La nueva vida de la mina en los Pirineos que escondió parte del patrimonio de la República
La Vajol abre las puertas del interior del bunker de la mina Canta o de Negrín, que se ha rehabilitado coincidiendo con la publicación de un libro que contextualiza los últimos días de la retirada
La Vajol (Alt Empordà)En medio de uno de los muchos mares de alcornoques del Pirineo oriental, a sólo dos kilómetros de la frontera con Francia, se levanta una catedral contemporánea muy poco conocida por los pasavolantes y caída en el abandono y expolio durante ochenta años. Se erigió en un tiempo récord y en total secretismo, sin escatimar recursos, en una época de grandes penalidades. Y en medio de sus grandes muros albergó parte del patrimonio artístico y económico de un estado. Es la mina Canta o de Negrín, el bunker construido durante la Guerra Civil a poca distancia de la Vajol. Ahora, después de décadas luchando por convertirse en un gran memorial democrático, finalmente se ha llevado a cabo la rehabilitación del interior, ya es visitable y se pueden concertar visitas guiadas –sólo para grupos de mínimo 10 personas y al menos con quince días de antelación– organizadas por el Museo Memorial del Exilio (MUME).
La adecuación del edificio y la valorización del espacio a través de toda una serie de hitos dorados de latón para guiar a los visitantes, así como la elaboración de un audiovisual, ha coincidido con la publicación en paralelo de un libro que contextualiza los últimos días de la retirada en el Alt Empordà. En El tresor de la Vajol (Editorial Gavarres), el periodista y escritor Xavier Febrés quiere romper mitos y leyendas en torno al tesoro perdido de la República. Y sobre todo recalca que en la mina Canta, en La Vajol, más que albergar parte de las obras del Museo del Prado, se escondieron lingotes de oro y joyas incautadas a través de la Caja General de Reparaciones de la República y que debían servir para financiar el exilio. "El patrimonio artístico no fue el más importante de la mina. Sobre todo había incautado a través de la Caja General de Reparaciones –detalla–. Hoy es difícil entender que un gobierno democrático decrete la expropiación de todas las cajas fuertes de un país".
Más allá del contenido, que ha alimentado todo tipo de especulaciones, el edificio de la mina Canta es una obra de ingeniería que llama la atención, sobre todo, por el secretismo con el que se construyó. Por la situación –el edificio tiene diferentes bancales y contrafuertes para salvar su fuerte desnivel– y también porque fue una operación meticulosa que se preparó con mucha antelación. En la primavera de 1937, ya en plena Guerra Civil, el entonces ministro de Hacienda, Juan Negrín López –que acabaría siendo presidente del gobierno republicano–, encargó a su hijo, arquitecto y teniente del ejército, Juan Negrín Mijailov, la construcción de un bunker sobre una mina de talco en la Vajol. Las autoridades republicanas habían detectado un ramal de acceso a la frontera entre montañas que permitía albergar con seguridad parte de su patrimonio, pese a que el camino terminara en un callejón sin salida por donde sólo se podía cruzar a pie. Así fue como el espacio de la mina Canta –el nombre de la familia propietaria– fue incautado y en poco tiempo se erigió un edificio bunquerizado de dos plantas con función de refugio y depósito del patrimonio de la República. Todo ello, sin que los vecinos se enteraran.
Muy cerca de la masía de Can Barris, donde el último presidente de la República, Manuel Azaña, pasó las últimas noches antes de cruzar la frontera para no volver nunca más al Estado, se instalaron uno buenos días un grupo de carabineros que cortaron la carretera. Y poco a poco empezaron a llegar obreros procedentes de Cartagena, que habían acondicionado los depósitos del Banco de España en Algameca, situado en uno de los polvorines de la base naval. En la Vajol se olían que algo ocurría, pero los vecinos se llevaron una gran sorpresa en 1939 cuando encontraron un edificio de muros muy gruesos sobre la mina de talco. Lo que más llamaba la atención eran los dos montacargas que conectaban hasta el túnel de la mina. A 200 metros de profundidad, en la montaña, había una cámara acorazada de forma rectangular, una superficie de 150 metros cuadrados y unos 4 metros de altura, reforzada con paredes de entre dos y cuatro metros de espesor. Según el catedrático y profesor emérito de arte y comunicación de la Universidad Complutense de Madrid, Arturo Colorado Castellary, que ha estudiado a fondo la gestión del patrimonio de la República y qué le ocurrió durante el exilio, en la mina de en Negrín se depositaron un tesoro de oro y joyas valorado en 200 millones de dólares, que más tarde sería transportado, en febrero de 1939, al barco Vita para que viajara hasta México.
Hoy en día, debido a varios derrumbes, la cámara acorazada no es visitable. La mina, propiedad durante décadas del exalcalde de la Vajol Miquel Giralt i Canta, estuvo en funcionamiento de 1993. Después se encerró y cayó en un estado de abandono, mientras que Giralt batalló para que fuera la sede del Museo Memorial del Exilio, que finalmente se hizo en La Jonquera. Cuando murió, Giralt legó toda la mina al Ayuntamiento, que en 2012 pasó a ser propietario y en 2016 consiguió, después de muchos trámites, que fuera declarada por el Consejo Comarcal del Alt Empordà bien cultural de interés local. "El principal problema ha sido que este edificio histórico cayera en manos de un ayuntamiento tan pequeño –lamenta Joaquim Morillo, actual alcalde de la Vajol–. Durante muchos años hemos batallado para que podamos abrir sus puertas. El siguiente objetivo es poder visitar el cuarto acorazado". La última vez que se abrió fue en 2007, durante la grabación de la serie documental de TV3 El tesoro del séptimo camión. Un grupo de mineros apuntalaron la galería para poder pasar las cámaras gracias al dinero de la producción.
