El mundo se asoma a lo desconocido
La victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales de Estados Unidos, a falta de la confirmación oficial, aboca al mundo a un escenario de oscuridad, a un abismo cuyas consecuencias todavía es pronto para calibrar. El motivo es que el Donald Trump del 2024 es mucho más peligroso que el que llegó en el 2016, cuando el sistema de contrapesos de la democracia estadounidense logró limitar su impacto en algunos aspectos. De hecho, según explicó el periodista Bob Woodward en sus libros sobre el primer mandato de Trump, los propios colaboradores del entonces presidente, junto a algunos funcionarios, lograron cortocircuitar algunas de las propuestas más radicales del mandatario.
El Trump actual es alguien que ha empollado rencor, odio, durante los últimos cuatro años, que ha radicalizado aún más su discurso y que se ha preparado a conciencia para que esta vez nada ni nadie puedan frenar sus planes. Ahora que ya conoce cómo funciona el sistema de Washington desde dentro, está decidido a desmantelar una administración que percibe como hostil poniendo al frente de esta misión a un personaje tan megalómano y extremista como él, el magnate y propietario de la red X Elon Musk.
Los demócratas, por su parte, se verán obligados a repensarse para convertirse en alternativa y contrapeso desde el minuto 0 de la nueva presidencia. Estados Unidos ha rechazado por segunda vez que una mujer sea su máxima mandataria, lo que demuestra que, de algún modo, la victoria de Trump es también la del hombre blanco y los valores masculinos.
En el ámbito internacional la llegada de Trump puede provocar un auténtico terremoto si certifica su alianza tácita con líderes autoritarios como Vladimir Putin. La UE puede quedarse sola en su apoyo a Ucrania y por lo general puede convertirse en el único actor internacional de peso que defienda un mundo basado en reglas y no en la ley del más fuerte. La Comisión Europea ha preparado planes de contingencia para un posible escenario de victoria de Trump, sobre todo en el ámbito comercial, pero habrá que ver qué ocurre con la OTAN y, en general, con todos los acuerdos bilaterales con Estados Unidos. Europa está ahora obligada a proteger su economía frente a las políticas proteccionistas ya aumentar su independencia estratégica en ámbitos clave, ya que no podrá contar como hasta ahora con la administración estadounidense, que desprecia el sistema de vida del continente, con la su apuesta por el estado del bienestar y la cohesión social.
Sin embargo, la gran oposición a Trump debe articularse dentro mismo de Estados Unidos. Es cierto que el republicano contará, como ya hizo en el 2016, con mayorías tanto en el Senado como en la Cámara de Representantes, y también con una mayoría en el Tribunal Supremo, pero hay muchos estados en manos de los demócratas. Estos próximos cuatro años se pueden hacer muy largos, pero habrá que unir esfuerzos a ambos lados del Atlántico para que los daños no sean irreversibles y en el 2028 pueda darse la vuelta al panorama tan tenebroso que se dibuja hoy.
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