La Navidad más amarga de las víctimas de la DANA
Pronto hará dos meses de la terrible riada que arrasó las comarcas valencianas de l'Horta Sud y la Ribera y dejó un terrible balance de 223 muertos, tres desaparecidos y decenas de miles de afectados, y muchas de las ayudas que las administraciones les prometieron aún no les han llegado. A las puertas de Navidad, el ARA ha recogido testimonios de personas que todavía están a la espera de recibir el dinero prometido para poder recomenzar sus vidas. Todas ellas se ven obligadas a transitar por un laberinto burocrático para pedir las distintas ayudas: por un lado, las del Estado, que son de mayor cantidad; y, por otro, las de la Generalitat y las Diputaciones. Desde este punto de vista, resulta especialmente loable la labor de Cruz Roja, que reparte tarjetas monedero a las familias que más lo necesitan en oficinas móviles instaladas en las plazas de los pueblos.
Resulta inquietante que tenga que ser la Cruz Roja la que tenga que estar todavía sobre el terreno ayudando a los afectados, ya que es una muestra de que la administración no acaba de ser lo suficientemente ágil ni tampoco eficiente para estar en junto a las víctimas desde el primer día. Menos mal de los ayuntamientos, de la solidaridad ciudadana e incluso de las propias entidades bancarias, que han tomado medidas extraordinarias para gestionar la crisis y los impagos. Muchos de los afectados por la DANA tendrán que pasar las fiestas acogidas en casas de amigos o familiares, ya que sus viviendas han quedado destrozadas y tampoco disponen de vehículo. Aún es mucho peor la situación de los inmigrantes irregulares, que no tienen derecho a recibir las ayudas oficiales porque muchos no tenían ni contrato de alquiler y ahora deben sobrevivir con la ayuda de ONGs o de prestaciones como la renta valenciana de inclusión.
Las historias de Susana, Manuel y Liliana deben servir de recordatorio de que la situación está muy lejos de normalizarse en la Comunidad Valenciana, y que tras la inmensa ola de solidaridad que se creó en los primeros días y semanas, con la llegada de miles de voluntarios para limpiar las calles, ahora es la hora de las administraciones, de demostrar que los impuestos tienen un sentido como forma de solidaridad institucional y comunitaria. La situación en la que se encuentran muchas familias es lo que se conoce como "vulnerabilidad sobrevenida"; es decir, personas que tenían una vida normal y de repente lo han perdido todo y no están acostumbradas a pedir ayuda. Es evidente que la red familiar está amortizando el impacto de la DANA, pero esta situación de fragilidad no puede alargarse mucho más. Hay que iniciar de una vez la reconstrucción de las zonas destruidas, asegurar la distribución de las ayudas y prestar especial atención a los niños y al funcionamiento de las escuelas para salir lo antes posible de la excepcionalidad actual. No actuar de forma rápida significará abrir las puertas de par en par al populismo y la antipolítica.