En los últimos siete años, gracias a una inversión de 110.000 euros a partir de subvenciones anuales de la Diputación de Girona, la mina de Negrín se ha podido ir condicionando para abrirse al público con seguridad. Además, este otoño se ha puesto en práctica una subvención del MUME para un espacio de memoria democrática, dotada con 6.000 euros, que ha permitido realizar un audiovisual de 15 minutos para los visitantes y también instalar los hitos de latón que guían por el espacio. Este proyecto expositivo de apoyo a las visitas guiadas ha sido comisariado por Josep Algans, con la intervención de Jordi Pigem, Manel Gràvalos y Xevi Gibert en el diseño del espacio, gráfico y audiovisual. Algans destaca que se busca sobre todo "la participación de la gente" en la visita "de un espacio tan singular y único". Que las paredes desnudas permitan fijarse en los detalles y dar una dimensión e interpretación al contexto histórico. "Hay que tener en cuenta que en una época de muchas turbulencias, el propósito para el que servía el bunker se cumplió por completo gracias a hacerlo con mucha previsión", añade Algans. Un ejemplo es que se cubriera del todo con una gran malla de camuflaje. Hoy todavía se pueden observar todos los ganchos en la fachada para protegerlo. Asimismo, también se han descubierto pinturas de camuflaje en la fachada con los mismos patrones que en el aeródromo republicano de Garriguella (Alt Empordà).
Xavier Febrés, en cambio, en su libro considera que la creación de la mina Canta fue una “estratagema” de Negrín para alejar a su hijo del frente de batalla de la Guerra Civil. Además, contrapone el éxodo de medio millón de refugiados atravesando la frontera con la ingente labor del gobierno republicano para preservar el patrimonio artístico y económico en el exilio. En este sentido, recuerda una de las crónicas del enviado especial del Daily Telegraph, Henry Buckley: "El mundo entero estaba emocionado por el salvamento de unas seiscientas obras de arte, pero no nos importaba nada que el alma de la gente fuera pisada".
Un acuerdo redactado bajo la luz de las cerillas
El traslado del patrimonio artístico y económico del gobierno republicano se realizó en sólo cuatro días. El 5 de febrero salió el cargamento completo de la mina de La Vajol, según documenta el libro de Febrés, en veintidós camiones. Pasaron por Pertús sin complicaciones. Sin embargo, fue posible gracias a un acuerdo redactado in extremis el 3 de febrero, a tres bandas, con la única luz de unas cerillas. Era entre el gobierno de la República, un comité internacional de carácter semioficial integrado por directivos de los principales museos europeos (Louvre y la National Gallery, entre otros) y el secretario general de la Sociedad de Naciones. El acuerdo de Figueres permitió que las obras del Prado se fueran a Suiza, donde se expusieron. Pero, terminada la Guerra Civil y justo comenzada la Segunda Guerra Mundial, volvieron al Estado. Sobre el tesoro de la Caja de Reparaciones, se han alimentado muchas leyendas. Lo que sí es un hecho es que en 1974, en la primera planta de la mina Canta, apareció un agujero. Un suelo falso. ¿Qué podía haber dentro?
Entre enero y febrero de 1939, el Alt Empordà se convirtió en el centro operativo del gobierno de la República en plena retirada. Si bien fue en el castillo de Sant Ferran, en Figueres, donde se celebró la última reunión del gobierno republicano el 1 de febrero -con sólo 62 de los 473 diputados electos tres años antes-, fue en un callejón sin salida que sale de La Jonquera en dirección a Maçanet de Cabrenys, pasando por Darnius, Agullana y la Vajol, donde se concentraron la mayoría de instituciones. "La zona contaba con una particularidad, detectada y utilizada por el gobierno de la República desde 1938: el número de casas señoriales construidas o restauradas gracias a la prosperidad generada durante el siglo XIX por la industria local de fabricación de tapones de corcho destinados al champán francés", escribe Xavier Febrés en El tesoro de la Vajol . "En los años anteriores se llegó a hablar del 'pequeño Madrid de Agullana', pese a que el municipio apenas alcanzaba el millar de habitantes", añade.
Pero era y es algo que su núcleo urbano es atípico. En 1913 sumaba cuarenta fábricas o talleres de la especialidad corchera, con un total de 600 trabajadores. Juan Negrín, entonces jefe del gobierno de la República, residió en Can Bech de Baix, en dirección a La Vajol. Otra casa llamada Can Bech, pero situada en el núcleo del pueblo, fue la sede del Estado Mayor Central republicano. El jefe del estado mayor ocupó la residencia modernista de Can Parellada. En el edificio de las escuelas republicanas se instalaron tres ministerios, enumera Febrés en el libro. Y en dos casas de la calle Colón, las embajadas de México y la Unión Soviética, las únicas que quedaban en territorio republicano. A pocos kilómetros de distancia, en Can Descals de Darnius, fue donde se almacenó parte del patrimonio artístico de la Generalitat.