"Mujer tenías que ser": la campaña francesa que rompe tópicos machistas

A principios de los años 90, cuando la inoperancia de Renfe era un drama que se sufría en silencio, las largas esperas en el andén me abocaron a una experiencia un poco a la desesperada. A través de una tienda de comestibles del pueblo, se había organizado un sistema rudimentario para compartir coche para ir a Barcelona. Luego resultó que solo participaba un conductor que, más que ahorrarse el precio de la gasolina, tenía ganas de ir acompañado. Fui la segunda pasajera en añadirme al grupo, para alivio de la primera, que, amablemente, me cedió el asiento de copiloto y pasó al asiento trasero. El hombre nos recogía en el último semáforo del pueblo y nos dejaba en la zona universitaria de la Diagonal, y allí cogíamos el metro. La tercera pasajera tardó unas semanas en llegar y, como hizo mi predecesora, le hice el regalo envenenado de cederle el asiento de copiloto.

Más allá de los terribles temas de conversación que sacaba y una cierta tendencia a la imprudencia vial, el hombre había desarrollado una sesgada perspectiva de género que confirmaba en cada viaje. Se desvivía por evaluar cualquier anormalidad que detectaba en el tráfico: un coche que esperaba más de la cuenta para arrancar en un semáforo, un adelanto que él consideraba poco adecuado, un vehículo que no se desplazaba a la velocidad que él consideraba pertinente. Cuando lo veía, se agarraba fuerte al volante y contorsionaba el cuerpo y la cabeza para comprobar si aquel conductor incompetente era un hombre o una mujer. Si era un hombre, siempre encontraba una explicación: “¡Estará dormido!”, “¡No podía hacer otra cosa, detrás de aquel camión!”, “¡Este no tiene prisa, hoy!”. Si era una mujer, la frase era siempre la misma: “¡Mujer tenía que ser!” [sic], exclamaba con sarcasmo. El clamor es uno de los grandes clásicos del machismo ibérico. El asiento trasero, como mínimo, nos proporcionaba la libertad de un intercambio de miradas. Si bien en un principio intentamos discutirle la tesis y hacerle ver cómo tergiversaba los resultados de su estudio empírico, no tardamos en resignarnos y, con la excusa de las vacaciones de verano, preferimos volver al drama de la Renfe.

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Ahora, una asociación francesa de víctimas de accidentes de tráfico ha promovido una campaña en Francia con el lema Conduzca como una mujer. Se aprovecha el tópico machista para convertirlo en gran virtud. Y es que, en Francia, las mujeres sufren menos accidentes y son de menor gravedad, según las estadísticas: “El 88% de los jóvenes conductores muertos son hombres. Conducir como una mujer significa algo: seguir vivo”, dice el anuncio. En Catalunya ocurre lo mismo. Según los datos del Servei Català de Trànsit, existe una gran desproporción entre hombres y mujeres en los accidentes que no se corresponde con la diferencia de conductores de uno y otro género. El año pasado fallecieron 90 conductores y 13 conductoras. Las estadísticas también muestran que las mujeres causan un 20% de los accidentes y que son de menor gravedad. Los datos, por cierto, podrían tenerlos en cuenta las compañías de seguros.

Según explicaba la profesora de autoescuela Imma Gonzalo en los informativos de TV3, en las clases de recuperación de puntos del carnet de conducir, por haber cometido infracciones graves, apenas hay chicas. La noticia incorporaba un dato sorprendente: algunas de las pocas mujeres asistentes a estos cursos admiten estar ahí en lugar del marido o del hijo, que son quienes realmente han perdido los puntos. Atribuyen las infracciones a la mujer amparándose en la necesidad de que ellas no necesitan tanto el coche. En la vida cotidiana, el lema es el de toda la vida: "Conduce como un hombre y jódete como una mujer".