Argentina y el Mundial de Qatar

El Mundial de Messi aplaza todas las crisis de Argentina

El fútbol hermana a una ciudadanía cada vez más polarizada y angustiada por el futuro y la economía del país

Berta Reventós Meseguer
y Berta Reventós Meseguer

Buenos AiresQue Argentina es una apasionada del fútbol no es ningún secreto. El país que hace gala de haber traído a Leo Messi al mundo vive el Mundial catarí como el acontecimiento de la década. En un contexto en el que la crisis económica y política ocupa las conversaciones de la vida cotidiana y en el que la polarización de la población es cada vez más evidente, hay un único elemento que es capaz de disiparlo todo y de unir a la gente: el fútbol.

Hace semanas que Buenos Aires es una grada de fanáticos de la selección. Bares y restaurantes cuelgan banderas nacionales y pintan los cristales de las ventanas con “Vamos Argentina”; en las pantallas que informan del tránsito se lee intermitentemente “Emoción por el Mundial”, igual que en los paneles de los autobuses, que alternan la información de la línea con mensajes de ánimo. Día sí, día también, la gente se pone la camiseta de Argentina y en los quioscos se han agotado, desde septiembre, los cromos del álbum del Mundial, que los niños se apresuran a completar en intercambios en los parques el domingo por la tarde. “Hay especuladores que compraron masivamente para revender las figuritas al triple del precio real”, explica un quiosquero al ARA. Un paquete de cinco tendría que costar 150 pesos argentinos (unos 50 céntimos de euro), pero se están vendiendo a 600... y la gente los sigue comprando.

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Argentina acumula una inflación de casi el 80% este 2022 y se espera que el año que viene siga aumentando. El valor del peso cae semanalmente en relación a monedas como el dólar y el euro y el gobierno kirchnerista de Alberto Fernández se resiste a equipararlo a lo que pide el mercado internacional. Así, el valor oficial de la divisa hoy es de unos 170 pesos por cada euro, mientras que el valor no oficial –y con el cual, de facto, se mueve la economía argentina– es de unos 300. La crispación por las dificultades económicas aumenta y polariza una opinión pública dividida entre kirchneristas y antikirchneristes.

Pero todo esto queda diluido cuando el fútbol entra en escena: “La selección nos hace dejar la política de lado”, explica al ARA el periodista deportivo y youtuber Andrés Causa. “Messi cierra la grieta entre los progobierno y los antigobierno y nos acaba uniendo a todos”. Después de la derrota inesperada contra Arabia Saudí, el partido del sábado contra México se vivió con angustia hasta el primer gol, cuando Buenos Aires estalló en una alegría desbocada. Uno de los parques de la ciudad, el Bosque de Palermo, acogía a miles de personas que, bajo un sol de justicia, veían jugar a su equipo a través de pantallas gigantes y lo animaban con fervor. La fiesta se alargó toda la noche y llenó las calles de un buen humor excepcional.

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Si hay fútbol, todo se para

Durante estas semanas, las oficinas y las escuelas paran la actividad laboral y lectiva cuando juega la selección. Es una norma no escrita, una concesión que se da por hecho, fundamentalmente porque nadie –ni jefes, ni trabajadores, ni maestros ni alumnos– se quiere perder ningún partido. En los centros educativos se colocan pantallas para que el alumnado pueda seguir el partido: “Las chicas y los chicos piden ver los partidos de nuestra selección y tienen derecho como cualquier argentino”, dijo el ministro de Educación, Jaime Perczyk. “Es verdad que, en ciertos aspectos, el Mundial paraliza el país”, reconoce Causa.

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Además, esta edición del torneo tiene lugar en plena primavera austral, a diferencia de lo que es habitual, porque los Mundiales se suelen disputar durante el invierno del hemisferio sur. Ahora, la ciudadanía espera con impaciencia las vacaciones de verano y la fatiga acumulada convierte el fútbol en el elemento perfecto para evadirse y disfrutar en familia o con los amigos de un tradicional asado, a pesar de que cuesta casi un 1.000% más que hace cuatro años. “El país no volverá a ponerse en marcha de verdad hasta el año que viene”, anticipa al ARA Melisa Levin, de 29 años.

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Las voces críticas

A pesar de que son muy minoritarias, también hay voces críticas con el Mundial, sobre todo en las redes sociales. Cuando se supo que más de 6.500 personas habían muerto por las condiciones inhumanas durante la construcción de los ocho estadios en Doha o la dura represión de los derechos humanos en Catar, sobre todo con el colectivo LGTBIQ+, unos cuantos usuarios de Twitter reclamaron “coherencia”. Y es que en 1978 Argentina fue sede del “Mundial de la vergüenza” durante la dictadura de Jorge Videla, un régimen al que se atribuye la desaparición de 30.000 personas y más de mil condenas por crímenes contra la humanidad. “Desgraciadamente, nadie dejará de consumir el Mundial a pesar de todo lo que pasa en Catar”, apunta al ARA Max Hernández, que reconoce que la venda en los ojos está siempre: “En los clubes argentinos hay denuncias por violencia machista y los estadios se siguen llenando”.

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Hoy, Buenos Aires vuelve a estar expectante para ver qué pasa en el partido contra Polonia (20 h, Gol Mundial). Hará falta que la selección argentina consiga seguir en pie para continuar dando aliento a un país que, en medio de una profunda crisis política y económica, se agarra al fútbol como tabla de salvación del estado de ánimo colectivo.