GironaAhora de actualidad por las obras que se llevan a cabo, el puente peatonal de las Pescateries o Peixateries de Girona es una arteria vital para conectar la rambla de la Llibertat con la calle de les Hortes y el barrio del Mercadal. Es conocido también como el puente de Hierro y como el puente Eiffel. Un azulejo oficial colocado en uno de los extremos de la infraestructura hace saber al peatón su origen: “Este puente fue construido en 1877 por la casa de G. Eiffel de París. Fue instalado en este lugar donde antes estaban las Palancas Rojas. Su construcción costó en la ciudad 22.500 pesetas”. En el extremo contrario, la marca de la empresa es bien visible: “G. Eiffel & Cie constructeurs à Levallois cerca de París”.
El nombre popular de Peixateries recuerda el edificio de una sola planta que, con arcadas en la fachada, estaba situado junto a las escaleras del puente, en la esquina de la calle de les Hortes con la de Santa Clara, y albergaba la venta del pescado. Fue construido por Salvador Pou en 1868, y subsistió hasta la década de 1940, cuando fue levantado el actual edificio del Mercado del León en plaza de Calvet y Rubalcaba. En los orígenes, pues, el viaducto fue muy útil y de paso obligado a las amas de casa que compraban en la plaza de les Cols, sitio habitual del mercado de los otros productos alimenticios, ya las del Mercadal para realizar el mismo recorrido en sentido contrario .
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El tren de Francia
La casa Eiffel llegó a realizar 8 construcciones sólo en municipio de Girona
La presencia en Girona de la compañía de Gustave Eiffel –la constructora de la conocida torre parisina de 1889– va unida al equipamiento del trazado de la línea ferroviaria que debía conectar la ciudad con Figueres y la frontera con Francia (1876-1878) ). Dentro del trayecto municipal de Girona, la empresa francesa dejó la huella con cinco construcciones: un pequeño puente sobre la acequia Monar, dos pasos superiores (en la calle de Figuerola y en la avenida de Ramon Folch) y el largo puente sobre la 'Onyar y el Galligants. A continuación venían los puentes sobre las rieras de Palagret y Sant Martí Vell, sobre el Ter entre Flaçà y Sant Jordi Desvalls, sobre el Fluvià en Sant Miquel, seguidos de los que atravesaban el Manol, la Muga, la riera de Llançà y la de Colera, todos los cuales fueron sustituidos por construcciones posteriores.
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En la ciudad de Girona, más allá del trayecto ferroviario, la casa Eiffel se encargó de abastecer los puentes sobre el Güell, junto a la Devesa (el llamado del Reloj y la de la calle Cerverí) y la de las Pescaterías sobre el curso fluvial del Onyar. Su representante en Gerona era el ingeniero Agustin Fragneau, encargado de las obras relacionadas con el ferrocarril, el otro signo del nuevo tiempo y del progreso.
Un concurso repetido
Un concejal del ayuntamiento de entonces se adjudicó la construcción, pero esto era ilegal
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El puente de Ferro, bastante más ligero que el puente de Pedra, se ha caracterizado por su solidez, ya que ha resistido todas las avenidas posteriores del Onyar. El mantenimiento, ciertamente, ha exigido reparaciones periódicas, especialmente en lo que respecta al pavimento. Una de las primeras, para cambiar su madera deteriorada, se llevó a cabo durante el año 1887. El presupuesto técnico fijado por el ayuntamiento era de 1.020 pesetas. En el concurso se presentaron cinco propuestas. La de Francesc Callicó lo rebajó hasta 1.019 pesetas, la de Joan Baptista Jovet hasta 1.010, la de Joan Sabadí hasta 980, la de Joan Presas hasta 997 y la de Miquel Cat apostó por solo 895. Esta última era la proposición más económica y fue la elegida por la corporación municipal, como ha explicado Francesc Xavier Bosch Aragó, estudioso de los puentes de hierro.
Sin embargo, surgió un problema, un recurso o una denuncia, como queramos decir. Resulta que Miquel Cat Julià era concejal del ayuntamiento, y esta condición le hacía incompatible con la participación en el concurso. Cat, originario de Sarrià de Ter, era un hombre listo, de ideología republicana y propietario del almacén de maderas que ocupaba la iglesia románica de Sant Nicolau, pero no podía ser representante a la vez de los intereses generales y de los negocios particulares. Anulado el concurso, la obra fue realizada por Joan Piqué, que cobró 895 pesetas, apostadas en una subasta posterior.
