiva.

Ahora bien, ¿se trata de un método realmente efectivo para controlar a los agresores? ¿También limita a las víctimas? Para Judith Avellaneda, agente de la Unidad Central de Atención a la Víctima de los Mossos d'Esquadra y creadora del procedimiento de control telemático de agresores de violencia de género en Catalunya, las ventajas de las pulseras superan a los inconvenientes. "Es un sistema de protección muy efectivo. No tenemos ninguna situación en la que haya habido peligro para la vida de la víctima, aunque entendemos que puede generar malestar", explica.

La alarma de las pulseras (tanto el terminal que llevan ellos como el que llevan ellas) se activa si uno de los dos se ha quedado sin batería y si se infringe la distancia mínima entre víctima y agresor, aunque sea por poco. Cuando salta, el centro de control se pone en contacto con el agresor. Si no contesta o no hace caso y sigue acercándose a la víctima, se avisa a los Mossos. Avellaneda admite que la mayor parte de las veces la alarma se activa fortuitamente porque el agresor no es consciente de que ha pasado demasiado cerca de la víctima y que esto puede provocar "el malestar" de las mujeres porque les suena demasiado a menudo o en cualquier sitio. Hay casos extremos, como el de un agresor que era taxista y acababa vulnerando con frecuencia la distancia de seguridad aunque no tenía intención de hacerlo. También hay mujeres a las que el sistema les genera tranquilidad.

Por eso, el magistrado Carlos Pasqual Alfaro, titular del juzgado de violencia sobre la mujer número 1 de Barcelona, ​​cree que se trata de una "buena herramienta, aunque que no es la panacea". Dice que es necesario evaluar caso por caso y, en función de las características del agresor y la víctima, decidir cuál es la mejor medida de protección. En este sentido, se decanta por utilizarlas cuando el orden de alejamiento ya se haya demostrado que no es "eficaz".

Laia Rosich, directora general para la Erradicación de las Violencias Machistas en el departamento de Igualdad y Feminismos, afirma que hay "muy pocas" órdenes para colocar la pulsera. Pero al mismo tiempo admite que no es la solución definitiva, porque a menudo hace que las mujeres beneficiarias estén "pendientes de todo lo que hace el hombre" y eso les provoca "angustia". Por ello, apunta que deben reservarse sólo a los casos "de alto riesgo" y señala, además, la necesidad de "mejorar la herramienta de valoración" de los casos. En este sentido, defiende revisar los criterios de evaluación de la situación de cada mujer antes de decidir si se le concede esta medida, así como que se tenga en cuenta el testimonio de los servicios que le acompañan o si tiene familia.

Afloran más casos

Durante los seis primeros meses del año el número de denuncias y víctimas ha ido aumentando: los Mossos han atendido a 8.094 víctimas y han recibido 7.913 denuncias. El agente de la Unidad Central de Atención a la Víctima de los Mossos considera que el incremento se produce porque "afloran más casos" que antes no se denunciaban, gracias a las campañas de concienciación. Sin embargo, el magistrado recuerda que las encuestas todavía señalan que la mayoría de casos, más de un 70%, no se denuncian. "Hay mucho margen de crecimiento". Pasqual Alfaro cree que cada vez hay menos renuncias al procedimiento de las denunciantes, pero advierte que la mayoría de los casos que atiende son situaciones de violencia que ya llevan años repitiéndose.

Avellaneda insiste en la importancia de que el entorno se implique a la hora de denunciar: no sólo a los familiares, sino también a amigos o vecinos. Solo una de las once mujeres asesinadas este año había denunciado a su agresor antes. Pero en muchos casos "el entorno lo conocía, es una situación que debemos revertir", apunta el agente, quien también explica que el hecho de que la ley obligue ahora a que las víctimas reciban el acompañamiento de un abogado desde el primero momento de ir a comisaría "ha ayudado mucho a rebajar las renuncias". "Es como una cadena de manos que sirve para proteger a la víctima y esto ayuda".

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