Muere la protagonista del beso más famoso

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Françoise Bornet la chica de la foto que tomó el fotógrafo Robert Doisneau.

Esta semana hemos conocido la noticia de la muerte de Françoise Bornet. Murió el día de Navidad a los noventa y tres años. Es muy posible que el nombre os resulte absolutamente desconocido. En cambio, los diarios y televisiones más importantes de todo el mundo le han dedicado un obituario. Y eso que a ella ni siquiera se le ve la cara en la escena que la hizo famosa.

En la primavera de 1950 Françoise Bornet era una estudiante de arte dramático de veinte años. Entonces su apellido era Delbart. Una mañana, mientras se besaba con su compañero, la pasión de la pareja llamó la atención del fotógrafo Robert Doisneau. “Era mi novio. No podíamos parar de besarnos. Nos besábamos en todas partes todo el rato. Robert Doisneau estaba en el mismo bar que nosotros y nos pidió que posáramos para él”, explicó ella en una entrevista. De esa sesión de fotos, la instantánea que hizo fortuna fue la de un beso frente al hôtel de ville, el ayuntamiento de París. Jacques Carteaud, la otra mitad del beso, coge a la chica por el hombro. La ligera inclinación hacia atrás de Françoise en el instante del beso es el detalle casi inapreciable que da a la imagen la energía que la ha hecho emblemática. Bornet se entrega al otro con absoluta confianza, su cuerpo transmite la sensación de un beso que detiene el tiempo. Un instante fugaz que se convierte en memorable. La fotografía de Doisneau capta más que un beso. Plasma su intensidad emocional y física.

El retrato era para la revista Life. Pero cogió trascendencia en 1988, cuando la revista cultural Télérama lo volvió a publicar. Se convirtió en un icono del romanticismo de París y pasó a decorar tazas, pósters, libretas, carpetas e imanes para la nevera. Varias parejas reclamaron sus derechos de imagen reivindicando ser sus modelos. Pero solo Françoise Bornet pudo demostrar en 1992 que ella era de verdad la chica de la foto. Hacía años que había terminado la relación con Carteaud. Se había casado con Alain Bornet, director y autor teatral. Carteaud, que también murió hace unos años, se dedicó al mundo del vino.

En 1993, Françoise Bornet acudió a la justicia para reclamar los derechos de imagen. Según la hija de Doisneau, esto fue un duro golpe para su padre, que murió al año siguiente. El juez consideró que a Bornet no le correspondía ninguna retribución económica porque no se la reconocía en la imagen. En 2005, Bornet vendió en una subasta la foto original que le regaló el propio fotógrafo. Un coleccionista suizo pagó 155.000 euros. Entonces, Carteaud lamentó en el diario Le Monde que la trascendencia de esa imagen hubiera quedado reducida al dinero. Y tenía razón. El beso en el Hôtel de Ville mostraba el retorno del amor y la felicidad a París después de los años de la ocupación alemana durante la Segunda Guerra Mundial.

La imagen conecta con la foto de otro beso en la otra punta del mundo. El de un marinero y una enfermera que el fotógrafo Alfred Eisenstaedt inmortalizó en Times Square como representación de la alegría de haber ganado la guerra. El marinero George Mendonsa admitió décadas después que nunca tuvo el consentimiento de aquella chica, que solo pasaba por ahí. El gesto del puño cerrado durante el beso delata el espanto de ella. Y la agresividad de los brazos del marinero son la prueba de todo el alcohol que él mismo reconoció haber consumido antes. El beso de París, en cambio, tiene la dulzura y la sinceridad del amor. “La fotografía es como detener la vida para luchar contra la muerte, pero es una lucha perdida desde el principio”, dijo Doisneau. Ahora que ni los modelos ni el fotógrafo ya están aquí, dejemos que la imagen vuelva a ser lo que quería representar al principio: la alegría de vivir.

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