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Del gris al rojo
Fue el primer ayuntamiento democrático, con Nadal al frente, que pintó el puente evocando el nombre de 'Palanques vermelles'
La historia del puente anota otras intervenciones en los años 1904, 1923, 1942 y 1958. Las reformas de posguerra cambiaron el maderamen por viguetas y losetas de hormigón y un regate asfáltico, lo que contribuyó a degradarlo, ya que retenían la humedad. Por eso, la reforma de 1979, además de reforzar su estructura, devolvió la madera al pavimento. Entonces también la pintura de color rojizo sustituyó al gris diamante propio de la tradición. Era una manera de religarlo con las antiguas Palancas Rojas y al mismo tiempo con la “Girona de colores” del alcalde Nadal y el repintado o maquillaje polémico de las fachadas que dan la vista al Onyar.
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Más allá de las justificaciones y de las críticas, la literatura no ha sido muy generosa a la hora de dedicar al puente expresiones de elogio. Eso sí: Josep Pla apunta que "tiene la forma de jaula de hierro". A estas alturas, en la Girona convertida en parque temático, el puente de Ferro es un reclamo inmejorable para contemplar la ciudad fluvial y las casas que la encajonan, y –como contraste a tantos pasavolantes que se detienen para fotografiar- un espacio escogido para que un indigente instalado en el suelo pida caridad.
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Un signo de progreso para una ciudad rodeada de murallas
El puente del Onyar respondió a la nueva mentalidad del siglo XIX, que incorporó el hierro como elemento constructivo y artístico en plena revolución industrial y de los transportes. Representaba un signo emblemático de modernidad en una Gerona de 15.000 habitantes, rodeada de murallas, dominada por las iglesias y cruzada por puentes de madera o piedra, característicos del pasado ya menudo afectados por las riadas de otoño y primavera. Sin embargo, un signo de progreso en una Girona internacional, no pensada, para la circulación de automóviles.
La idea de sustituir el puente de madera de las Palancas Rojas retrocedía al menos en 1851, en tiempos del alcalde Ventura Mercader. Hubo también un proyecto del ingeniero francés Miquel de Bergue del año 1862, pero no se hizo realidad hasta que la corporación municipal que presidía Mariano de Camps y de Feliu (padre del futuro alcalde Joaquim de Camps y Arboix) anunció el concurso-subasta a finales de diciembre de 1876. Se adjudicaría al fabricante que más ventajosamente rebajara el presupuesto de salida, calculado en 26.475 pesetas por el arquitecto municipal Manuel Almeda Esteva (1848-1938), diseñador del proyecto.
Tres ofertas tomaron parte en el concurso: la de Ignasi Serrallach Mas, que se comprometía a realizar la idea por 24.500 pesetas; la de la Maquinista Terrestre y Marítima, por 23.500, y la de la casa francesa de Levallois, por 19.750. Esta última, el 6 de enero de 1877, se llevó el premio por hacerse cargo de la construcción material del puente. El montaje debía estar terminado en menos de tres meses: el 31 de marzo de 1877.
Vicisitudes diversas, ligadas a los problemas de la empresa, sin embargo, retrasaron los trabajos. El diario local "La Lucha", el 29 de junio, informaba de que se construía también el puente de hierro de San Agustín, encargado a la empresa de Raimon Reventós Queraltó, y que éste podía pasarle delante: “ Parece que ha empezado a legar el material del puente de hierro sobre el Oñar que debe sustituir al desvencijado de madera nombrado de San Agustín. Sería curioso ver colocado y entregado al tráfico público este puente antes que su vecino el de las “Palancas rojas”, que debía estar viable en fin de marzo último y que, mejorando lo presente, estamos a finales de junio y todavía hay para rato” . Una fotografía de Joan Martí, captada aquellos días, permite comprobar el montaje de ambos puentes.
La obra no fue terminada hasta el 25 de julio, e inaugurada bajo el mandato de un nuevo alcalde: Josep Mollera Calvet. La empresa constructora la complementó con unas farolas de regalo. Como recurso financiero para satisfacer el precio de la operación, el ayuntamiento contó con las indemnizaciones de la compañía del ferrocarril por los solares municipales ocupados en el trazado de la vía.